¿El reposo sabático es un mandamiento de Dios?

Versión: 30-09-2016

Carlos Aracil Orts

1. Introducción

Estimado hermano Abel, me alegro que me hayas contactado, y te agradezco tu consulta siguiente:

“Hola, he estado en discusión con Adventistas sobre la ley y principalmente el Sábado, podrías aclararme esto por favor? En Apocalipsis habla de los mandamientos de Dios:

Apocalipsis 12:17: Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

Apocalipsis 14:12: Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.

¿Quiere decir que el día de reposo, sábado, está incluido? Gracias y Bendiciones. (Abel)

Ayer recibí otro correo tuyo, y también agradezco tu comentario elogioso:

“Hola interesante tu artículo, bueno todos en general.

Estuve leyendo este artículo: ¿Se puede alcanzar la vida eterna cumpliendo la Ley moral?

Si bien entiendo, debemos guardar todos los mandamientos de Dios y en estos encontramos el día de reposo sábado, esto quiere decir que no podemos trabajar si no descansar, hacer el bien…Gracias y Bendiciones.” (Abel)

Y en el último correo que me enviaste me decías que los adventistas, con los que habías contactado, seguían tratando de convencerte de la vigencia del mandamiento del reposo sabático, argumentando que el sábado fue dado por Dios desde la creación, y que Abraham ya lo observaba, antes de que existiese la Ley de Moisés. También te dijeron que debíamos imitar a Jesús y los apóstoles en todo, y puesto que Jesús iba cada sábado a la sinagoga a enseñar y curaba en sábado, y como también los apóstoles predicaron en el día sábado, los cristianos debíamos hacer lo mismo.

Te respondo. Por lo que me dices en tu segundo correo, a pesar de haber leído el citado artículo, sacaste la conclusión que había que guardar el reposo sabático. Por favor, léelo de nuevo con más detenimiento y verás que yo afirmo claramente que la Ley Antigua está abolida, y que los cristianos estamos bajo la ley de Cristo, la cual no recoge el mandamiento del sábado sino solo la ley de amor a Dios y al prójimo.

Al parecer, para los adventistas del séptimo día no hay otros mandamientos que los de la Ley del Sinaí. Ellos cuando leen la palabra “mandamientos” o “Ley” en el Nuevo Testamento (NT) siempre lo asocian con el Decálogo del Antiguo Testamento (Éx. 20:2-17; Dt. 5:6-21). Para los tales no existe otra ley moral que la que Dios le dio a Moisés en el monte Sinaí, hace, aproximadamente, unos 3.500 años. Creen que es una ley perfecta que, al igual que fue muy útil para el pueblo de Israel de la antigüedad, también sirve para los cristianos.

En lo que sigue de este estudio bíblico comprobaremos que en los mandamientos de Dios o de Cristo del Nuevo Pacto no se incluye el reposo sabático, y que los cristianos solo están vinculados a la ley de Cristo, es decir, la ley que está contenida en el Nuevo Testamento.

2. ¿El reposo sabático es un mandamiento de Dios para los cristianos?

La citada ley del Sinaí dada por Dios a Moisés –de ahí que se denomine también Ley de Moisés o Ley del Señor–, que fue muy avanzada para aquella época en que fue promulgada, es una ley básica que desarrolla los dos principios eternos, de amor a Dios y a nuestros semejantes, en diez preceptos, adaptados a un pueblo y a una época.

Esta ley es la base del Pacto Antiguo, y, por tanto, forma parte inseparable del mismo. Cuando el Pacto Nuevo en Cristo sustituye al Antiguo (Heb. 8:13) esta Ley deja de estar vigente, aunque permanecen sus principios eternos sobre los que estaba fundamentada. El cuarto precepto del Decálogo (Éx. 20:8-11; Dt. 5:12-15), que prescribe guardar el reposo en sábado –séptimo día de la semana–, Dios lo convierte en señal del Pacto Antiguo (Éx. 31:12-17). Evidentemente, los cristianos no estamos bajo el Pacto Antiguo sino bajo el Nuevo en Cristo; por lo que tampoco los cristianos tenemos el reposo sabático como señal del Pacto, ni es mandamiento para los cristianos.

El mandamiento de la ley del Sinaí, de guardar el sábado (Éx. 20:8-11; Dt. 5:12-15), se circunscribe solo al pueblo judío, porque fue la señal del Pacto Antiguo (Éx. 31:12-17), y, al ser este Pacto sustituido por el Nuevo en Cristo (Lc. 22:20), el Pacto Antiguo queda abolido (Heb. 8:13). En ningún lugar del Nuevo Testamento se prescribe la observancia de este mandamiento, sino que, por el contrario, se nos dice que la Ley de Moisés –que es la ley del Señor– no se aplica a los cristianos (véase Hechos 15).

Este tema está ampliamente desarrollado en varios artículos de esta web, especialmente en los siguientes:

¿Por qué pregunta si matar es pecado?

¿Por qué los cristianos no guardan el reposo sabático?

Por otro lado, en el Nuevo Pacto en Cristo, los únicos mandamientos que se aplican a los cristianos son todas las enseñanzas de Jesús y las de sus apóstoles. El apóstol san Pablo, se refiere claramente a que él está bajo la Ley de Cristo (1 Co. 9:20-21), y como él, así todos los cristianos. Veamos:

1 Corintios 9:20-21: Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; (21) a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.

¿Comprendes ahora, querido hermano, que los cristianos no estamos bajo la ley del Sinaí sino bajo la Ley de Cristo y que solo nos afecta el Nuevo Pacto o Testamento en Cristo, puesto que el Antiguo Pacto ya no está vigente?

3. ¿Cuál es, pues, la ley de Cristo o, lo que es lo mismo, los Mandamientos de Dios para el Nuevo Pacto?

A estos mandamientos se refirió Jesús en el Evangelio de San Mateo (5:21-46), los cuales veremos más abajo. Lo que caracteriza a estos mandamientos es el amor que nos expresó Cristo, cuando dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).

Y el mismo San Pablo: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14). Notemos, además, que los mandamientos del Nuevo Testamento no son los Diez Mandamientos del Antiguo Pacto, aunque, exceptuando el de guardar el sábado –que es una ley ritual–, el resto, conforman una ley moral básica; pero Cristo y su Palabra van mucho más lejos. Por ejemplo, fíjate en la cantidad de mandamientos que nos da San Pablo en los textos que siguen, y todos son Palabra de Dios y de obligado cumplimiento, porque son los mandamientos de Dios:

Romanos 13:1-10: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. (2) De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. (3) Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; (4) porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. (5) Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. (6) Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.

Sin embargo, los adventistas, para los que no existe más ley que la del Sinaí, consideran que el mandamiento del reposo sabático es el corazón de la ley, porque su profetiza, Ellen G. White, recibió una visión en la que el citado mandamiento resaltaba sobre todos los demás, con una especie de halo luminoso (1), y, posiblemente, no le dan mucha importancia a los mandamientos de Dios del Nuevo Pacto, que no están contenidos en la Ley del Sinaí, como, por ejemplo:

Romanos 13:7-8: Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. (8) No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.

Ahora bien, los adventistas necesitan tener la Ley del Sinaí –los Diez Mandamientos–, porque, muchos que he conocido, creen que, si dicha Ley estuviese abolida, sería lícito, por ejemplo, “matar y robar”; no les basta que la ley de Cristo declare “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14), y que el mismo Cristo afirmase que no basta con “no matarás” sino que Él también prohíbe enojarse con nuestros semejantes, ofenderlos o aborrecerlos (Mt. 5:21-26). Si la ley Antigua hubiese sido perfecta habría sido innecesario que Jesús la ampliara y la perfeccionase para que fuera una ley moral universal, que sirviera para todos los seres humanos.

Parecería que si no existiese una ley que prohibiera expresamente cada acto o conducta inmoral, los adventistas podrían sentirse libres de cometerlo, pues son tan legalistas que necesitan que haya una ley externa que les restrinja de obrar inmoralmente. Pues bien, los cristianos, sin necesidad de recurrir al Decálogo, disponemos de todos los mandamientos que se recogen en el NT, que son muchos y más elevados o espirituales que los diez citados del AT. Pero, además, el cristiano está bajo “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, [que le] ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). Es decir, de nada nos servirían todas las leyes del mundo incluidas las del Antiguo y Nuevo Testamento si no tenemos a Cristo morando en nosotros mediante el Espíritu Santo; si no tenemos un corazón regenerado, si no hemos nacido de nuevo, no tendremos el Espíritu Santo morando en nosotros para capacitarnos para no pecar, o sea, para no transgredir la ley moral.

Romanos 13:9-10: Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

“El cumplimiento de la ley es el amor”, es decir, “toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14); porque si no adulteras, no matas, no hurtas, no levantas falso testimonio, no codicias, has cumplido la letra de la Ley Antigua, pero, si en tu corazón, no tienes amor a Dios y a tus semejantes, entonces no has cumplido la Ley de Cristo.

Y, según el apóstol Juan, no basta con no matar sino que, si uno aborrece a alguien, ya ha transgredido la ley de Cristo, veamos: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. (15) Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. (16) En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Juan 3:14-16). Nadie podrá negar que la Ley de Cristo va mucho más allá que la del Sinaí y que es mucho más perfecta, porque no legisla solo sobre las conductas o actos externos sino también sobre los deseos e intenciones del corazón humano.

El apóstol Santiago (1:25-27; 2:8) la denomina “la ley de la libertad”, y la describe igual que los otros apóstoles. No hay duda; nadie puede confundirse con la Ley del Sinaí, que está abolida en el Nuevo Pacto en Cristo, aunque los principios morales, en que ésta basada, permanecen, porque también está fundamentada en el amor (Mateo 22:35-40), y Dios es amor (1ª Juan 4:8,16), y Su Ley de amor es eterna. Pero este principio eterno del amor de Dios se puede plasmar mediante uno o muchos mandamientos, porque es imposible legislar todos los pensamientos, deseos, sentimientos y actos. Esta es la razón por la cual los cristianos no son guiados por ninguna ley moral externa sino por la que Dios ha implantado en sus corazones regenerados, “porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Ro. 8:14).

Observemos que, en los siguientes textos, guardar los mandamientos es idéntico a guardar la Palabra de Cristo; es decir, a los cristianos nos vincula todo el Nuevo Testamento; y no las leyes del Antiguo Testamento, que podrían ser suficientes para todos aquellos que rechazan a Cristo y Su Palabra.

1 Juan 2:3-11: Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. (4) El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; (5) pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. (6) El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. (7) Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. (8) Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. (9) El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.(10) El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. (11) Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

¿Entiendes, ahora que los mandamientos a que se refieren los textos de Apocalipsis (12:17 y 14:12) no se corresponden con la Ley del AT, sino con la Ley de Cristo y su Palabra?
¿Quieres conocer más mandamientos de la ley de Cristo? Lee, por ejemplo, los siguientes textos:
Primer mandamiento: no solo “No matarás” –como se limitaba prohibir la Ley Antigua– sino “no te enojes”, “no ofendas a tu hermano”, “reconcíliate con él”, “no le aborrezcas o no le odies” (Mateo 5:21-26).

Si los adventistas o cualesquiera personas se conformasen con solo cumplir el mandamiento de “No matarás”, no estarían cumpliendo la Ley de Cristo, que al ser más perfecta, legisla también los sentimientos y pensamientos de nuestro ser:

Mateo 5:21-26: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. (22) Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. (23) Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, (24) deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (25) Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. (26) De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

Segundo mandamiento: No solo no cometerás adulterio sino que no mires a una mujer o a un hombre para desearlo (Mateo 5:27-32):

Mateo 5:27-32: Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. (28) Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. (29) Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. (30) Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. (31) También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. (32) Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.

Los que se conforman con la Ley del Sinaí y rigen sus vidas solo con la misma, no tienen en cuenta que la Ley de Cristo, al contrario que aquella, prohíbe el divorcio excepto “por causa de fornicación”. Por tanto la Ley de Cristo es más perfecta y exigente que la Ley Antigua, que permitía el divorcio.

Tercer mandamiento (Mateo 5:33-37): “No juréis en ninguna manera”.

Igualmente, Jesús, con este mandamiento, amplifica el tercer mandamiento de la Ley de las tablas de piedra, que solo prohibía tomar el nombre de Dios en vano.

Mateo 5:33-37: Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. (34) Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; (35) ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. (36) Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. (37) Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.

Cuarto mandamiento (Mateo 5:38-42):No resistáis al que es malo”.

Este mandamiento ni siquiera lo contempla el Decálogo. Pero es inútil tratar de convencer a los adventistas que deben regirse por la Ley de Cristo y no por la Ley Antigua, porque para ellos los Diez Mandamientos es la única y más perfecta y eterna Ley de Dios. Se acomodan a la sencillez básica de la Ley del Sinaí, y con ello se conforman; prefieren aquella simpleza y ley elemental básica, que la perfección y amplitud de la Ley de Cristo, que “discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb. 4:12).

Mateo 5:38-42: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. (39) Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; (40) y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; (41) y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos. (42) Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.

Quinto mandamiento (Mateo 5:43-48): “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.

Este mandamiento tampoco está contemplado en la sencilla Ley de las tablas de piedra, que fue muy adecuada y adaptada para la época en que se promulgó. Pero con Cristo la ley moral se actualiza, amplifica y espiritualiza hasta alcanzar la máxima perfección de la Ley eterna de Dios; porque la revelación de Dios es progresiva y se adapta al ser humano, según su estado de evolución y conocimiento de Él.

Mateo 5:43-48: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo,) y aborrecerás a tu enemigo. (44) Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45) para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (46) Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (47) Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? (48) Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Más mandamientos:

Mateo 18:1-6: En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? (2) Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, (3) y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. (4) Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. (5) Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. (6) Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.

Cómo se debe perdonar al hermano

Mateo 18:15-20: Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. (16) Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. (17) Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. (18) De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.(H) (19) Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. (20) Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Perdonar siempre a todos “hasta setenta veces siete”, es decir, un infinito número de veces, o sea siempre.

Mateo 18:21-35: Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? (22) Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.(I) (23) Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. (24) Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. (25) A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. (26) Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. (27) El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. (28) Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. (29) Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. (30) Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. (31) Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. (32) Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. (33) ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? (34) Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. (35) Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

No acaban aquí los mandamientos de la Ley del Nuevo Testamento, pues todo en él es Buenas Nuevas y también es ley para todo cristiano; por ejemplo, y sin pretender ser exhaustivo, veamos más mandamientos y prescripciones:

“Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19-20).

“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. (2) Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 5:1-2):

Queridos adventistas del séptimo día, por favor, admirad la belleza de la Ley de Cristo, y no os conforméis con los Diez Mandamientos. Mirad que mandamientos más hermosos nos sigue dando el gran apóstol Pablo, que no están contenidos en vuestra admirada Ley Antigua:

“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; (4) ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. (5) Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:3-5).

Si de verdad os gusta tanto la Ley de Dios ¿por qué no predicáis también la Ley de Cristo? ¿Acaso sois antes judíos que de Cristo? Atended a la Palabra de Dios:

“Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo. (15) Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, (16) aprovechando bien el tiempo porque los días son malos. (17) Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Efesios 5:14-16).

¿Queréis más mandamientos de Dios? Aquí están algunos más:

“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, (19) hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; (20) dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:18-20).

“Someteos unos a otros en el temor de Dios. (22) Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; (23) porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Efesios 5:21-23).

“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, (26) para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, (27) a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (28) Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. (29) Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, (30) porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. (31) Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. (32) Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. (33) Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efesios 5:25-33).

“Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. (19) ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (20) Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:18-20).

“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. (17) Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. (18) Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gálatas 5:16-18).

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, (20) idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, (21) envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21)

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, (23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).

“Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).

“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25).

“No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas 5:26).

“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).

“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. (10) Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10).

“Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:21).

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. (2) En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; (3) y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 4:1-3).

4. Conclusión

Comprendo que los adventistas se adhieran y se vinculen a la Ley de los Diez Mandamientos del Antiguo Testamento, porque existe una ley humana no escrita que es la ley del mínimo esfuerzo. Por eso, ellos prefieren quedarse con los Diez Preceptos de la Ley Antigua, y no tener que observar todas las leyes de la Palabra de Dios, pues aquello es mucho más fácil y cómodo, y sus conciencias, como las de mucha gente, sienten que si no matan, no roban y cumplen el resto de los mandamientos de la Ley Antigua, ya han cumplido la Ley de Dios, y se consideran “buenos”, y en paz y justificados con Dios, pero esto no es así; porque la Palabra de Dios afirma “que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).

“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28).

El mandamiento de reposar el día sábado (Éx. 20: 8-11; Dt. 5:12-15) no es preceptivo en el Nuevo Pacto en Cristo, porque en ninguna parte del Nuevo Testamento se ha confirmado, por el contrario, la Palabra nos dice que “nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo” (Col. 2:16).

El apóstol san Pablo también amonesta a los judaizantes que querían seguir guardando todas las festividades de la Ley Antigua, entre las que se incluye, por supuesto, la festividad semanal del reposo sabático. Veámoslo:

Gálatas 4:8-11: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; (9) mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (10) Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. (11) Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.

Estos “débiles y pobres rudimentos” a los que se refiere el Apóstol son sin duda la Ley de Moisés que, como sabemos, incluye entre otras leyes los Diez Mandamientos. Emulando a san Pablo, se les podría decir igualmente a los adventistas “¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?”

¿Por qué habéis quedado fijados o anclados a la Ley del Sinaí, que no es más que un débil y pobre rudimento al lado de la Ley de Cristo?

Seguramente vuestra profetiza –Ellen White– tiene mucha responsabilidad en ello, y en la exaltación del mandamiento del reposo sabático, hasta considerarlo más importante que, incluso, el “No matarás” o cualquier otro de las Tablas de piedra.

Es inútil que los adventistas del séptimo día traten de defender que el reposo sabático –como mandamiento– fue instituido por Dios desde la creación, y que también fue dado a Abraham. Esto es totalmente falso; porque “la Ley vino cuatrocientos treinta años después [de la promesa que Dios hizo a Abraham]” (Gá 3:17; cf. Gn. 12:1-4; 22:17-18).

Gálatas 3:16-18: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. (17) Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. (18) Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.

Si el reposo sabático fuera un mandamiento en el Nuevo Pacto, Jesús y sus apóstoles lo hubieran confirmado en algún momento de su ministerio, pero no lo hicieron (véase Hechos 15).

Los adventistas pretenden suplir la ausencia de confirmación del citado mandamiento en el NT, aludiendo a que Jesús asistía todos los sábados a la sinagoga, y que también hizo sanaciones en el día sábado, y, que, por tanto, debemos imitarle en todo. Este argumento es absurdo e inconsecuente, porque Jesús nació y vivió bajo la ley Antigua (Gá. 4:4), y vino para cumplir toda la ley, ¿cómo, pues, Él no iba a cumplir el reposo sabático, si además fue Él mismo, como Verbo el que lo promulgó en el Sinaí y les dio el citado reposo en el séptimo día como señal del Pacto Antiguo?

Pero con la muerte y resurrección de Cristo se inaugura el Nuevo Pacto, y se abroga el mandamiento del reposo sabático, porque simbolizaba el reposo –el cesar de obrar para conseguir la salvación– que todo creyente iba a encontrar en Cristo (véase Heb. 4). Y que los apóstoles predicaran y asistieran durante algún tiempo en sábado a las sinagogas, no es de extrañar pues allí era donde se reunían los judíos, ya fueran conversos o no. Era necesario cumplir la ley de Cristo de “Id y haced discípulos…” (Mt. 28:19-20). La predicación del Evangelio debía empezar por el pueblo de Israel. Además, el mero hecho de reunirse e ir a predicar en día sábado no convierte este día en uno que sea de obligado cumplimiento o preceptivo reposar. Los cristianos no esperamos al sábado para dar testimonio de Jesús, sino cualquier día es adecuado para ello.

Queridos hermanos, no permitamos que nadie quiera judaizarnos y obligarnos a guardar la Ley de Moisés, que incluye el Decálogo, con su día de reposo judío, que fue la señal de su Pacto con Dios (Éx.31:13-18), según los reglamentos prescritos en el Antiguo Testamento; pero que no son vinculantes para el pueblo cristiano: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: (29) que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15:28-29).

Sobre este tema de “la Ley y el Sábado” he escrito muchos otros estudios bíblicos, que se pueden consultar en www.amistadencristo.com, siguiendo los enlaces que indico en el apartado referencias bibliográficas. (2)

Quedo a tu disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortshttp://www.amistadencristo.com/images/a.gifgmail.com

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

(1) Ellen G. White; “Primeros Escritos” (Extraído del prólogo del citado libro). La negrilla y el subrayado son añadidos por mí y no están en el original.

“El primer sábado de abril, en 1847, siete meses después que ella [Elena G. White] y su esposo principiaran a guardar el sábado, el Señor dio a la Sra. de White, en Topsham, Maine, una visión en la cual se recalcó la importancia del sábado. Elena vio las tablas de la ley en el arca del santuario celestial, y notó que el cuarto mandamiento estaba rodeado de una aureola de luz. En Primeros Escritos, Págs. 32-35, puede leerse el relato de esa visión que confirmó las conclusiones impuestas por el estudio de la Palabra de Dios. En visión profética, la Sra. de White fue trasladada al fin de los tiempos y vio que, por su actitud hacia la verdad del sábado, los hombres demostrarán si deciden servir a Dios o a una potencia apóstata. En 1874, ella escribió: «Creí la verdad acerca del sábado antes de haber visto cosa alguna en visión con referencia al día de reposo. Después que comencé a observar el sábado transcurrieron meses antes que se me mostrase su importancia y su lugar en el mensaje del tercer ángel.»-E. G. de W., carta 2, 1874.”

VISIONES SUBSIGUIENTES

[de Ellen G. White; “Primeros Escritos”; págs. 32-35)

El Señor me dio la visión que sigue en 1847, mientras los hermanos estaban reunidos el sábado, en Topsham, Maine.

Sentimos un extraordinario espíritu de oración, y mientras orábamos el Espíritu Santo descendió sobre nosotros. Estábamos muy felices. Pronto perdí el conocimiento de las cosas terrenas y quedé arrobada en una visión de la gloria de Dios. Vi un ángel que con presteza volaba hacia mí. Me llevó rápidamente desde la tierra a la santa ciudad, donde vi un templo en el que entré. Antes de llegar al primer velo, pasé por una puerta. Levantóse ese velo, y entré en el lugar santo, donde vi el altar del incienso, el candelabro con las siete lámparas y la mesa con los panes de la proposición. Después que hube notado la gloria del lugar santo, Jesús levantó el segundo velo y pasé al lugar santísimo.

En él vi un arca, cuya cubierta y lados estaban recubiertos de oro purísimo. En cada extremo del arca había un hermoso querubín con las alas extendidas sobre el arca. Sus rostros estaban frente a frente uno de otro, pero miraban hacia abajo. Entre los dos ángeles había un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban los ángeles, una gloria en extremo esplendoroso que semejaba un trono en que moraba Dios. Junto al arca estaba Jesús, y cuando las oraciones de los santos llegaban a él, humeaba el incienso del incensario, y Jesús ofrecía a su Padre aquellas oraciones con el humo del incienso. Dentro del arca estaba el vaso de oro con el maná, la florida vara de Aarón y las tablas de piedra, que se plegaban la una sobre la otra como las hojas de un libro. Abriólas Jesús, y vi en ellas los diez mandamientos escritos por el dedo de Dios. En una tabla había cuatro, en la otra seis. Los cuatro de la primera brillaban más que (33) los otros seis. Pero el cuarto, el mandamiento del sábado, brillaba más que todos, porque el sábado fue puesto aparte para que se lo guardase en honor del santo nombre de Dios. El santo sábado resplandecía, rodeado de un nimbo de gloria. Vi que el mandamiento del sábado no estaba clavado en la cruz, pues de haberlo estado, también lo hubieran estado los otros nueve, y tendríamos libertad para violarlos todos así como el cuarto. Vi que por ser Dios inmutable, no había cambiado el día de descanso; pero el papa lo había transferido del séptimo al primer día de la semana, pues iba a cambiar los tiempos y la ley.

También vi que si Dios hubiese cambiado el día de reposo del séptimo al primer día, asimismo hubiera cambiado el texto del mandamiento del sábado escrito en las tablas de piedra que están en el arca del lugar santísimo del templo celestial, y diría así: El primer día es el día de reposo de Jehová tu Dios. Pero vi que seguía diciendo lo mismo que cuando el dedo de Dios lo escribió en las tablas de piedra, antes de entregarlas a Moisés en el Sinaí: «Mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios.» Vi que el santo sábado es, y será, el muro separador entre el verdadero Israel de Dios y los incrédulos, así como la institución más adecuada para unir los corazones de los queridos y esperanzados santos de Dios.

Vi que Dios tenía hijos que no reconocen ni guardan el sábado. No han rechazado la luz referente a él. Y al empezar el tiempo de angustia, fuimos henchidos del Espíritu Santo, cuando salimos a proclamar más plenamente el sábado.* Esto enfureció las otras iglesias y a los adventistas nominales,* pues no podían refutar la verdad sabática, y entonces todos los escogidos de Dios, comprendiendo claramente que poseíamos la verdad salieron y sufrieron la persecución con nosotros. Vi guerra, hambre, pestilencia y 34 grandísima confusión en la tierra. Los impíos pensaron que nosotros habíamos acarreado el castigo sobre ellos, y se reunieron en consejo para raernos de la tierra, creyendo que así cesarían los males.

(2) Aracil Orts, Carlos, https://amistadencristo.com

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