¿Dónde dice la Biblia que el Nuevo Pacto cancela el Antiguo?
Versión 31-05-2018
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Un estimado lector de mi web me consultó sobre la vigencia de la ley de Moisés (Hechos 15:5), porque él, al leer el capítulo 15 del libro de Los Hechos de los Apóstoles, se sorprendió del conflicto, que se relata en el mismo, causado por los judaizantes cristianos de la Iglesia primitiva –“algunos de la secta de los fariseos, que habían creído” (Hechos 15:5)–, que trataban de imponer, a los nuevos cristianos, la ley de Dios del Antiguo Pacto; lo que obligó a los apóstoles y ancianos de la Iglesia a reunirse en la asamblea de Jerusalén, con el apóstol Pedro al frente de la misma, a fin de dilucidar esta cuestión.
“La conclusión de la asamblea o concilio de Jerusalén zanjó el conflicto desencadenado por los judaizantes, de una forma clara, firme y definitiva: ‘Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos’ (Hechos 15:11). Rechazando tajantemente su pretensión de que era necesario circuncidar a los conversos gentiles, y con ello obligarles a que observasen toda la ley de Moisés. La única resolución que surgió de la asamblea, formada por los apóstoles y ancianos y dirigida por el Espíritu Santo, consistió en “no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: (29) que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación” (Hechos 15:29)” (1).
Al parecer, cuando el citado hermano leyó el párrafo anterior, que pertenece a un artículo, que publiqué en esta misma web, titulado ¿Qué significa abstenerse de sangre y de ahogado?, entendió que “la ley Mosaica no es para nosotros, aunque hayamos sido el Olivo injertado y nos nutrimos de la misma raíz (Ro. 11:17)”. Pero, para comprender a qué se está refiriendo, es conveniente leer el texto que cita, y un poco de su contexto:
Romanos 11:17-24: Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, (18) no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. (19) Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. (20) Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. (21) Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. (22) Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. (23) Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. (24) Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?
Aunque en la primera parte de su frase, parece admitir que los cristianos no tienen que guardar la ley de Moisés, en la segunda parte, basándose en el capítulo 11 de la Epístola a los Romanos (11:17)–, mi estimado lector, insinúa una duda sobre esa verdad. El cuestionamiento no expresado por él, pero que subyace en el fondo de su cita es: puesto que el Olivo silvestre, símbolo de la Iglesia de Cristo, es injertado en el Olivo natural –figura del Israel bíblico, pueblo escogido por Dios del AT– ¿por qué, si los no judíos cristianos son sustentados de la raíz del Olivo natural –el pueblo de Israel– y nutridos de su rica savia, no participan también de su misma ley, que también es de Dios?
“Entonces – él argumenta– el concilio –es decir, lo que se decide o aprueba en esa asamblea de la Iglesia de Jerusalén– es más importante que la misma ley de Dios dada a Moisés y se hace ver que Dios nuestro Señor no sabía que iba a suceder, lo cual podría hacerlo ver cómo sujeto a error u obsoleto”.
El anterior argumento de nuestro hermano lleva implícita la idea de que la vigencia de la ley de Dios dada a Moisés, no puede ser abrogada por un concilio de la Iglesia, puesto que los hombres no pueden abrogar o anular los mandamientos eternos de Dios, pues las criaturas humanas no pueden en ningún caso enmendar las leyes del Creador, que por su mismo carácter deben ser eternas; de lo contrario –un Dios que cambia sus leyes– demostraría su falta de previsión o providencia, y no sería propio del Dios Todopoderoso, Creador del universo.
Mi estimado hermano termina su argumento con la siguiente objeción- consulta:
“Disculpe, pero no he leído en ninguna parte de las Sagradas Escrituras algo que diga que el Nuevo Pacto cancela el Antiguo, considero que la Palabra de nuestro Dios Jehová de los ejércitos es sólo una.
En lo que sigue, voy a tratar de responder a todos estos cuestionamientos que anteceden planteados por el lector de mi web que me consulta.
2. Según la Sagrada Escritura, ¿qué se entiende, por Antiguo y Nuevo Pacto?
Dios hizo pacto con Adán y Eva (Génesis 3:15), Noé (Génesis 6:18; 9:8), Abraham (Génesis 15:7; 17:2; Lucas 1:72; Hechos 3:25; Gálatas 3:16), Isaac (Génesis 17:19; 26:3) y Jacob (Génesis 28:13).
Más tarde, Dios, después de liberar de la esclavitud de Egipto a su pueblo Israel, hizo Pacto también con él dándole las leyes que forman el Pentateuco, bajo el liderazgo de Moisés. Aunque en todos los pactos subyace la promesa de bendición a través del nacimiento, vida y muerte del Mesías, la Biblia hace una perfecta distinción entre dos Pactos muy importantes: el Antiguo Pacto que Dios hace exclusivamente con Israel, mediante la ley, y el Nuevo Pacto que establece Jesús en la última Cena dirigido a toda la humanidad, y el único al que deben vincularse todos los cristianos: “De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” (Lucas 22:20; ver también 1ª Corintios 11:25). Este último es el Pacto eterno (Heb. 13:20) y universal, mediante el cual todo el mundo puede acceder a la salvación eterna.
Hebreos 13:20-21: Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, (21) os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Hebreos 9:11-15: Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, (12) y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. (13) Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, (14) ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? (15) Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
Primero de todo necesitamos saber a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos del Antiguo Pacto (AP) y de sus características. La Palabra de Dios le llama también primer Pacto (Heb. 8:7; 8:13; 9:1; 9:15,18; 10:9); y, no se puede confundir con los anteriores a Moisés, porque el Antiguo Pacto está vinculado a la ley que Dios promulga para Israel –“Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra” (Dt. 4:13)–; y la Biblia dice claramente que solo afecta al pueblo de Israel, porque él fue el que se comprometió con Dios, el que aceptó el Pacto de la ley que Dios le ofreció: “y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (Éx. 19:5,8).
El Antiguo Pacto o Antigua Alianza de Dios es hecho exclusivamente con su pueblo Israel por medio de la ley, que su pueblo se comprometió a cumplir. Por tanto, solo a él le afecta, y nada en absoluto a las naciones gentiles.
A continuación, veremos más textos que prueban la afirmación anterior:
-El Antiguo Pacto es hecho por Dios con un pueblo que es libertado de la esclavitud de Egipto (Éx. 19:1-5; 34:27-28; Lv. 26:45). Los gentiles de ninguna época nada tuvieron que ver con ese Pacto, sino solo con el Nuevo en Cristo.
Éxodo 19:1-5: En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí. 2 Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte. 3 Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: 4 Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. 5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
Éxodo 34: 27-28: Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. 28 Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.
Levítico 26:45: Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová.
Especial atención merecen los siguientes textos, porque afirman clara y contundentemente que el AP es solo para Israel, y no para los padres:
Deuteronomio 5:2-6: Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. 3 No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. 4 Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego. 5 Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte. Dijo: 6 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
El Antiguo Pacto está completamente vinculado a la ley y al pueblo que recibió la ley, hasta el extremo que la misma ley recibe el nombre de las tablas del Pacto.
Deuteronomio 4:13: Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra.
Deuteronomio 9:9-11: Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua; 10 y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. 11 Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto.
El Antiguo Pacto/Testamento es solo para los judíos, circunscrito a una nación o pueblo, y a un área geográfica –Palestina–; “La ley y los profetas eran hasta Juan…” (Lc. 16:16); pero el Nuevo Pacto/ Testamento es para judíos y gentiles, y abarca el mundo entero; es, pues, universal. El primero prepara el advenimiento del Mesías –el Salvador del mundo (Mt. 24:14; 28:19-20; Mr. 16:15; Jn. 4:42; Hch. 5:31; 1 Jn. 4:14; 2 Co. 5:19; etc.)–, y culmina con la muerte de Cristo en la cruz, su resurrección, y su ascensión al Cielo, al sentarse a la diestra de Dios (Hch. 2:30-33; Heb. 4:16; 8:1; 12:2).
3. ¿Dónde dice la Biblia que el Nuevo Pacto cancela el Antiguo?
El primero o Antiguo Pacto es, pues, necesariamente provisional y sombra y figura de lo que había de venir (Col. 2:16-17). “Porque si aquel primero [el Pacto Antiguo] hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo [el Nuevo Pacto]” (Hebreos 8:7; 8:8-11; cf. Jer. 31:31-34). “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Heb. 7:12) “Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (19) (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios” (Heb. 7:18-19) ). “Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto” (Heb. 7:22). “Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer” (Heb. 8:13).
En los siguientes textos, Dios mismo anuncia a Israel, que el Antiguo Pacto tiene los días contados, porque hará un Nuevo Pacto (Jer. 31:31-34):
Jeremías 31:31-34: He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.
Esta profecía se cumple en Cristo en el NT (ver Heb. 8:7-13; cf. Heb. 10:15-17).
Hebreos 8:6-13: Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo [el de Cristo], cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. (7) Porque si aquel primero [el Antiguo Pacto] hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo [el Nuevo Pacto]. (8) Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; (9) No como el pacto que hice con sus padres El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. (10) Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. (13) Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.
¿Podemos entender mejor ahora, que el Nuevo Pacto sustituye y abroga al Antiguo Pacto? ¿Necesitamos más pruebas bíblicas? Leamos, por favor, los capítulos 7, 8, 9 y 10 de Hebreos, con detenimiento. A fin de no hacer este estudio farragoso, solo citaré unos pocos textos más, como, por ejemplo:
Hebreos 10:1-9: Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. (2) De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. (3) Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; (4) porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. (5) Por lo cual, entrando en el mundo [Cristo] dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. (6) Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. (7) Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí. (8) Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), (9) y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último.
Los versículos 6 a 8 son el cumplimiento del Salmo 40:6-8; y fijémonos, especialmente, en el último texto: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último”. No parece muy necesario explicar que el que viene a hacer la voluntad de Dios es Jesús, y que es Él el que “quita lo primero, para establecer esto último”.
¿Qué es “lo primero”? Las cosas que había en el Antiguo Pacto, incluida toda la ley; y ¿qué es lo establece en su lugar? El Nuevo Pacto en Cristo (Heb. 7:22; 8:6; 8:8: 9:15; 10:16; 12:24).
Hebreos 7: 22: Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.
Hebreos 8:6-7: Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. (7) Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.
Hebreos 8:8-9: Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; (9) No como el pacto que hice con sus padres El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
Hebreos 9:15: Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
Hebreos 10:16-18: Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, (17) añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. (18) Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
Hebreos 12:24: a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
4. ¿Tenía competencia el concilio de la Iglesia de Jerusalén para dictaminar que la Ley del Antiguo Testamento estaba abrogada?
Ningún concilio por muy importante que sea puede cambiar o anular “ni una jota ni una tilde de la ley de Dios” (Mt. 5:18); pero, en este caso, el “concilio” es el que determina y juzga la verdad de Dios –porque es también Palabra de Dios, y ésta no puede contradecirse–, y su dictamen, inspirado por el Espíritu Santo, concluye que la ley de Moisés no se aplica a los cristianos.
Anteriormente se probó que el Pacto Antiguo está abrogado; porque se basa en los sacrificios de animales –sombra y figura de lo que había de venir–, y el Nuevo Pacto se fundamenta en el sacrificio del Cordero de Dios (Jn. 1:29). Y solo existe un Pacto vigente: el Pacto eterno (Heb. 13:20):
Hebreos 13:20: Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,
La ley de Dios del amor es eterna (véase Mt. 22:37-40): “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co. 13:13). Como podemos ver, la fe y la esperanza terminarán un día, cuando estemos en la Nueva Tierra con Nuevos Cielos. Así también cuando vino Cristo terminó el Antiguo Pacto y fue sustituido por el Nuevo Pacto en Cristo que es universal, no circunscrito a un pueblo y a una época, como el Antiguo Pacto.
Pero, fijémonos en el último verso: “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). Debemos saber que “la ley y los profetas” se refiere a todo el AT (la Biblia hebrea); es decir, el AT está fundamentado en la Ley eterna, pero no es la ley eterna sino solo una adaptación a un pueblo y a una época anteriores a Cristo, que según el plan de Dios, servirían como medio para llevar a las personas a Cristo (Véase Gá. 3:13-29; Ro. 7:1-6; 2 Co. 3:3-18; etc.), y para prepararlas para recibirle. Pero una vez venido Cristo, deja de tener vigencia la Ley Antigua, y se establece la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús (Ro. 8:1), y la Ley de Cristo (Mt. 5; 1 Co. 9:20-21; etc.).
5. ¿Es el judaísmo, que se fundamenta en la Ley del Antiguo Pacto, la raíz auténtica del cristianismo, que se funda en Jesucristo y en Su Palabra (1 Corintios 3:11)?
1 Corintios 3:11: Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
El judaísmo como una religión más merece todo nuestro respeto. Como cristianos podemos preferir el judaísmo al Islamismo o al hinduismo o al budismo, por poner solo unos ejemplos. Porque con los primeros, podemos compartir la Biblia hebrea, pero con los otros, nada compartimos, aunque también merecen nuestro respeto. Sin embargo, el judaísmo de ninguna manera es el “Olivo natural” donde se injerta el cristianismo; porque éste no se sustenta en la raíz de aquel ni se nutre de su savia (Ro. 11:17).
Por otra parte, no debemos confundir, judaísmo con la religión del Israel del Antiguo Testamento, porque el judaísmo –la religión de los judíos–, aunque tiene como base la Biblia hebrea, se compone, además, del Talmud y la Mischna, que son una enorme recopilación de leyes de la tradición oral, obra de las enseñanzas rabínicas de varios siglos, que pretenden ser interpretaciones de la Torah, pero que no dejan de ser más que tradiciones humanas; y ya Jesús había dicho a los judíos de su tiempo: “Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. (9) Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:8-10).
Jesús le dijo a la samaritana: “[…] porque la salvación viene de los judíos…” (Jn. 4:22). En el siguiente contexto:
Juan 4:22-24: Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. (23) Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. (24) Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
Necesitamos recordar la historia del pueblo de Israel para averiguar quiénes eran los samaritanos. Hacia el año 931 a.C. aproximadamente, los sucesores del rey Salomón provocaron, con sus errores de gobierno, que Israel se dividiera, al separarse diez tribus que tomaron el nombre de reino de Israel, o también llamado el reino del norte, por ser la parte norte del reino antiguo la que ocuparon, y donde edificaron Samaria. Y al sur quedó el reino de Judá o reino del sur, con Jerusalén como capital, compuesto de las dos tribus restantes (2). Debido a la idolatría en que pronto cayó el reino del norte, hacia el 722 a.C., Dios permitió que Samaria fuera invadida por el ejército asirio, y las tribus llevadas cautivas a Asiria. Los intentos de repoblar la zona con solo gente de las naciones circundantes paganas no tuvieron éxito, y fue necesario, que el rey permitiera que volvieran muchos de los israelitas que habían sido llevados cautivos (3).
En tiempos de Jesús, los samaritanos, que procedían de esa mezcla de razas, culturas y religiones, que seguían siendo enemigos de los judíos, aún pretendían, puesto que muchos seguían la ley de Moisés, ser los auténticos guardadores de la ortodoxia revelada por Dios, el verdadero pueblo escogido por Él, y de poseer el lugar correcto de adoración a Dios. Esta es la razón por la que Jesús, cuando se dirigió a la mujer samaritana, le quiso dejar claro que “La salvación viene de los judíos” (Jn. 4:22), para reconocer con ello que Judá era lo que quedaba del pueblo escogido por Dios, el depositante y preservador de la Palabra de Dios, poseedor del verdadero Templo para la adoración a Dios; siendo, además, el pueblo donde debía nacer el Salvador del mundo (Jn. 4:42; 12:47): “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, (5) para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gálatas 4:4-5). Y, en otro lugar, la Palabra de Dios añade que, de los israelitas, “son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; (5) de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (Ro. 9:4-5).
Romanos 9:3-8: Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; (4) que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; (5) de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. (6) No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, (7) ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. (8) Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.
La raíz de los gentiles cristianos no está en el pueblo del Pacto Antiguo, sino en la “Simiente de Abraham, la cual es Cristo” (Gá. 3:16); porque Jesucristo, descendencia de Abraham (Mt. 1:1), es el cumplimiento de las promesas de Dios de salvación, de judíos y gentiles, porque Él le dijo a Abraham: “En ti serán benditas todas las naciones” (Gá. 3:8; cf. Gn. 12:3; 22:18).
Gálatas 3:6-9: Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. (7) Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. (8) Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. (9) De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
Los creyentes gentiles no necesitan entrar al Pacto Antiguo, el de la ley de Dios, sino que acceden directamente al Nuevo Pacto en Cristo, por medio de la fe en su sangre derramada, que hace expiación de todos sus pecados, y por eso se les concede la vida eterna. Veamos más textos, que inciden en que el creyente es justificado por su fe y no por las obras de la ley, al igual que Abraham, el padre de todos los creyentes, que su fe le fue contada o imputada como justicia:
Romanos 4:3-12: Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. (4) Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; (5) mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. (6) Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, (7) diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. (8) Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. (9) ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia. (10) ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. (11) Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; (12) y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
Los cristianos no reciben la promesa de salvación por pertenecer al Pacto Antiguo de la ley, sino mediante la fe en el Salvador del mundo.
Romanos 4:13-25: Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. (14) Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. (15) Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. (16) Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros (17) (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. (18) El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. (19) Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. (20) Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, (21) plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; (22) por lo cual también su fe le fue contada por justicia. (23) Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, (24) sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, (25) el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
Nosotros los cristianos, que no somos judíos, somos “el olivo silvestre”, que participa de la raíz y de la rica savia del olivo natural –las promesas y revelaciones hechas por Dios al Israel antiguo–: “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, (18) no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. (19) Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. (20) Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme” (Ro. 11:17-20).
No debemos, pues, enorgullecernos porque Dios nos haya escogido para salvación.
6. Conclusión
Para terminar este artículo, viene muy a propósito, recurrir a algunos párrafos finales de dos artículos que publiqué en esta web hace algunos años, y que cito en el apartado de “Referencias bibliográficas” (4).
“Dios creó y formó un pueblo donde no lo había, escogiendo a Abraham, al que le dio la promesa de bendición de todas las naciones a través de su descendencia, “la cual es Cristo” (Gálatas 3:8,16; cf. Génesis 22:18). Para ello, Él instruyó a este pueblo dándole la “ley y los profetas” a fin de preparar la venida de Su Hijo Jesucristo. El problema del mal sólo podía ser vencido y atajado desde dentro, desde el corazón, para eso hizo falta la encarnación del Hijo de Dios: “Pero cuando vino el cumplimento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, (5) para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” (Gálatas 4:4).Toda la humanidad está bajo pecado (Romanos 3:9,10), condenada por la ley moral (Romanos 3:23), la que Jesucristo cumplió por nosotros. Por eso, sólo hay salvación segura en Jesucristo (Hechos 4:12) y en Él ninguna condenación existe (Romanos 8:1-3). Para lo cual hay que morir a la ley mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4).
“La ley no podía hacer perfecto a nadie, ni daba poder sobre el pecado, sólo condenaba. Sin embargo, es necesaria para denunciar el pecado, que de lo contrario no sería reconocido por el aletargamiento de las conciencias. “…Se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;” (Romanos 5:20). Venido Cristo, podemos elegir entre seguir condenados por la ley moral que a la naturaleza carnal le es imposible cumplir, o aceptar la muerte vicaria de Cristo en lugar de la muerte que nos correspondería a causa de nuestro pecado (Romanos 6:23). El Antiguo Pacto o Testamento cumple su cometido, que sólo consiste en conducirnos a Cristo. “De manera que la ley (la Torá, no sólo los Diez mandamientos) ha sido nuestro ayo (o pedagogo) para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. (25) Pero venida la fe ya no estamos bajo ayo, (26) pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;” (Gálatas 3:23-26). Los creyentes en Jesús ya no están bajo el Antiguo Pacto, que ha servido, entre otras cosas, para mostrarnos el plan de salvación de Dios, que Jesús es el Mesías y el Salvador del mundo y para llevarnos a recibir su gracia. Los creyentes en Cristo, ya nada tienen que ver con el Antiguo Pacto. No obstante, todas sus enseñanzas son para nuestra edificación, y sirven para confirmar nuestra fe en el Señor Jesús. Nuestra raíz cristiana se fundamenta en las promesas y revelaciones que Dios dio a su pueblo el Israel antiguo, sin el cual casi nada entenderíamos de Cristo y del Plan de salvación de Dios (Ro.11:16-24).
Hebreos 8:6,7: Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.
Hebreos 8:13: Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.
¿Cuáles son las diferencias más importantes que existen entre el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto?
“Las diferencias entre los dos Pactos son evidentes y profundas: el Antiguo Pacto prepara un pueblo para la venida de Cristo, es un gobierno teocrático mediante la Torá. Da testimonio del Mesías venidero y de su obra de salvación (véase Isaías 53). El Nuevo Pacto inaugura la época del Espíritu Santo y de su Iglesia (Juan 7:38,39; 14:17,26; 16:13; Hechos 1:8;2-4). La Nueva Alianza en Cristo es el cumplimiento de las promesas de la Antigua Alianza. A este Nuevo Pacto o Alianza no se entra por las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesús. Creer que Él ha muerto por nosotros y pagado con su vida la condenación o penalidad de la ley que nos acusaba de transgresores, significa entrar en el reposo de Dios (Heb. 3:11,18; 4:1-11), que consiste en reposar o cesar de hacer obras para nuestra salvación, porque la cual no se consigue por nuestros méritos, ni se puede comprar por muchas obras buenas que realicemos (Ef. 2:8-9), pues la salvación es un don gratuito y no se puede pagar con nada, excepto la sangre derramada de Cristo. Por eso dice el autor de Hebreos, que cuando creemos en Jesús y su sacrificio expiatorio, entramos en el reposo de Dios: “Pero los que hemos creído entramos en el reposo,..” (Hebreos 4:3; léase desde el versículo 1 hasta el 11).
En resumen (5):
Primero. La ley del Sinaí fue dictada por Dios exclusivamente para los judíos, es decir, el pueblo de Israel, en especial el cuarto mandamiento que es la señal del Pacto Antiguo (Éxodo 31:13-17; Deuteronomio 5:2-3). Antes de Moisés no existía la ley escrita. Ningún gentil tuvo nunca la obligación de cumplir con el cuarto mandamiento que ordena reposar de todo trabajo secular, de acuerdo a un reglamento minucioso, que prohibía, además de trabajar bajo pena de muerte (Éxodo 35:2,3), cocinar, llevar cargas, encender fuego, viajar, etc. Este mandamiento no pertenece a la ley moral natural. Aunque esta ley, en lo que respecta a sus otros nueve mandamientos, fue siempre un buen modelo moral para todos los gentiles, porque pudo servir para avivar muchas conciencias dormidas, embrutecidas o cauterizadas, pero ellos siempre dependieron de sus conciencias, pues la ley de los judíos no les concernía en absoluto.
Segundo. “Los gentiles que no tienen ley” (Romanos 2:14) darán cuenta a Dios por la ley moral que hay escrita en sus corazones, (Romanos 2:15). Es decir, serán juzgados no por la Ley del Sinaí –que no les concierne–, sino por la ley moral escrita en sus conciencias. Sin embargo, los que rechazan la luz del Evangelio serán juzgados por la ley evangélica, que es dada para toda la humanidad, sin hacer distinción entre judíos y gentiles (Mateo 5:21-48). Esta es la nueva ley que sustituye a la del Sinaí porque es más exigente que la letra de los Diez Mandamientos, porque juzga no solo las acciones u obras sino también las intenciones del corazón. Ya no basta con no matar sino que también hay que evitar enojarse con el prójimo. No basta con “no adulterarás” sino que hay que evitar mirar a la mujer para codiciarla (Mateo 5:22,28). Los mandamientos de Jesús, la ley de Cristo es “amaos unos a otros como yo os he amado” (Juan 13:34-35), incluso “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:42-45).
Tercero. Los cristianos no estamos bajo la ley moral, ni por supuesto la del Sinaí que nunca estuvimos, porque en Cristo hemos muerto a ella (Romanos 7:6); “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). La ley moral –no los Diez Mandamientos– no puede condenarnos porque Cristo la ha cumplido en lugar nuestro (Romanos 8:1; Gálatas 2:16; 3:13).
Cuarto. Los cristianos pertenecemos al Pacto de Abraham. La promesa de bendición a toda la humanidad no viene por el Pacto de la ley, que vino 430 años después (Gálatas 3:8,9,16) sino por la promesa a “la simiente de Abraham”, que es Cristo (Gálatas 3:16), por la que serían benditas todas las naciones. Por tanto, la salvación no es por las obras de la ley sino por la sola fe en Jesús (Gálatas 3:9,10).
Quinto. En el Nuevo Pacto en Cristo queda abolida en su carne, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas (Efesios 2:15). El cristiano queda solo sujeto a todo lo que manda el Nuevo Testamento, y este recoge todos los principios morales de la ley natural, que estaban no solo en el Decálogo sino especialmente fuera del mismo (Levítico 19:18; Dt. 6:5; cf. Mateo 22:36-40). Sin embargo, el precepto del reposo sabático no es confirmado en ningún lugar del NT, es más, se amonesta a los judaizantes por quererlo guardar, y pretender que lo observen los cristianos (Hechos 15; Gálatas 4:10; etc.). Incluso la Iglesia primitiva, cuando se emancipa de la de los judíos, se congrega en el primer día de la semana, domingo, y no en sábado. No hay precepto en todo el Nuevo Testamento de guardar el reposo sabático, porque era símbolo y figura del reposo que obtiene el cristiano en Cristo, cuando deja de trabajar por su salvación, y se acoge por fe a la salvación que Cristo le ofrece sin las obras de la ley (Hebreos 4). El cristiano no está bajo la ley de Moisés sino bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:21), y además, está sujeto a Su Palabra, y a todos los mandamientos que dio Cristo en el Nuevo Pacto.
Sexto. San Pablo, afirma claramente que el reposo sabático se abroga en Cristo (Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16,17).
Gálatas 4:8-11: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; (9) mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (10) Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. (11) Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.
Colosenses 2:8-17: Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. (9) Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, (10) y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. (11) En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; (12) sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. (13) Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, (14) anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, (15) y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (16) Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, (17) todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
He escrito y publicado en https://amistadencristo.com, ríos de tinta para aclarar este tema en que se basa la consulta del hermano. De los muchos artículos escritos hasta la fecha, para profundizar en este tema, he seleccionado tres artículos, que indico en el apartado de las referencias bibliográficas (6).
En cualquier caso, quedo a la entera disposición del lector, para todo lo que pueda servirle.
Afectuosamente en Cristo.
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto son nuestros.
Abreviaturas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
Las abreviaturas de los libros de la Biblia son las consignadas por la versión Reina-Valera, 1960.
(1) Aracil Orts, Carlos, 2013. https//amistadencristo.com: ¿Qué significa abstenerse de sangre y de ahogado?
(2) Maxwell, Lawrence, 1994. Esdras y Nehemías. Una nueva oportunidad; págs. 13-14 (Asociación Publicadora Interamericana)
(3) Maxwell, Lawrence, 1994. Esdras y Nehemías. Una nueva oportunidad; págs. 13-14 (Asociación Publicadora Interamericana)
(4) Aracil Orts, Carlos, 2010. Artículo en https//amistadencristo.com: ¿Es eterna la Ley de Dios del Antiguo Pacto?
(5) Aracil Orts, Carlos, 2014. https//amistadencristo.com: ¿Es la Ley del Sinaí inmutable y eterna?
(6) Aracil, Orts, Carlos. Algunos artículos que se recomiendan leer, porque se relacionan con el tema tratado ene este estudio bíblico sobre los Pactos y la ley Antigua, en https://amistadencristo.com:
¿Es la Ley del Sinaí inmutable y eterna?
¿Es el amor la base del Nuevo Pacto en Cristo?
La ley moral cristiana y los dos Pactos
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