¿Es idolatría la devoción a la Virgen María?

¿Debemos tratar de conocer e imitar a la Virgen María antes que a Cristo?

Versión: 27-06-2013

Carlos Aracil Orts

1. Introducción

Querido amigo, primero de todo, agradezco tu amable y sentida carta sobre la Virgen María. Comprendo que me escribes desde el corazón; es decir, desde tu gran amor filial que sientes hacia ella, como un hijo quiere a su madre física; pero quizá en un grado mayor, y puede que con un tipo de amor distinto, pues tú, enfáticamente, resaltas que María es tu Madre, así con mayúsculas; lo que me hace pensar que ocupa el primer lugar en tu corazón. Sin embargo, tu amor filial es tan grande que no por eso amas menos a tu única madre verdadera, la que te engendró, sino que aun compartes tu amor con las que también consideras “madres” como la Santa madre Iglesia, y, además, tu esposa, que, como buen católico, posiblemente crees, que desde el Cielo te protege, intercediendo por ti ante Dios.

¿Es malo o bueno amar a tantas “madres”? ¿Es eso lo que agrada a Dios? ¿Es acaso alguna forma de idolatría, porque de forma inconsciente te estés apoyando en “tus madres” antes que en Dios y Su Palabra? Todo dependerá de si, por encima de tus “madres”, Dios puede seguir ocupando el primer lugar en tu corazón. Pues Jesús nos advierte «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37).

No me corresponde a mí juzgarte, ni discernir si lo que haces es idolatría o no, pues solo Dios y Su Palabra tienen capacidad y competencia para ello. Sin embargo, sí necesito comprenderte, conocerte y amarte, pero no solo porque eres mi amigo, sino también porque es el “mandamiento nuevo” que nos dio Jesús: “que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. (35) En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» (Juan 13:34-35; NBJ, 1998).

El amor es un mandamiento que no se puede cumplir por obligación, porque lo mande la ley de Dios, sino porque nace de lo más profundo de nuestro ser. Pero si ese amor no procede de Dios no es verdadero amor sino una forma de enmascarar el egoísmo. Para que exista ese amor en el ser humano es imprescindible que su vieja naturaleza haya sido regenerada por el Espíritu Santo (Juan 3:5; Tito 3:5-7), para que Él pueda morar en su ser interno (Hechos 2:38-39; 1ª Corintios 3:16; 6:19; Efesios 1:13-14), y, de esta manera, guiarle a toda la verdad (Juan 16:13).

Sin embargo, tú te refieres al amor como un sentimiento. Pero, para mí, es mucho más que eso; es un principio que no está sujeto a las fluctuaciones de nuestro sentir, y que debe regir todo nuestra vida y todo lo que realizamos. El amor es un fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-24). “El amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1 Juan 4:7-11). Estos textos del apóstol Juan son muy hermosos, y creo que te gustará leerlos en un contexto más amplio:

1 Juan 4:7-11: Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. (8) Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. (9) En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. (10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados. (11) Queridos, si Dios nos ha amado de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.

Por deferencia a ti, estoy utilizando una traducción católica de la Biblia, muy conocida, importante y solvente, que se conoce como la Biblia de Jerusalén, edición de 1998. Para mí es válido solo lo que se ajusta al Espíritu de la Palabra de Dios; pues mi fe no nace por el catecismo de ninguna iglesia, ni por lo que me enseñaron mis padres, ni en el colegio, que fue muy poco convincente, y que no sirvió para echar raíces en mí.

La fe me fue dada por Dios hacia los treinta años, mediante el estudio de Su Palabra, y obediencia a la misma. Como puedes ver, nuestros fundamentos son muy distintos, pues tú te sustentas en lo que tus padres y la Iglesia te enseñaron. Ejerces tu fe en el Magisterio de la Iglesia católica, y en sus dirigentes, que como humanos se equivocan, porque se han dejado guiar más por la Tradición que por la Palabra de Dios. Y si ellos están equivocados, también lo estarás tú mismo; porque nunca te has cuestionado que puedan estar errados, y, entonces, acudir a la Fuente de la Verdad para comprobar por ti mismo, si lo que te enseñaron era correcto. Si Jesús viniera ahora amonestaría a la Iglesia católica, de la misma manera como lo hizo a los dirigentes de su tiempo. Por favor, compruébalo, tú mismo:

Marcos 7:6-13: Él [Jesús] les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. (7) En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. (8) «Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.» (9) Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! (10) Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. (11) Pero vosotros decís: Si uno dice a su padre o a su madre: «Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro Korbán – es decir: ofrenda -«, (12) ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, (13) anulando así la palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.»

Una vez, puestos sobre la mesa nuestros distintos puntos de partida, comentaré tu carta sobre la Virgen María, tratando que sea para edificarnos mutuamente. Pero para lograr que este contraste de pareceres o puntos de vista diferentes sea positivo, y al final, no quedemos ambos manteniendo nuestra posición inicial, propongo que, en adelante, también sea la Palabra de Dios la que nos ayude a discernir entre lo verdadero y lo falso. Pues solo ella es capaz de discernir los verdaderos “sentimientos y pensamientos del corazón” (Hebreos 4:12-13). Como cristianos que somos, nada más apropiado que ser obedientes y sumisos a la Palabra de Dios, y dejar, que ella sea el árbitro y juez en este debate.

2. La Palabra de Dios “discierne sentimientos y pensamientos del corazón” (Hebreos 4:12-13). ¿Es la Virgen María la que nos lleva a Dios?

Veamos, pues, lo que nos revela el Espíritu Santo en Su Palabra.

Hebreos 4:12-13 (NBJ, 1998): Pues, viva es la palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón. (13) No hay criatura invisible para ella: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta.

Vamos a tratar de averiguar qué tipo de amor requiere Dios que tengamos hacia Él y al prójimo. ¿Es un sentimiento o es un principio de vida? Si no es un sentimiento ¿Hay que amar, entonces, por obligación, porque sea un mandamiento? Aquí, como vimos antes, es donde quizá pueda evidenciarse que partimos de posiciones y bases muy distintas. El amor del que nos habla Jesús, y, en general, el que debemos a Dios, nuestro Padre y Creador, no es un sentimiento, que está sujeto, y que es influenciado por nuestros estados de ánimo, y por las conductas de los demás. Es el amor fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-25), que solo puede experimentarse en los corazones convertidos y regenerados por Dios, es decir, en todos los que han nacido de nuevo por la fe en la Palabra de Dios, y la acción del Espíritu Santo (Juan 3:5;Santiago 1:18; 1ª Pedro 1:22-25). Como dijo el apóstol Juan: “…El amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1 Juan 4:7).

Por lo tanto, lo único que me atrevo a decir con toda seguridad es que Dios no me pide lo que tú me aconsejas que haga: “Tendrías que conocer más a María y, seguro, la amarías más”. Por el contrario, para ser salvado, es decir, para lograr la vida eterna, solo es necesario lo que dijo el mismo Jesucristo: “que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17:3). No dice, “y también a la Virgen María”. Ella no es citada nunca en relación con la salvación. En ningún texto de la Biblia se afirma que María sea mediadora, ni corredentora, ni inmaculada, ni nada por el estilo.

Juan 17:3: Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

Pero, tengamos claro que “conocer al único Dios verdadero, y a Jesucristo” solo es posible mediante la fe en Su Palabra, porque ¿cómo vamos a conocerles si no creemos que ”Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. (2) [Y] En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo el universo; (3) el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, llevada a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:1-3)?

Por lo tanto, se conoce a Dios y a Jesucristo por la sola fe y mediante Su Palabra, y el creyente nace de nuevo (Juan 3:5), recibiendo el Espíritu Santo, y, se experimenta lo que dice San Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 3:20). Y, solo entonces podremos dar “el fruto del Espíritu [que] es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, (23) modestia, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).

¿Es la Virgen María la que nos lleva a Dios?

¿Qué ha tenido que ver la Virgen María en todo este proceso de regeneración y de ser adoptado como hijo de Dios? La Sagrada Escritura no declara en ningún lugar que somos hijos de María, ni que ella intervenga en algún punto para nuestra salvación, sino que “todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Romanos 8:14). Como siempre, es bueno leer el contexto más amplio relacionado con el tema en cuestión.

Romanos 8:14-17: En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. (15) Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! (16) El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. (17) Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.

En el Nuevo Testamento no hay un solo texto que se refiera a la Virgen María como madre de los cristianos. Pero en la epístola a los Gálatas, San Pablo, registra un interesante texto que afirma que “la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre” (Gálatas 4:26). ¿Pueden los católicos utilizar este pasaje para probar que María está en el Cielo y es madre de todos los católicos? ¿Tiene este pasaje algo que ver con María? Nada más lejos de la realidad. Veamos todo el contexto en que se registra este versículo:

Gálatas 4:21-31: Decidme vosotros, los que queréis estar sometidos a la ley: ¿No oís lo que dice la ley? (22) Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. (23) Pero el de la esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en virtud de la promesa. (24) Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es Agar, (25) (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, y lo mismo sus hijos. (26) Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, (27) pues dice la Escritura: Regocíjate estéril, la que no dabas hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conocías los dolores de parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada. (28) Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la promesa. (29) Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza perseguía al nacido según el Espíritu, así también ahora. (30) Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, que no heredará el hijo de la esclava junto con el hijo de la libre. (31) Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.

El apóstol, utilizando una alegoría, está haciendo un contraste entre los hijos naturales, que son hijos de la esclava Agar –que corresponden a los hijos de la Jerusalén actual, los que siguen bajo el pacto de la ley, porque han rechazado, el Nuevo pacto liberador en Cristo–, y los hijos de la promesa, los que nacen de Sara. Estos son todos los que han aceptado el Nuevo Pacto mediante la sola fe en Cristo, y la ley ya no puede condenarles; son hijos de la promesa que Dios hizo a Abraham de que en su descendencia serían benditas todas las naciones (Génesis 22:18; Gálatas 3:6-18). Todos estos son hijos de Dios, y de la Jerusalén de arriba.

Génesis 22:18: Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi voz.»

Gálatas 3:16: Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo.

Por lo tanto, deducimos que la “Jerusalén de arriba” es una metáfora que representa a todos los hijos de Dios, los que han nacido de lo alto, por voluntad de Dios, los “hijos de la promesa”, no los hijos de la carne, como los que tipifica, Ismael, el hijo de Agar –la esclava–, y que son perseguidores de los hijos de Dios, los que viven por la sola fe en Cristo. En pocas palabras “la Jerusalén de arriba o celestial” es el símbolo de la Comunidad de fieles en Cristo, es decir, los que forman la Iglesia, o verdadero “Cuerpo de Cristo” universal.

Vayamos, ahora al siguiente punto de tu carta sobre María.

3. ¿Es asombroso que un sacerdote católico califique de idolatría el culto a María?

Te preguntas: “¿es asombroso que un sacerdote católico califique de idolatría el culto a María?” Mi respuesta es sí; pues, aunque puedan existir algunos dirigentes que asuman ese criterio, poquísimos, si hay algunos, se atreverían a hablar tan claro, no solo por miedo a que sus superiores les pudieran sancionar, sino también porque se enfrentarían a muchos de sus fieles, cuyos afectos, seguridad en obtener sus peticiones y confianza en la salvación están más puestos en la Madre –la Virgen María– que en Dios, el Padre. Esto se debe a que la mayoría de nosotros, desde pequeños, tenemos inculcado en la mente la idea humana de que la madre es más indulgente, complaciente, compasiva, o condescendiente con sus hijos que el padre. Todos recordamos imágenes de niños que cuando el padre les riñe corren a refugiarse bajo las faldas de la madre, y ésta, normalmente, les protege impidiendo la disciplina que iba aplicarles el padre.

Querido amigo, tú afirmas, muy convencido al parecer, que “a María no se le adora”, pero, eso es en teoría. El Catecismo de la Iglesia católica como bien dices distingue entre el culto de adoración a Dios y un culto especial con el que es honrada la “Santísima Virgen”. Cualquiera, que sea algo imparcial y objetivo y no necesariamente muy observador, puede darse cuenta que muchos fieles católicos se postran ante las estatuas y diversas imágenes de la Virgen, y las besan, y rezan, ante estas representaciones de María, Cristo o de algún santo, –hechas de cosas corruptibles e inanimadas como madera, escayola o metal– multitud de peticiones y acciones de gracias por los favores recibidos, que ellos, ignorante e idolátricamente creen que se les ha sido concedido por su intermediación.

Por lo tanto, no importa que este fervor religioso se pretenda enmascararlo o disfrazarlo llamándole “veneración”, en lugar de “adoración”. En realidad es una práctica idolátrica porque atribuye a una imagen o a la persona humana que representa unas prerrogativas que solo le corresponden a Dios. La gloria y honra que merece el Creador le es quitada, y dada a la criatura, o lo que es peor a una estatua.

Dios es celoso y prohíbe terminantemente cualquier tipo de idolatría porque denigra, rebaja al ser humano, y le aparta del Creador. El problema de la idolatría fue tremendo en el Israel del AT, pero no ocurre menos en nuestros días con la llamada “veneración” de las imágenes y de las personas humanas que representan.

Aquí sería abrumador enumerar, la cantidad de santuarios de la Virgen María que existen, no solo en España sino en casi todo el mundo. Pero, en esto España creo que se lleva la palma. Un ejemplo más, que me acuerdo ahora es el de la veneración idolátrica que se le da a la imagen del llamado apóstol Santiago el Mayor, cuando los peregrinos, con motivo de visitar sus supuestas reliquias, abrazan, besan y acarician su estatua, hasta desgastarla por el uso de tantos devotos.

¿Por qué no solo permite esto la Iglesia católica, sino que lo patrocina, y, además, estimula al pueblo a que idolatre, si está claro que Dios lo ha prohibido en Su Palabra? Solo hay una respuesta: la Iglesia católica, con su Magisterio papal se considera por encima de Dios, pues no respeta Su Palabra, haciendo que sus fieles se desvíen del Creador. Citaré solo unos pocos textos para no cansar demasiado.

Éxodo 34:13-14: Destruid sus altares, destrozad sus estelas y romped sus cipos. (14) No te postres ante un dios extraño, pues Yahvé se llama Celoso, es un Dios celoso.

Deuteronomio 5:6-10: “Yo soy Yahvé tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. (7) «No tendrás otros dioses fuera de mí. (8) «No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. (9) No te postrarás ante ellas ni les darás culto. Porque yo, Yahvé tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, cuando me odian, (10) y tengo misericordia por mil generaciones cuando me aman y guardan mis mandamientos.

Isaías 45:20: Apiñaos y venid, acercaos juntos, escapados de las naciones. Necios los que pasean la madera de sus ídolos, y suplican a un dios que no salva.

Isaías 46:5-9: ¿A quién me podréis asemejar o comparar? ¿A quién me asemejaréis para que seamos parecidos? (6) Sacan el oro de sus bolsas, pesan la plata en la balanza, y pagan a un orfebre para que les haga un dios, al que adoran y ante el cual se postran. (7) Se lo cargan al hombro y lo transportan, lo colocan en su sitio y allí se queda. No se mueve de su lugar. Hasta llegan a invocarle, mas no responde, no salva de la angustia. (8) Recordad esto y sed hombres, tened seso, rebeldes, (9) recordad lo pasado desde antiguo, pues yo soy Dios y no hay ningún otro, yo soy Dios, no hay otro como yo.

Isaías 44:9-17: ¡Escultores de ídolos! Todos ellos son vacuidad; de nada sirven sus obras más estimadas; sus testigos nada ven y nada saben, y por eso quedarán abochornados. (10) ¿Quién modela un dios o funde un ídolo, sin esperar una ganancia? (11) Mas ved que todos sus devotos quedarán abochornados, y sus artífices, que no son más que hombres; se reunirán todos y comparecerán; y todos temblarán avergonzados. (12) El forjador trabaja en las brasas, configura a golpe de martillo, ejecuta su obra a fuerza de brazo; pasa hambre y se extenúa; no bebe agua y queda agotado. (13) El escultor tallista toma la medida, hace un diseño con el lápiz, trabaja con la gubia, diseña a compás de puntos y le da figura varonil y belleza humana, para que habite en un templo. (14) Taló un cedro para sí, o tomó un roble, o una encina y los dejó hacerse grandes entre los árboles del bosque; o plantó un cedro que la lluvia hizo crecer. (15) Sirven ellos para que la gente haga fuego. Echan mano de ellos para calentarse. O encienden lumbre para cocer pan. O hacen un dios, al que se adora, un ídolo para inclinarse ante él. (16) Quema uno la mitad y sobre las brasas asa carne y come el asado hasta hartarse. También se calienta y dice: «¡Ah! ¡me caliento mientras contemplo el resplandor!» (17) Y con el resto hace un dios, su ídolo, ante el que se inclina, le adora y le suplica, diciendo: «¡Sálvame, pues tú eres mi dios!»

También en el Nuevo Testamento se insiste para que los gentiles no caigan en la idolatría. Citaremos, como ejemplo, los siguientes textos:

1 Corintios 6:9-11: ¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni impuros, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, (10) ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni ultrajadores, ni explotadores heredarán el Reino de Dios. (11) Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.

1 Corintios 10:14: Por eso, queridos, huid de la idolatría.

1 Pedro 4:3: Ya es bastante el tiempo que habéis pasado obrando conforme al querer de los gentiles, viviendo en desenfrenos, liviandades, crápulas, orgías, embriagueces y en cultos ilícitos a los ídolos.

4. ¿Son las supuestas apariciones y mensajes de la Virgen un falso evangelio?

Más adelante, en tu escrito, te refieres a que no ves que las supuestas apariciones de la Virgen y sus mensajes vayan en contra del Evangelio, ni lo modifiquen en nada:

Relacionar las apariciones de la Virgen con otro evangelio lo encuentro disparatado y absurdo. Yo veo que la Virgen ni rechaza, ni tergiversa, ni modifica nada. Los mensajes, cuando los hay, son para leerlos y vivirlos. Los veo como recomendaciones de la Madre ayudando a los hijos para ir hacia el Padre o, incluso, corrigiéndolos. No creo tener visiones erradas de María, a la que tengo por mi madre y, por lo tanto, la quiero, como se puede querer y venerar a una madre (Antonio).

Comprendo que no te des cuenta de que los mensajes, que ha transmitido el supuesto espíritu de María, y que sigue difundiendo en sus cada vez más frecuentes apariciones, representan otro evangelio, y pretenden desviar la atención del único que pueda salvar, y del único al que hay que imitar, el cual es Cristo. Es un terrible y sutil engaño, cuyo principal responsable es el diablo, que ha sabido utilizar las doctrinas erradas de la Iglesia católica para arrastrar cuantas más almas pueda a la destrucción. Porque te aprecio de verdad, quisiera que no fueras víctima de este gran engaño, pero ¿puedo hacer otra cosa además de advertirte y recomendarte que creas más a la Palabra de Dios que a la de los hombres? Solo te dejo unos textos para que medites en ellos, y el Espíritu Santo te guiará a toda la verdad (Juan 16:13). Nadie sino Él puede hacerlo.

Gálatas 1:8-9: Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea maldito! (9) Como os tengo dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea maldito!

2 Corintios 11:13-15: Porque esos tales son unos falsos apóstoles, unos trabajadores engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. (14) Y nada tiene de extraño: que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. (15) Por tanto, no es mucho que sus ministros se disfracen también de ministros de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras.

Sutilmente, y poco a poco, los creyentes católicos van focalizando su atención en los supuestos mensajes y apariciones de la Virgen, y, sin darse cuenta, conceden más crédito a lo que dice el supuesto espíritu de la Virgen que a lo que Dios nos dice mediante el Evangelio. Entonces, al depositarse la fe y la esperanza en lo que no puede salvar, se alejan de Cristo y de sus buenas nuevas de salvación mediante la sola fe, sola Gracia y sola Escritura, pudiendo llegar muchas almas a perderse para siempre, que al fin y al cabo es lo que pretende nuestro enemigo, el diablo (1 Pedro 5:8). Transcribimos este pasaje en su contexto más amplio, pues resulta muy edificante:

1 Pedro 5:6-11: Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce; (7) confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros. (8) Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. (9) Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. (10) El Dios de toda gracia, el que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, os restablecerá, afianzará, robustecerá y os consolidará. (11) A él el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Como se ha podido comprobar, la Palabra de Dios nunca se apoya en María, porque ella es nuestra hermana, no nuestra madre.

5. ¿Es idolatría amar a la Virgen María?

En unos párrafos de tu carta que estoy comentando, haces una breve narración, en la que utilizas las figuras de un niño con su madre en un parque público, como tipos y figuras del niño Jesús con su madre, María. Esta tipología alegórica que mencionas es entrañable, y cierta su deducción, pues ¿cómo no va a querer un hijo a su madre, o una madre a su hijo? Nadie pone en duda que Jesús amó mucho a su madre, no solo como Hijo, pues a ella le debe parte de la naturaleza humana, sino también como Salvador, Redentor y Creador de la Humanidad.

Pero, ¿qué quieres decir con todo ello? Pues concluyes el párrafo diciendo que “¿por qué no la voy a querer yo?”. Nadie te impide querer a María y a tus otras cuatro “madres”, y a todo el mundo; porque, en principio, todo amor es bueno, salvo si se ama más a la criatura que al Creador, y se hace de ella un ídolo, o se la diviniza y ensalza de tal manera que se llega a creer que no solo está a la altura de Dios, sino que también puede recomendarnos a Dios e interceder por nosotros, para nuestro bien y salvación. Lo que sería absolutamente falso, pues eso es lo que quiere el maligno, esa es una doctrina de demonios. Ese es el falso evangelio. Primeramente, porque María es una criatura humana, por mucho que se la quiera llamar “Madre de Dios”, no deja de ser un ser humano más, como cualquier profeta, apóstol, discípulo de Jesús, que haya alcanzado la santidad por la regeneración que el Espíritu Santo obra sobre cada creyente, por medio de Su palabra.

No puedo compartir, de ninguna manera, tu afirmación que “María nos lleva a Dios”. En este punto, debo ser tajante, y no tratar de contemporizar contigo. Pues eso es precisamente el falso evangelio, ya que contradice totalmente la Sagrada Escritura. Es el Padre mismo el que nos lleva a Cristo para que seamos salvos por su sangre (Juan 6:37, 44).

Juan 6:37-48: Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; (38) porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (39) Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. (40) Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.» (41) Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo.» (42) Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?» (43) Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros. (44) Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. (45) Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. (46) No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. (47) En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. (48) Yo soy el pan de vida.

No hay que estudiar y meditar en María, como tú dices, sino que, por el contrario, nuestra atención y vida entera debe estar centrada en Cristo; porque Él, es nuestro modelo, pero, lo fundamental es que Él ha derramado Su sangre por mí, ha muerto por mis pecados, y enviado Su Santo Espíritu para regenerarme, y Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, y el único fundamento (Marcos 10:45; Hechos 4:11-12; 1ª Timoteo 2:5;-6; 1ª Corintios 3:11; 1ª Pedro 2:1-8; 1ª Juan 2:2; Tito 3:5-8).

Marcos 10:45: que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»

1 Juan 2:2: Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

1 Timoteo 2:5-7: Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, (6) que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Tal es el testimonio dado en el tiempo oportuno, (7) y de este testimonio yo he sido constituido heraldo y apóstol – digo la verdad, no miento -, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad.

Tito 3:3-7: Pues también nosotros fuimos en algún tiempo insensatos, desobedientes, descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en malicia y aborrecibles y odiándonos unos a otros. (4) Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, (5) él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, (6) que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador, (7) para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna.

¿Dónde ubicamos a la Virgen María –y a las demás madres que tú atesoras en tu corazón– en todo el proceso de salvación de cada ser humano? ¿Manda Dios acaso “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” e igualmente a la Virgen, Madre de mi Hijo? Veamos lo que declara Jesucristo, y si eso es compatible con tú afirmación de que quieres con toda tu alma” a la Santa Madre Iglesia. ¿Amas más a tu Iglesia que a María? No importa eso sino si te apoyas más en ellas que en Dios y Cristo, que es el consumador de la fe (Mateo 22:36-40; Hebreos 12:1-2). Medita en estos textos, porque ellos de ninguna manera nos remiten a María, sino que por el contrario enfatizan que todo nuestro ser se centre y se focalice en Dios y Cristo: “fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe”.

Mateo 22:36-40: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» (37) Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. (38) Este es el mayor y el primer mandamiento. (39) El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.»

Hebreos 12:1-2: Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con constancia la carrera que se nos propone, (2) fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, por el gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios.

El amor a Dios y al prójimo no es un sentimiento, sino el resumen de toda la ley de Dios; es, además, un principio de vida, nunca un sentimiento que dependa de nuestros estados de ánimo. A nada, ni a nadie se le debe amar como a Dios. Lo seres humanos fabricamos muchos ídolos sin darnos cuenta, por eso, Jesús nos advierte «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37).

Además, Jesús dejó muy claro quiénes eran su madre y sus hermanos cuando declaró lo siguiente: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen.» (Lucas 8:21). Con ello derriba todos los altares que la Iglesia católica ha hecho a María para situarla a la altura del Creador, o quizá más, pues afirma que es la Madre de Dios; y de esta manera hace creer a sus fieles que con la intercesión de María se pueden conseguir más beneficios que con la de Jesucristo, pues ¿cómo va Dios a negar nada que le pida Su Madre? Veamos un poco más de contexto:

Lucas 8:19-21: Se le presentaron su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él [Cristo] a causa de la gente. (20) Le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.» (21) Pero él [Cristo] les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen

6. Conclusión

Querido amigo, como gran y buen amigo que te considero comparto contigo cosas esenciales, que sin duda hacen que hayamos congeniado, hasta el extremo de llegar a ser muy buenos amigos. Sin embargo, las bases de nuestras respectivas creencias cristianas son muy distintas, pues tú te sustentas en lo que dice tu Iglesia, y yo solo en la Santa Biblia, sin las doctrinas derivadas de la Tradición católica. Y espero que estas discrepancias doctrinales no sean causa de que nuestra amistad se enfríe, pues ella debe estar siempre por encima de todo. En toda mi respuesta a tu carta, solo hay el deseo de que edifiquemos nuestra fe sobre las base inamovibles que puso Jesús y Su Palabra, el Pan e Vida (Juan 6:33-51). Hago este preámbulo porque en absoluto puedo estar de acuerdo con tu siguiente párrafo, que a continuación transcribo:

“La Iglesia no “inventa” cosas. Es madre nuestra y Esposa de Cristo, que da lo mejor a sus hijos. Doy gracias siempre por tener esta madre y por ser canal de gracias para llegar a Dios”.

La Iglesia ha introducido muchas doctrinas que son inventadas, fruto de la Tradición, pero que contradicen la Palabra de Dios. Ya hemos citado algunas de ellas. Creo que ahora no es el lugar ni el momento de citar todos “sus inventos” doctrinales, como la confesión de los pecados hecha a través de un sacerdote, la Transustanciación de las especies de pan y vino en el Cuerpo y Ser total de Jesucristo, el Purgatorio, etc., etc. Al respecto, publiqué el siguiente artículo en mi web, en el cual explico más detalladamente Por qué no soy católico.

La Santa Madre Iglesia no puede salvar a nadie. Solo Cristo salva. Nadie debe confiarse que por pertenecer a ella, tiene ventajas; solo sería beneficioso para el cristiano si la Iglesia enseñase la sola Escritura, la sola Gracia y la sola fe. Confiar en una institución humana, y además, quererla con toda el alma, como es tu caso, es peligroso; porque es anteponer lo humano, y visible, lo que puede errar, antes que lo Divino e invisible. Y los errores de la Iglesia católica se han hecho bien evidentes a través de la historia de atrocidades que han cometido los papas y la jerarquía católica a través de la “Santa Inquisición”, la horrenda organización para la más refinada crueldad. ¿Puede llamarse santa tal iglesia? ¿Se puede confiar en ella ciegamente? ¿Puede un ciego guiar a otro ciego sin que ambos caigan en el hoyo (Lucas 6:39)?

Ahora, la Iglesia católica no persigue a los herejes y discrepantes porque no puede hacerlo, pero ella enseña doctrinas falsas que contradicen la Palabra de Dios, y apartan del único camino que es Cristo (Juan 14:6; Hechos 4:12; 1ª Timoteo 2:5;); y no solo eso sino que también se ha puesto a sí misma y al Papa como fundamentos de la fe, cuando la Palabra de Dios declara “nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo” (1 Corintios 3:11). La Iglesia católica sostiene y enseña que ella está fundada sobre la piedra que es Pedro, y eso es absolutamente falso. El fundamento, la piedra viva y angular solo puede ser Cristo (Hechos 4:12; 1 Pedro 2:4-10), y decir otra cosa es una herejía, un falso evangelio.

Aquí tenemos el testimonio del apóstol san Pedro

Hechos 4:11-12: Él [Cristo] es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular. (12) Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.

San Pablo afirma con contundencia que hay un solo mediador entre Dios y los hombres. Por tanto, acudir a María o a cualquier otra criatura humana, que esté en el Cielo o en la Tierra es una herejía, apostasía, etc.

1 Timoteo 2:5-7: Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, (6) que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Tal es el testimonio dado en el tiempo oportuno, (7) y de este testimonio yo he sido constituido heraldo y apóstol – digo la verdad, no miento -, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad.

Aquí tenemos, de nuevo a san Pedro, la supuesta piedra sobre la que se fundamenta la Iglesia católica, dirigiéndonos a todos los creyentes no a él mismo, sino a la única Piedra que es un cimiento seguro, y que salva, porque es Dios y Hombre a la vez.

1 Pedro 2:4-10: Acercándoos a él [Cristo], piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, (5) también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. (6) Pues está en la Escritura: He aquí que coloco en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y el que crea en ella [Cristo] no será confundido. (7) Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido, (8) en piedra de tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la palabra; para esto han sido destinados. (9) Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz, (10) vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois Pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos.

La institución sacerdotal y jerárquica de la Iglesia católica no tiene apoyo en la Biblia (Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-12). También esta misma Iglesia prohibió que los sacerdotes se casaran; y Pablo denuncia que esto ocurriría en “los postreros tiempos”, y lo califica de “doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1-3). Todo creyente cristiano es un sacerdote (1 Pedro 2:9) que media entre Dios y los hombres, pero no como lo hace la Iglesia católica, que es usurpando la mediación de Cristo, sino siendo “embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!” (2 Corintios 5:20). Y esta reconciliación con Dios es tarea y misión de todos los que se consideran discípulos de Cristo, y se lleva a cabo, mediante la enseñanza de Su Palabra, no de la tradición de los hombres como hace la Iglesia católica (Mateo 28:19-20):

Mateo 28:19-20: Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, (20) y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»

2 Corintios 5:18-21: Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. (19) Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! (21) A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.

Como supongo que ya sabes, porque hace años que mantenemos buena amistad, me gusta hablar claro, y decir lo que pienso, pues creo que un cristiano no debe tener doblez alguna; y, además, si con los amigos, no se puede tener confianza, ¿con quién entonces se va a tener? Tú dices que María es tu Madre. Muy bien. Lo respeto. Lo que ya no entiendo es cómo puedes decir: “tendrías que conocer más a María y, seguro, la amarías más”.

En primer lugar, ¿por qué tengo que amar más a María de lo que amo a cualquier hermano, hermana, amigo o amiga? María es la mujer que Dios eligió para dar cuerpo humano a Su Hijo. Es una santa mujer que, a pesar de su gran honor y privilegio que Dios le dio, mantuvo su humildad y obediencia a Él, y supo cumplir con su misión de educar al Mesías. Ella es nuestra hermana porque también, como todo ser humano, necesita a Cristo como Redentor y Salvador. Como todo ser humano, ella necesitó de la Gracia de Dios y de Cristo para ser salvada. Como todos los anteriores textos citados en este estudio bíblico corresponden a la Biblia de Jerusalén, 1998, que como sabes es una versión católica de la Biblia.

Lucas 1:26-55: Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, (27) a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. (28) Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» (29) Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. (30) El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; (31) vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. (32) Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; (33) reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» (34) María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (35) El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. […] (41) En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo (42) y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; (43) y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? (44) Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. (45) ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (46) Y dijo María: «Alaba mi alma la grandeza del Señor (47) y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador (48) porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, (49) porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre (50) y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. (51) Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. (52) Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. (53) A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías. (54) Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia (55) – como había anunciado a nuestros padres – en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»

Aunque la Iglesia católica se ha empeñado en declarar, calificar o considerar a María como “inmaculada”, es decir, una naturaleza impecable como la de Cristo, o la de Adán y Eva antes de su Caída, nunca lo podrá probar con las Sagradas Escrituras en la mano. En los textos citados arriba es el ángel el que se refiere a la Gracia de Dios concedida a María no solo para ser salvada sino también para realizar su importante misión como madre del Mesías, y ella misma confiesa que Dios es su Salvador. De todo ello solo cabe deducir que es una criatura humana, como todas las demás, con idéntica naturaleza caída que todos heredamos de los Primeros Padres, y que como todo ser humano necesita ser restaurada o regenerada para ser salva. La Tradición y el Magisterio papal son los que, contrariamente a la Palabra de Dios, han proclamado la concepción inmaculada de María.

Mateo 12:46-50: Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con él. (47) Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.» (48) Pero él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» (49) Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. (50) Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre de los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.»

Marcos 3:31-35: Llegan su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, le envían a llamar. (32) Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.» (33) Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?» (34) Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. (35) Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.»

Lucas 8:19-21: Se le presentaron su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente. (20) Le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.» (21) Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen.»

Sin embargo, el fin de todo discurso es “amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios” (1ª Juan 3:7; RV, 1960)

Juan 13:34-35: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. (35) En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»

Quedo a su disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

http://www.amistadencristo.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Las abreviaturas de los libros de la Biblia son las consignadas por la versión Reina-Valera, 1960.

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