“Consideraos muertos al pecado”

“Pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11)
Estudio bíblico: 8-05-2025

Carlos Aracil Orts

1. Introducción

Mi propósito con este escrito es hacer un breve resumen de la charla que tuvimos, los participantes del grupo de estudios bíblicos, el pasado jueves 8 de mayo de 2025, basada en mi artículo ¿El que ha muerto ha sido justificado del pecado? (Romanos 6:7).

Propuse este tema al grupo de estudios bíblicos, porque me pareció fundamental abordar el mismo, a fin de poder comprender a continuación el próximo estudio que he titulado ¿Por qué no podemos perder la salvación?

Si los seres humanos fuéramos capaces de conocernos y comprendernos mejor a nosotros mismos, sin duda, evitaríamos muchas situaciones de confusión, y estoy seguro que, con la ayuda de Dios y su Palabra, nuestra conducta sería mucho más coherente, armoniosa y agradable a Él y a nuestros prójimos.

2. Nuestra naturaleza pecaminosa es esclava de “la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2 úp)

La Palabra de Dios nos revela que el ser humano nace físicamente con una naturaleza carnal, que es esclava de “la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2 úp); esto mismo es lo que experimentó el apóstol Pablo, cuando afirmó: “yo soy carnal, vendido al pecado” (Ro. 7:14). Pero mejor es leer a continuación los detalles de su experiencia, que es similar a la que puede experimentar cualquier otro ser humano:

“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. (19) Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. (20) Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. (21) Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. (22) Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; (23) pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. (24) ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? (25) Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.” (Romanos 7:18-25).

Aquí conviene explicar que –dado lo influenciado que está el cristianismo por la cultura helenística y filosofía griega, porque concibe al ser humano como un compuesto de cuerpo más alma/espíritu– las expresiones del apóstol Pablo, citadas en el pasaje de arriba, como “mi carne”, “mis miembros”, o “este cuerpo de muerte”, no designan la parte material del hombre, sino que señalan al ser humano entero, es decir, se refieren a la naturaleza carnal pecaminosa con la que nace, y se desarrolla, todo ser humano.

“El hombre interior” o “nuevo hombre” es el hombre espiritual que ha nacido del Espíritu Santo.

En el versículo 22, Pablo se refiere al hombre interior”, [que se] “deleita en la ley de Dios; éste es el “nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:24). Es el hombre espiritual que ha nacido del Espíritu Santo (véase Jn. 1: 12-13; 3:3-5; cf. 1 Co. 2:14-15), y que deberá enfrentarse diariamente con la “ley del pecado” (v.25) que es la que gobierna su “carne”. Por eso, se nos exhorta: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.” (Gá. 5:16-18).

La salvación solo fue posible porque “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Corintios 15:3), en sustitución de cada pecador arrepentido.

Es de tal magnitud el problema de la naturaleza carnal del ser humano, gobernado por la “ley del pecado”, que fue necesario que “Dios [enviase] a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gá. 4:4-7).

Por eso, el Evangelio de la Gracia no cesa de decirnos que “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Co. 15:3); “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.” (Ro. 5:6); murió en nuestro lugar, porque “llevó él [Cristo] mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (1 P. 2:24); e incluso, [Dios] “Al que no conoció pecado [Cristo], por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él [Cristo]” (2 Co. 5:21).

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (9) Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (10) Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.” (Romanos 5:8-10; cf. Ef. 2:1-10).

Salvos por gracia

Efesios 2:1-10: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, (2) en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, (3) entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (4) Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, (5) aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (Col. 2:13) (por gracia sois salvos), (6) y juntamente con él nos resucitó [=nos regeneró o dio el nuevo nacimiento], y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, (7) para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. (8) Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; (9) no por obras, para que nadie se gloríe. (10) Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

3. Nacer de nuevo – resucitar espiritualmente o ser regenerado (Tito 3:5)– es condición imprescindible para ser salvo.

Tito 3:4-7: Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, (5) nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, (6) el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, (7) para que, justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.

Por eso, Jesucristo nos dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” (Jn. 3:3). Por tanto, gracias a su Palabra descubrimos que para ser salvos y recibir la vida eterna, es imprescindible “nacer de nuevo”. En los versículos 5 y 6 siguientes, Jesús nos detalla y explica cómo puede realizarse esta obra divina en el ser humano:

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. (6) Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (Juan 3:5-6).

“Lo que es nacido de la carne, carnal es; y lo que es nacido del Espíritu, espiritual es”. (Juan 3:6)

Notemos, pues, que el nacimiento físico solo proporciona la naturaleza carnal – “Lo que es nacido de la carne, carne es–, que puesto que está sujeta a la “ley del pecado”, se hace necesario nacer del Espíritu [Santo] para obtener la naturaleza espiritual: “lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (Juan 3:5-6)–. Estas palabras de Jesús son equivalentes a decir: “Lo que es nacido de la carne, carnal es; y lo que es nacido del Espíritu, espiritual es”.

El ser humano obtiene la naturaleza espiritual al “nacer de agua [la Palabra de Dios] y del Espíritu” (Jn.3:5).

Los versículos 5 y 6 registran y describen cómo obtener la naturaleza esencial del nuevo nacimiento que se nos requiere para “entrar en el reino de Dios”. Consiste en “nacer de agua y del Espíritu” (v.5); es pues una naturaleza de origen divino, porque procede de Dios, y nos hace hijos de Dios, porque todos los que reciben a Jesucristo son engendrados por Dios (Jn. 1:12-13). En cambio, la naturaleza con la que viene al mundo todo humano, es como la del apóstol Pablo, la de “un ser carnal, vendido al pecado” (Ro. 7:14).

El siguiente pasaje nos detalla aún más los perjuicios de vivir en la “carne” y, por el contrario, los beneficios de vivir en el Espíritu.

Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. (Romanos 8:9).

“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. (6) Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. (7) Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (9) Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. (Romanos 8:5-9).

Ser “del Espíritu” es haber sido engendrado espiritualmente por Dios (Jn. 1:12-13), por tanto, significa ser hijo de Dios, nacido de nuevo de agua y del Espíritu” (Jn. 3:5). Pero, el “agua” –que tiene la propiedad de limpiarnos físicamente– simboliza, en primer lugar, la obra de la Palabra de Dios que nos purifica espiritualmente (véase Jn. 15:3; cf. Ef. 5:26-27; Stg. 1:18; 1 P. 1:3-25).

Juan 1:12-13: Mas a todos los que le recibieron [a Cristo Jesús], a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; (13) los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Juan 15:3: Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

Efesios 5:25-28: Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, (26) para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, (27) a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (28) Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.

Santiago 1:18 El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.

1 Pedro 1:23-25 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (24) Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; (25) Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

Y, en segundo lugar, el “agua” también representa el bautismo por inmersión en agua, puesto que éste significa ser sepultado y morir nuestro ser pecaminoso; es decir, ser bautizado en Cristo Jesús, es ser bautizado en su muerte, sepultado juntamente con él [Cristo] para muerte, [de nuestro “cuerpo de pecado”], por el bautismo”. Pero mejor veamos el pasaje en su contexto:

“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (La del cristiano nacido de nuevo, donde mora el Espíritu Santo) (5) Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; (6) sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. (7) Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. (Romanos 6:4-7).

El “viejo hombre” es lo mismo que el cuerpo del pecado” –la naturaleza pecaminosa del ser humano esclava de “la ley del pecado y de la muerte”.

Observemos que en el v.6 se evidencia el paralelismo existente entre viejo hombre” –que debe ser crucificado juntamente con Cristo– y el cuerpo del pecado” –que debe ser destruido o anulado–. El cristianismo que está bajo la influencia de la filosofía griega y pagana no es capaz de comprender la equivalencia entre los términos citados, porque considera que el viejo hombre” señala al hombre como un compuesto de cuerpo y alma/espíritu, mientras que el “cuerpo de pecado” designaría o identificaría solamente la parte material del ser humano.

4. Conclusión

Creo que ahora comprendemos mejor el sentido del texto en el que se ha fundamentado el artículo: “el que ha muerto, ha sido justificado del pecado” (Ro. 6:7). No se trata, pues, de morir físicamente, sino de hacer morir lo carnal (Col. 3:5) –todo lo pecaminoso– para que resucite lo espiritual.

El “cuerpo del pecado” es nuestra naturaleza carnal –adámica– y pecaminosa, el viejo hombre, que como tal debe ser destruido, para que pueda crecer la nueva criatura en Cristo (2 Co. 5:17). Pero esta transformación no se produce de forma instantánea en el momento de nuestra aceptación de Cristo, sino que es un proceso gradual que se extiende a lo largo de la vida del creyente, hasta su muerte física.

Cuando conseguimos cierta madurez en Cristo, deberíamos poder decir, como el Apóstol: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:19-21). Esta debería ser nuestra experiencia, porque “Él [Cristo] os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1).

Esa es la vida nueva espiritual que recibe el creyente cuando le es dado el nuevo nacimiento por el Espíritu Santo (Jn. 3:5, 6). Esta vida renacida o renovada es libre de la esclavitud del pecado (Jn. 8:31,32,34; cf. Ro. 6:16-18); es decir, “ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Romanos 6:22). Sin embargo, este proceso de santificación del cristiano se inicia cuando el creyente acepta el sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz; con todo lo que significa, de imputación, y castigo, de nuestros pecados sobre Él: “quien llevó él [Cristo] mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 P. 2:24). [Dios] “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21).

Estábamos muertos a los pecados, en primer lugar, porque hemos sido justificados (absueltos) de ellos, y cargados en Cristo; porque Cristo nos imputa su justicia, la cual Él consiguió, para nosotros, cuando recibió la muerte en la cruz, como castigo de nuestra culpabilidad (1 Co. 1:30). Y, en segundo lugar, porque hacemos morir –por medio del Espíritu Santo y su Palabra– nuestro viejo hombre, cada día, hasta que llegue el fin de nuestra vida.

1 Corintios 1:30: Mas por él [Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

Cristo nos ha redimido con su sangre, nos ha justificado, es decir, nos ha absuelto de todos los pecados pasados y futuros, y nos da el derecho a la vida eterna, y el comienzo a nuestra vida de santificación por el Espíritu Santo.

Si seguimos leyendo el siguiente pasaje de la Epístola a los Colosenses, entenderemos mejor todo este proceso de conversión, de morir al pecado, que consiste en pasar de muerte espiritual –“estábamos muertos en pecados” (Ef. 2:1) – a vida espiritual:

Colosenses 3:1-17: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. (2) Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. (3) Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (4) Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. (5) Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; (6) cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, (7) en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. (8) Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. (9) No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, (10) y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno

No obstante, no debemos cansarnos de repetir que la salvación del pecado no consiste solo en una acción voluntariosa, sino que es esencialmente un don de Dios, que solo se puede conseguir recibiendo a Cristo por la fe. Por eso nadie puede obtener la justificación del pecado por muy buenas y abundantes obras que realice.

Romanos 3:24-26: siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, (25) a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, (26) con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Para terminar, meditemos en los siguientes textos:

Romanos 8:10-17: Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo [el viejo hombre o la naturaleza carnal pecaminosa] en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive [el hombre nuevo o espiritual, la nueva criatura en Cristo Jesús] a causa de la justicia. (11) Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. (12) Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; (13) porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. (14) Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Observemos que en el pasaje de arriba (Ro. 8:10-17; cf. Gá. 5:16-24), se nombran los siguientes términos: el “cuerpo”, “vuestros cuerpos mortales” y la “carne”, que es citada unas cuatro veces; pero todos estos términos se refieren a la naturaleza pecaminosa con la que nace todo ser humano; es decir; designan al ser humano entero, –no solo su parte material–; y en ningún caso designan la materia o composición del cuerpo humano, porque la “carne” considerada como materia no tiene ninguna connotación moral en la Biblia. Y todos los que sean capaces, aunque sea por un momento, de no dejarse influenciar por la filosofía griega, comprenderán que, en todos estos términos –tanto “carne” como “cuerpo” o “cuerpos mortales”–, el apóstol Pablo designa al ser humano entero en su naturaleza pecaminosa –el “viejo hombre” (Ro.6:6; Ef. 4:22; Col. 3:9) u “hombre natural” (1 Co. 2:14), y, el “espíritu”, (Ro. 8:10,16; Ef. 4:23) representa al “nuevo hombre” (Ef. 4:24; Col. 3:10) u “hombre espiritual” (1 Co. 2:14-16), la “nueva criatura en Cristo Jesús” (2 Co. 5:17), que ha sido nacido de nuevo y adoptado como hijo de Dios (Ro. 8:14-16; Gá. 4:5-7; Stg. 1:18; 1 P. 1:23; 2 P. 1:3-4).

2 Corintios 5:14-21 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; (15) y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (16) De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. (17) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (18) Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (21) Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (21) No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.” (Gálatas 2:20-21)

Quedo a disposición del lector para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortshttp://www.amistadencristo.com/images/a.gifgmail.com

Carlos Aracil Orts
https://amistadencristo.com

https://laverdadquesalva.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

AP = Antiguo Pacto

NP = Nuevo Pacto

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

pp, pc, úp referidas a un versículo bíblico representan «parte primera, central o última del mismo».

 Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.

BTX: Biblia Textual

Jünemann: Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman

N-C: Sagrada Biblia- Nacar  Colunga-1994

JER 2001: *Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001

BLA95, BL95: Biblia Latinoamericana, 1995

BNP: La Biblia de Nuestro Pueblo

NVI 1999: Nueva Versión Internacional 1999

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable: Carlos Aracil Orts.
  • Finalidad:  Moderar los comentarios.
  • Legitimación:  Por consentimiento del interesado.
  • Destinatarios y encargados de tratamiento:  No se ceden o comunican datos a terceros para prestar este servicio. El Titular ha contratado los servicios de alojamiento web a H+D hospedaje mas dominios que actúa como encargado de tratamiento.
  • Derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional: Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.