¿Es el amor la base del Nuevo Pacto en Cristo?
Versión: 28-02-2014
Carlos Aracil Orts
1. Introducción
Estimado hermano Mario, también a mí me ha alegrado saber de ti, y siempre me resultan muy agradables y gratificantes tus correos.
Ahora te refieres al tema de la Ley, y me das tu opinión, la cual me parece bastante acertada o ajustada a la interpretación que este modesto servidor tiene de la misma:
«Estimado hermano en Cristo, me alegra mucho contactarte y saludarte pues para mí me es grato tenerte en mis contactos, ahora recurro a ti, pues has tratado el tema de la Ley muchas veces. Quiero exponerte mi posición sobre ella.
Los Diez Mandamientos fueron la base del Pacto que hizo Dios con el pueblo de Israel [Éx. 19:5-8; 24:1-12; 31:18; 34:28; Dt. 4:13;5:2-4;9:9]; y en el libro de Jeremías (31:31-34) Dios promete un nuevo pacto porque el pacto anterior fue incumplido. Cuando Jesús llega al mundo establece un pacto nuevo con una base mejor «EL AMOR»; así que, si hay un Nuevo Pacto, el viejo queda anulado y sin aplicación por su debilidad [Hebreos 7:18: “Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia”].
Pablo lo explica muy bien con los ejemplos de los hijos de Abraham [Romanos 4:13-25] y del matrimonio [Romanos 7:1-7]:.
Romanos 4:13-17,22-25:“Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. (14) Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. (15) Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. (16) Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros (17) (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen […] (22) por lo cual también su fe le fue contada por justicia. (23) Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, (24) sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, (25) el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”.
Analogía tomada del matrimonio
Romanos 7:1-6: ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? (2) Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. (3) Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. (4) Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. (5) Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. (6) Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
Si estamos en el Nuevo Pacto, el viejo está anulado y si está anulado sus bases también [Hebreos 8:13: “Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer”].
Sin embargo, la Ley no son solo los Diez Mandamientos sino todos los cinco libros de Moisés [el Pentateuco], eso tú lo explicas bien, pero en este momento depender de las promesas contenidas en esos libros es depender de la ley y esto acarrea maldición (Gálatas 3:10-13).
Gálatas 3:10-13: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. (11) Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; (12) y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. (13) Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”.
Jesús Dijo: si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas no entraríamos al reino (Mateo 5:20). Pero ¿cómo hacemos que nuestra justicia sea mayor que la de los escribas si ellos procuraban cumplir la justicia de Dios?
La única forma de superar esa justicia es la justicia que nos da el Espíritu del Señor Jesús,» El Espíritu Santo», si tenemos al Espíritu de Justicia tenemos a Dios (Padre, Hijo y Espíritu) en nosotros, esa justicia no la da la ley.
Así que pensar en los Diez Mandamientos y en las promesas contenidas en los libros de la ley es malo porque estaríamos dependiendo de ellas.
Tengo por experiencia propia que día a día lucho con mi carne no pensando en no pecar, lucho deseando más amor de Jesús en mí para mí, pues en el amor no hay maldad, no hay codicia, no hay rencor etc.
Me gustaría saber qué piensas, confío mucho en tu juicio pues Mi Señor me ha inquietado en escribírtelo.
Que Dios te continúe bendiciendo conforme a su misericordia.» (Mario)
Aunque como te decía anteriormente comparto esencialmente todo lo que me has escrito, trataré de ampliarlo en el cuerpo de este estudio bíblico, al tiempo, que aprovecharé también para hacer algunas matizaciones o precisiones a lo que tan correctamente expones.
2. El Nuevo Pacto sustituye al Antiguo, y por tanto, este queda abrogado.
Comparto contigo que los Diez Mandamientos del Sinaí “fueron la base del pacto que hizo Dios con el pueblo de Israel; y que en Jeremías Dios promete un Nuevo Pacto porque el pacto anterior fue incumplido…., así que si hay un nuevo pacto, el viejo queda anulado y sin aplicación por su debilidad”.
Hebreos 7:18-22: Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (19) (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. (20) Y esto no fue hecho sin juramento; (21) porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste [Jesús], con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. (22) Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.
Hebreos 8:6-13: Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. (7) Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. (8) Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; (9) No como el pacto que hice con sus padres El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. (10) Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. (13) Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.
Hasta ahí estamos completamente de acuerdo. Pero yo añadiría que Dios nunca pretendió que el Antiguo Pacto fuera para siempre sino “hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa” (Gálatas 3:19; leer también Lucas 16:16-17).
Lucas 16:16-17: La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. (17) Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
Jesús vino a cumplir la Ley, y la perfecta justicia que obtuvo con Su vida, muerte y resurrección, es atribuida o imputada al creyente, como veremos más adelante. Pero ahora debemos preguntarnos:
¿A qué “Simiente” se refiere el apóstol Pablo? ¿A qué promesa se está refiriendo? Y ¿a quién fue hecha la promesa?
Para responder estas preguntas, leamos un poco de contexto, y dejemos que la Palabra de Dios nos responda:
Gálatas 3:14-19 (R-V, 1960): para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. (15) Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. (16) Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. (17) Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. (18) Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa. (19) Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.
Los textos anteriores, quizá se entienden algo mejor en la Nueva Biblia de Jerusalén (NBJ, 1998):
Gálatas 3:14-19 NBJ, 1998): Y esto para que la bendición de Abrahán llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la promesa. (15) Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho en regla. (16) Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo. (17) Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde, de tal modo que la promesa quede anulada. (18) Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abrahán su favor en forma de promesa. (19) Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la promesa, promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador.
El Pacto (R-V, 1960) o el Testamento (versión NBJ,1998) que Dios hizo con Abraham, en el cual Él estableció la Promesa de la venida de la Simiente, que es Cristo, no podía ser invalidado o anulado por la Ley “que llega cuatrocientos treinta años más tarde” [de cuando Dios hizo la promesa a Abraham]. Estos textos del apóstol Pablo nos confirman lo siguiente:
Primero. “A Abraham fueron hechas las promesas, … “y a tu Simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16). Nada más caer en el pecado Adán y Eva, Dios les dio la promesa de la redención por medio de la simiente de la mujer que heriría la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15). Más tarde Él pacta con Noé, pero hasta el pacto con Abraham no se reitera la promesa hecha a la Primera Pareja, de que “serán benditas en ti [Abraham] todas las familias de la Tierra.” (Génesis 12:3; Cf. Génesis 22:17-18).
Génesis 22:17-18: de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. (18) En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.
Segundo. El Pacto con Abraham es el inicio del cumplimiento de la promesa de bendición mediante la “simiente, la cual es Cristo”, que no es otra cosa que la Redención que se obtiene en Cristo Jesús para todos los que creen (Juan 3:16-21; Ro. 3:24; 1 Co. 1:30; Ef. 1:7; Col. 1:14; Tito 3:4-7; Heb. 9:12; tc.).
Romanos 3:24: siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
1 Corintios 1:30: Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
Efesios 1:7: en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,
Colosenses 1:14: en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
Tito 3:4-7: Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, (5) nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, (6) el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, (7) para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
Esta bendición es universal – “todas las naciones de la tierra” (Génesis 22:18) –, porque viene a través de la “simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16). “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, (5) para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. (6) Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (7) Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).
¿Quiénes estaban bajo la ley?
Aunque solo el pueblo de Israel estaba bajo la Ley del Sinaí, pues esta fue la base del Pacto Antiguo, llamado también primer Pacto (Hebreos 9:18), la redención es para todos, pues todos –judíos y gentiles– están bajo pecado (Romanos 3:9-12,23). Los gentiles, que no pertenecen al Pacto que Dios hizo con Moisés en el Sinaí, sino al Pacto que Él hizo con Abraham, están bajo la ley natural escrita en sus conciencias (Romanos 2:15):
Romanos 2:14-15: Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, (15) mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,
Esta es la clave. Es decir, el Antiguo Pacto, el de la ley del Sinaí fue exclusivamente para el pueblo de Israel –los judíos– con el solo propósito de preparar un pueblo santo que acogiera al Salvador, y fuera depositario de la Palabra de Dios (Dt. 7:6).
Sin embargo, si los gentiles no están bajo la Ley del Sinaí ¿por qué dice Pablo “que todos están bajo pecado”, que “no hay justo, ni aun uno”, “(23) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:9,10,23). “Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado” (Romanos 5:13)?
Por lo tanto, si no hubiese ley nadie podría ser inculpado de pecado. ¿Por qué, pues, dice San Pablo que “todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán” (Romanos 2:12)?
¿Bajo qué ley están los gentiles?
No bajo la ley del Pacto del Sinaí –Antiguo Pacto o Primer Pacto–, porque fue exclusivamente para el pueblo de Israel, y vino “cuatrocientos treinta años después” (Gálatas 3:17) del Pacto de bendición que Dios hizo con Abraham mediante “La Simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16). Por tanto, los gentiles nunca pertenecieron al Pacto del Sinaí, sino al Pacto de Abraham, cuando aún no había llegado la ley.
¿Por qué, pues, se acusa de pecado, tanto a judíos como a gentiles (Romanos 3:9)?
“Porque no hay acepción de personas para con Dios. (12) Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados” (Romanos 2:11-16).
Es decir, los judíos, como tienen ley, por la ley serán juzgados; y “los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, (15) mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:14-15). Veamos el razonamiento completo del Apóstol.
Romanos 2:11-16: porque no hay acepción de personas para con Dios. (12) Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; (13) porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. (14) Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, (15) mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, (16) en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
No queda otra opción que concluir que los gentiles –que no tienen la ley del Sinaí–, sin embargo, tienen una ley natural “escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, (16) en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.” (Romanos 2:15,16).
Por lo tanto, como nadie puede cumplir a perfección las exigencias de la ley – ya sea la ley moral natural escrita en los corazones o la ley del Sinaí–, “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él [Dios]; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20).
Por eso, la salvación es solo por Gracia (Romanos 3:24; 4:4-5; 11:6; Efesios 2:8-9), es decir, un don de Dios que no merecemos, y que Él concede mediante la sola fe: “El justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Nada podemos hacer o pagar para que Dios nos salve, porque si así fuera la salvación sería una retribución que Él nos hace por nuestros méritos:
Romanos 3:24: siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
Romanos 4:4-5: Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; (5) mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
Romanos 11:6: Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.
Efesios 2:8-9: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; (9) no por obras, para que nadie se gloríe.
La ley moral –ya sea la del Sinaí o la que hay escrita en nuestras conciencias– nos da el conocimiento de lo que está bien y mal, y cuando reconocemos que somos pecadores, y nos arrepentimos de serlo, solo hay una solución: acudir a Cristo, para que cargue Él con nuestros pecados, y seamos justificados por Su vida, muerte y resurrección.
Por eso dice el apóstol Pablo que “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24). “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6). “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (2) Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”(Romanos 8:1-2).
Romanos 8:1-17: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (2) Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (3) Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (5) Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. (6) Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. (7) Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (9) Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. (10) Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. (11) Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. (12) Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; (13) porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. (14) Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Tercero. ¿Hasta cuándo sería vigente el citado Pacto Antiguo o Primer Pacto? “Hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa” (Gálatas 3:19). “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3:14). Es decir, todos, tanto judíos como gentiles reciben la bendición a causa de Cristo –“la Simiente”–, porque por la fe en Él son redimidos, rescatados para Dios; por ello “los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. (8) Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. (9) De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. (10) Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición” (Gálatas 3:8-29). Pero, mejor, leamos los textos completos:
Gálatas 3:6-11: Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. (7) Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. (8) Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.(C) (9) De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. (10) Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.(D) (11) Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;
La promesa de bendición universal a Abraham es a causa de Su Simiente que es Cristo, y cuando creemos en Él recibimos la promesa del Espíritu Santo (Joel 2:28-32; Lucas 24:49; Hechos 2:14-23; Efesios 1:13-14). O sea, al recibir a Cristo, aceptar Su sacrificio por nosotros, recibimos el Espíritu Santo de la promesa.
Lucas 24:49: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
Si bien es cierto que esta promesa se refiere al derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, que fue un evento único, en el que el Espíritu Santo impartió poder a la iglesia primitiva para acreditarla y convencer o convertir a los que iban a ser salvos y formar el cimiento de los primeros cristianos, también es verdad, que fue una manifestación o signo visible para evidenciar que empezaba la dispensación del Espíritu Santo, para todos los que se arrepentían, y se bautizaban en el nombre de Jesucristo, a partir de esa día:
Hechos 2:38-39: Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. (39) Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Notemos que la promesa del Espíritu Santo es “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”, que son todos los que se arrepienten de sus pecados y son bautizados en Jesús (Romanos 6:3-14). En mi opinión, no hay que confundir, los poderes que el Espíritu Santo impartió en el día de Pentecostés, como el don de lenguas –“y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:4)–, con el “don del Espíritu Santo” que es enviado por Jesucristo mismo, y por el Padre, en Su Nombre (Lucas 24:49; Juan 7:37-39; 14:16-18, 26; 20:22; Hechos 2:32-33)
Juan 7:37-39: En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. (38) El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (39) Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Juan 14:16-18: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: (17) el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. (18) No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
Juan 14:26: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
3. ¿Es el amor la base del Nuevo Pacto en Cristo?
Disiento contigo, en esta frase –“cuando Jesús llega al mundo establece un pacto nuevo con una base mejor ‘EL AMOR’»–, pues Jesús dijo, que la base de la Ley y los Profetas, –es decir, todo el Antiguo Pacto– es el mandamiento del amor: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. (Mateo 22:37-40).
Mateo 22:36-40: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
La base o fundamento del Nuevo Pacto en Cristo es Su sangre “que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28; ver también Marcos 14:24 y Lucas 22:20).
Mateo 26:28: porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
Marcos 14:24: Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.
Lucas 22:20: De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
El Nuevo Pacto se basa, pues, en el sacrificio sustitutorio o vicario de Jesucristo. Él muere por cada pecador para pagar la penalidad del pecado de cada creyente (Romanos 6:23). “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (18) Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:17-19).
Romanos 5:8-11: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (9) Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (10) Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. (11) Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
2 Corintios 5:14-20: Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; (15) y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (16) De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. (17) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (18) Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
4. La Ley del Antiguo Testamento está vinculada al Antiguo Pacto, y al ser anulado este, y sustituido por el Nuevo Pacto, también se abroga aquella.
Como muy bien decía mi querido hermano Mario, en el AT se denomina “la Ley” o la “Torá” al Pentateuco o sea los cinco primeros libros de la Biblia. La Ley (el Pentateuco) contiene diversidad de leyes dadas por Dios para el gobierno de Israel, entre las que suelen destacarse las leyes morales y las rituales o ceremoniales. Pero es un error creer que la ley de los Diez Mandamientos es la única ley moral y que, por lo tanto, no se puede abolir. Pues fuera de las tablas de piedra está revelado el fundamento moral de toda la Ley – el amor a Dios y al prójimo, de lo que dependía toda “la Ley y los Profetas” (Mateo 22:36-40). En estos textos que vimos anteriormente, Jesús se refirió a los libros de Deuteronomio (6:5) y Levítico (19:18).
Deuteronomio 6:4-5: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. (5) Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
Levítico 19:18: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.
Por lo tanto, no es correcto sostener que la ley de las tablas del Pacto (Éxodo 34:27,28; Deuteronomio 4:13; 9:9-11), se mantiene vigente después de Cristo, aduciendo que contiene los principios morales, y que el resto de leyes puesto que son ceremoniales o rituales o de otro tipo, no contienen principios morales, y por tanto, no hay problema alguno en abolirlas. Eso es totalmente falso, como hemos visto en los textos citados arriba. Precisamente la ley de los Diez mandamientos escritos por el dedo de Dios en tablas de piedra, que es la base del Pacto Antiguo (Éxodo 34:27-28. Deuteronomio 4:13; 9:9-10), deriva o surge de los citados principios de amor a Dios y al prójimo. Y puesto que la citada Ley antigua está vinculada al Pacto Antiguo, no puede estarlo también al Nuevo Pacto en Cristo: “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;” (Hebreos 7:12). Comprobemos, a continuación, que la Ley antigua es denominada las “Tablas del Pacto”, demostrando con ello su vinculación completa al mismo. Por tanto, anulado el Pacto Antiguo, cambia de Ley.
Éxodo 34:27-28: Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. (28) Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.
Deuteronomio 4:13: Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra.
Deuteronomio 9:9-10: Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua; (10) y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea.
¿Qué lógica tendría abolir el Antiguo Pacto y conservar vigentes “las palabras del pacto, los diez mandamientos” (Éxodo 34:28)?
Ello sería totalmente absurdo e incongruente. Pues la ley de los Diez Mandamientos surge, precisamente, de esos dos grandes principios de amor a Dios y al prójimo (Mateo 22:36-40; Cf. Dt. 6:4-5; Lv. 19:18). Y estos últimos son inmutables, por lo que nunca podrán ser abolidos, porque el amor es la esencia del carácter de Dios, pues “Dios es amor” (1ª Juan 4:8,16). Y el citado principio del amor se llevó a la práctica en el Antiguo Pacto, mediante diez mandamientos, adaptados, por la sabiduría de Dios, a la época en que fueron promulgados. Veamos como ejemplo el décimo mandamiento, pero especialmente el cuarto, que se refiere a la observancia del reposo sabático:
Décimo mandamiento de la Ley del Sinaí:
Deuteronomio 5:21: No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
En el citado ejemplo, observamos que su formulación es obsoleta, aunque, naturalmente, el principio que hay detrás es válido siempre, porque está basado en la Ley de amor.
En el Nuevo Testamento, Jesús recoge los principios morales de la Ley del Sinaí, no en la letra sino en su espíritu, y da una nueva revelación sobre la verdadera dimensión de la ley de amor, que alcanza o discierne hasta las intenciones del corazón de las personas, superando totalmente no solo la letra de la Ley escrita en tablas de piedra, sino también añadiendo preceptos que no se contemplaban en la Ley Antigua, como, por ejemplo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44; ver desde el 21 al -48). Más adelante, me referiré con más detenimiento a la Nueva Ley: la Ley de Cristo (1ª Corintios 9:20-21; Gálatas 6:2). Por esa razón la ley del Sinaí no tiene vigencia en el Nuevo Pacto en Cristo; además, hay varios textos, a parte de los citados, que prueban que fue abolida en la cruz de Cristo (ver por ejemplo: Hechos 15; Efesios 2:13-16; Gálatas 5:1-14; Col. 2:14; Hebreos 7:18; etc.)
Hechos 15:1,5: Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. […] (5) Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.
Ahora, es necesario recordar que la ley de Moisés es la Ley de Dios (Lucas 2:22,23), y que el rito de la circuncisión fue la señal del Pacto que hizo Dios con Abraham (Génesis 17:7,10-14), y este rito siguió siendo de obligado cumplimiento como señal de pertenencia al pueblo de Dios hasta la muerte de Cristo. Por eso, “algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:5). Sin embargo, siendo que los gentiles pertenecemos al Pacto de Abraham, el de la “Promesa”, porque de su descendencia vino Cristo (Gálatas 3:16), en Él toda la Ley antigua queda abolida; comprobémoslo en los siguientes textos:
Hechos 15:7-11: Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. (8) Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; (9) y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. (10) Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? (11) Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.
Hechos 15:19-21: Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, (20) sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. (21) Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.
Esta fue una perfecta ocasión para que Jacobo dijera también: “escriban a los gentiles que no dejen de observar la Ley de Moisés” –tengamos en cuenta que esta Ley es la que Dios promulgó en el Sinaí–, “y especialmente no se olviden de reposar cada sábado conforme al cuarto mandamiento de la Ley”. Sin embargo, decepcionante y frustrantemente para los judaizantes, dijo: “no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,…Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15:19, 21). Finalmente solo daré el siguiente último texto que es concluyente, excepto que “el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado” (2 Corintios 3:14).
Efesios 2:13-16: Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. (14) Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,(15) aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, (16) y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo,(C) matando en ella las enemistades.
Si la Ley del Sinaí está abolida como se ha demostrado arriba, y Cristo puso en su lugar Su nueva Ley, muy superior y espiritual ¿cómo algunos todavía enseñan que estamos bajo la Ley de las tablas de piedra y que debemos guardar el reposo sabático del cuarto mandamiento de la Ley del Sinaí, imitando a aquellos de la secta de los fariseos que decían: si no guardáis la Ley de Moisés “no podéis ser salvos” (Hechos 15:1,5)?
El reposo del séptimo día solo tiene un significado simbólico para el cristiano
Veamos como este mandamiento del reposo sabático fue pensado por Dios exclusivamente para el pueblo de Israel, y sería totalmente absurdo, irracional e incoherente trasladarlo de obligado cumplimiento al mundo entero.
Cuarto mandamiento de la Ley del Sinaí: el reposo sabático.
Deuteronomio 5:12-15 (ver también Éxodo 20:8-11): Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. (13) Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (14) mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. (15) Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.
Este mandamiento fue incluido en las tablas de piedra, no porque perteneciera a la ley natural sino porque fue la señal del Pacto Antiguo que Dios dio a Su pueblo Israel (Éxodo 31:12-17). Tenía todo el sentido para Israel, para que aprendiera a obedecer y santificarse, y para que reconociera al verdadero Dios, que es el Creador del Universo, y lo diferenciara de los otros dioses paganos. Incluso para recordar el poder de Dios que los liberó de la esclavitud de Egipto (Dt. 5:15).
Es absurdo y contradictorio que algunos enseñen e intenten imponer este mandamiento a los cristianos. Si toda la Ley está abolida, con mayor motivo lo está este mandamiento, que es circunstancial, circunscrito y adaptado para un solo pueblo en la Tierra: Israel, y solo hasta Cristo. En todo el Nuevo Testamento no hay ningún solo texto que recuerde la vigencia del cuarto mandamiento de observar el reposo sabático. Por el contrario, existen bastantes textos que confirman que nunca fue guardado o practicado por la Iglesia cristiana primitiva.
Cuando aumentó el número de los gentiles en la Iglesia –incluso antes (Juan 20:19,26)– pronto empezaron a reunirse o congregarse en el primer día de la semana, que es el domingo (véase Hechos 20:7; 1 Cor. 16:2), en lugar del día sábado. El apóstol Pablo dijo que tanto el que hace caso del día como el que no hace caso igualmente lo hace para el Señor (Romanos 14:5-6). Es decir, para Dios no hay diferencia, pues todos los días son iguales para Él.
Pero hay varios textos más, para que todo aquel sincero buscador de la Verdad no tenga dudas, aunque siempre habrá judaizantes que se aferran a todo lo que pueden, pues disfrutan situándose bajo la ley, y no se dan cuenta que con ello se obligan a cumplirla enteramente (Santiago 2:10); a estos no les importa que el apóstol Pablo los amoneste: “Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; (9) mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (10) Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. (11) Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros” (Gálatas 4:8-11).
Claramente el versículo diez anterior del capítulo cuatro de Gálatas es una seria admonición o amonestación para todo aquel que todavía se empeña en guardar un día de reposo para el Señor, ya sea el sábado o el domingo o cualquier otro día. Y veremos solo un último texto (Colosenses 2:16-17), que demuestra que el mandamiento del reposo sabático era sombra y figura de la salvación que se obtiene en Cristo, es decir, es un mandamiento ritual, que fue la señal del Pacto, y de obligado cumplimiento solo para Israel, hasta la muerte de Cristo en la cruz.
Colosenses 2:16-17: Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, (17) todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
Además de todo lo expuesto anteriormente el libro de los Hebreos en el capítulo cuatro, explica el significado espiritual y simbólico que tenía el descanso o reposo del séptimo día (Génesis 2:2-3; Éxodo 20:9-11; Cf. Hebreos 4:4-11).
Hebreos 4:1-11: Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. (2) Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. (3) Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. (4) Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. (5) Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo. (6) Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, (7) otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones. (8) Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. (9) Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. (10) Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. (11) Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.
El Nuevo Testamento nos aclara el significado simbólico del reposo de Dios del séptimo día, y de la observancia de este reposo por parte de Israel: “Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo” (Hebreos 4:3). La Palabra nos está diciendo que muchos israelitas y gentiles no entraron en el reposo de Dios a causa de su incredulidad, y por su desobediencia (Hebreos 3:11-13; 4:6).
Por tanto, entrar en el “reposo de Dios del séptimo día”, no consiste en guardar el reposo del sábado o de cualquier otro día, sino creer con fe la Buena Nueva de la Palabra de Dios que es anunciada en Cristo. “Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, (7) otra vez determina un día: Hoy…” (Hebreos 4:6,7); se nos exhorta a entrar en Su reposo “Hoy”, es decir, cualquier día, todos los días. A partir del día –“Hoy”– en que sea aceptado el Evangelio, se entra en el reposo de Dios para siempre, y no solo de sábado en sábado.
Hebreos 4:7-11: otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones. (8) Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. (9) Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. (10) Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. (11) Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.
Se nos exhorta a entrar en el reposo “Hoy”, no cada sábado. Es decir, cuando oigáis la Palabra de vida –el Evangelio de la Gracia y de la salvación por Cristo– creedla por fe y “no endurezcáis vuestros corazones” “Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas” (Hebreos 4:10).
¿No es este el verdadero reposo –la paz con Dios, el sentirse justificado y salvado por la fe en Cristo– al que se nos insta a entrar, y no el reposar un día a la semana?
5. La Ley del Nuevo Pacto: la Ley de Cristo
Cristo no vino a abolir la ley del Sinaí, sino a cumplir toda la ley y los profetas (Mateo 5:17), no la letra de la ley sino el espíritu de la misma, pues con Él se inaugura un nuevo Pacto que no está basado “en el régimen viejo de la letra sino en el régimen nuevo del Espíritu” (Romanos 7:6; ver además 2ª Corintios 3:6-18; Hebreos 8:13).
En Mateo 5:21-48, Él nos enseña a ver más allá de la letra de la ley. Por eso Cristo contrasta lo que está escrito en el AT con la interpretación correcta que hay que hacer, por eso dice: “Oísteis que fue dicho….Pero yo os digo”. ¿Qué se salva, pues, del AT, como preceptivo para toda la humanidad? En mi opinión, todos los principios morales que surgen del amor a Dios y al prójimo, excepto el de guardar el reposo sabático, que hemos visto no pertenece a la ley natural, solo fue aplicable a un solo pueblo en la Tierra –Israel–, y prefiguraba ritualmente el cesar de obrar como medio de salvación, para confiar en la sola fe en Dios; es también símbolo de la salvación en Cristo por la sola fe sin las obras de la ley (Ver Hebreos 3:7-4:1-11).
Cristo vino a cumplir la Ley, los Salmos y los Profetas, es decir todo el AT (Mateo 5:17-18; Lucas 16:16-17), y Él mismo afirma que “la ley y los profetas eran hasta Juan”.
Lucas 16:16 -17: La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. 17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
Jesús explicó a los fariseos de su tiempo los dos principios morales que resumen toda la ley del AT y que nunca pueden ser abolidos porque son la base de la justicia del Dios de amor:
Mateo 22:34-40: Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Lo que hizo Jesucristo fue amplificar la ley moral y revelar el sentido espiritual que va mucho más allá de la letra. Por eso, gracias a Él, durante toda nuestra era, la cristiana, los seres humanos caminan hacia una mayor madurez y perfección, siendo el cristianismo la base de los modernos derechos humanos que la humanidad ha llegado a reconocer, aunque no siempre los respeta a causa del pecado y la no conversión a Cristo. Él nos proporciona un mayor conocimiento y luz de la verdad y por tanto, también una mayor exigencia y perfección. La ley del AT ya cumplió su misión de traernos a Cristo, pero sus principios morales permanecen, al tiempo que desaparecen todas las demás leyes rituales, de santidad, civiles, alimentarías, humanitarias, de la guerra, etc., que componen el Pentateuco o Torah.
Mateo 5:38-48: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Estos textos demuestran que la Nueva Ley –la que Cristo revela en esos pasajes– va mucho más lejos que la ley de los Diez mandamientos, y que la Torá entera. Sin embargo, la ley del Sinaí o de los Diez mandamientos o cualquier otra no da poder para vencer al pecado y permanecer así en el amor de Jesús ¿Acaso ha habido alguien alguna vez que haya cumplido toda la ley a la perfección sin el poder de Cristo y su Palabra? Si así fuera en vano hubiera venido Cristo. La ley solo debe servir para que reconozcamos nuestros pecados y a la manera de un ayo o tutor nos lleve “a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24). Con Cristo se universaliza y espiritualiza la ley y toda la humanidad sin Cristo queda bajo el juicio y la condenación de la Nueva Ley. A partir de Cristo, las conciencias de los seres humanos son formadas por su Evangelio. Tanto si sus conciencias admiten esos principios morales como si los rechazan serán juzgados de acuerdo a su fidelidad y coherencia interna, de acuerdo a las palabras de San Pablo de Romanos dos:
Romanos 2:11-16: porque no hay acepción de personas para con Dios. 12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
De lo que deduce que todos seremos juzgados de acuerdo a nuestra conciencia, y al conocimiento que tengamos de lo que es bueno y malo. Es decir, “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace le es pecado.” (Santiago 4:17). Pablo declara tajantemente en el siguiente verso: “en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Romanos 2:16). Observemos que no dice: “que Dios juzgará los secretos de los hombres con la ley de Dios del AT, sino conforme a mi evangelio. Los que crean solo en su conciencia, todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; ¿En qué grupos estamos los cristianos? ¿Estamos bajo la ley o bajo la gracia?
Todo ser humano tiene en su conciencia una ley moral natural que le permite distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo que está bien y lo que está mal. Esta ley moral natural, para que nadie la olvidara, Dios la reveló a Moisés para que el pueblo de Israel se formara, y aprendiera a obedecer el Pacto, y testificara de ella a todas las naciones para que supieran que Él es el verdadero Dios. Está ley exterior (en tablas de piedra), que nadie podía obedecer por sí mismo, pues al ser algo externo al hombre no tiene fuerza para modificar las conductas y el corazón de las personas, tiene como finalidad delatar al pecado, allí donde se encuentre (Romanos 3:20). Con el Nuevo Pacto en Jesucristo, el pecado es vencido desde dentro de nosotros, desde el interior de nuestro corazón. Dios nos da un corazón nuevo (Ezequiel 36:26-27) “y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:27).
Dios promete a su pueblo, mediante Jeremías, durante el Pacto Antiguo, que en el Nuevo Pacto que hará más tarde: “…daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.” (Jeremías 31:33;). Compruébese que el libro de Hebreos afirma que esta promesa se cumple en Cristo para todos los que confían en Él y se adhieren al nuevo pacto (Hebreos 10:12,14, 15-20).
Antes de entregarnos a Cristo, nuestra conciencia es avivada por la ley externa que hemos conocido, hasta hacer que reconozcamos nuestra pecaminosidad y nos alleguemos a Cristo para recibir el perdón y la justificación. De esa manera, la ley moral de nuestra conciencia, o bien la ley externa que hayamos aceptado es “nuestro ayo para llevarnos a Cristo…Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe.”(Gálatas 3:24-26).
Sin embargo, mientras el ser humano pretenda cumplir la ley con sus propias fuerzas, independientemente de Cristo estará bajo condenación. Al aceptar que Cristo ha cumplido la ley y que muere en lugar del pecador recibiendo la penalidad o paga del pecado que le corresponde al pecador, el cristiano queda justificado por gracia. Entonces es nacido de nuevo (Juan 3:5), convertido en nueva criatura por la Palabra de Dios (Santiago 1:18):
2ª Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
A partir de ese momento el cristiano, deja de estar bajo la ley “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Si alguna vez fueron los Diez mandamientos nuestra guía, dejan de serlo, pues ahora nuestra única guía es el Espíritu:
Romanos 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.”
Gálatas 5:18: Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
¿Tiene la ley algo que ver con el cristiano? En absoluto ¿Por qué? Porque hemos muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4). Al igual que la mujer casada es libre de casarse con otro cuando muere su marido, así el cristiano es libre de la ley porque ha muerto para ella, y ahora es de Cristo, pertenece a Cristo, no a la ley (Romanos 7:1-6).
Romanos 7: 6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
Siendo justificados gratuitamente sin las obras de la ley por la fe en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 3:24,25; 5:1), lo que quiere decir que hemos sido declarados justos ante Dios por la sangre de Jesucristo que pagó el precio de nuestra culpa. Él nos ha perdonado todos los pecados, y nos ha dado la salvación y la vida eterna, que ya nadie nos puede quitar. También hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, y ahora somos esclavos de Dios y de la justicia para dar frutos de santificación.
Romanos 5:1:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
Ahora, pues no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).
Romanos 8:1-7: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Ahora bien, ¿a qué mandamientos se está refiriendo Jesús en Juan 15:10: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”?
Jesús no dio una nueva ley moral sino que desarrolló y le dio el auténtico alcance a la ley moral del AT. Ya hemos hablado de Mateo 22:37-39 donde Jesús dice que de dos mandamientos depende o se resume toda la ley del AT: el amor a Dios y al prójimo. Y en Juan 13:34,35 declaró: “Un nuevo mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”. El mandamiento del amor no es nuevo como hemos visto. Su novedad radica, quizá, en la profundidad, entrega y desprendimiento que implica ese amor “como yo os he amado”. Por tanto, debemos seguir su ejemplo y amar como Él nos amó.
Algunos cristianos creen equivocadamente que la ley son únicamente los Diez mandamientos del Sinaí, pero, en realidad, para el cristiano, toda el Nuevo Testamento es ley, y estamos en la obligación de obedecerlo, mediante la gracia que viene por la fe en Cristo. Veamos, pues, algunos mandamientos de Cristo, que algunos olvidan o consideran que no les afectan; Por ejemplo los siguientes:
Mateo 28:18 -20:Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Juan 6:27-29: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.
Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.
Juan 14:1: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
Sin embargo, debemos leer el contexto del capítulo 15 del Evangelio de Juan, para saber a qué mandamientos se está refiriendo Jesús. Leamos pues desde el verso número cuatro en adelante:
Juan 15:4-11: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
Juan 15:12-17: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.
En mi opinión, los mandamientos a los que se refiere Jesús son su Palabra. Nos manda –es decir, sus mandamientos son– que permanezcamos unidos a Él y a su Palabra. Esto es lo que da poder para vencer el pecado. Su Palabra que es la Verdad (Juan 17:17) nos hace libres:
Juan 8:31: “si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31-32).
Cuando creemos en Jesús y en su Palabra nacemos de nuevo y somos hechos nuevas criaturas en Cristo, las cosas viejas pasaron (2ª Corintios 5:17), “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18). Y también San Pedro afirma lo mismo con otras palabras:
1ª Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Los judíos están bajo la ley del Sinaí y los gentiles están bajo la ley escrita en sus conciencias ¿Bajo qué Ley están los cristianos?
1 Corintios 9:20-21: Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; (21) a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.
Gálatas 5:13-14: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. (14) Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Gálatas 6:2: Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
1 Juan 4:7-21: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. (8) El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
6. Conclusión
A continuación trataré de enumerar lo esencial de nuestra fe cristiana:
Primero. “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:8). Sería conveniente leer el máximo contexto; recomiendo leer del versículo siete al veintiuno, de este capítulo cuatro; pero aquí, debo elegir entre los citados, a fin de no ser demasiado exhaustivo.
1 Juan 4:7-8: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. (8) El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
Si decimos que somos cristianos tenemos que amar a Dios y al prójimo –esto es toda la Ley–, “porque Dios es amor”; y “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. (1 Juan 4:9-10).
La razón para amar es que Dios nos amó primero, y lo demostró enviando “a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10).
1 Juan 4:11: Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
1 Juan 4:13-15: En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. (14) Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. (15) Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
1 Juan 4:20-21: (20) Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (21) Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
El carácter de Dios se basa en el amor, que es, a su vez, misericordioso, bondadoso y compasivo. El amor es el gran mandamiento de la Ley, pues Jesús dijo, que la base de la Ley y los Profetas, –es decir, todo el Antiguo Pacto– es el mandamiento del amor: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. (Mateo 22:37-40).
Esto mismo es confirmado en el Nuevo Pacto: “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:10); “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14).
Romanos 13:7-10: Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. (8) No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9) Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
Notemos, que la Ley de Dios es la expresión de Su carácter: el amor; Su Ley moral es, pues, inmutable y eterna. Por lo tanto, no puede haber una Ley moral antes de Cristo y otra distinta a partir del Nuevo Pacto en Cristo. Dios ha requerido o exigido siempre a todos los seres humanos de todas las épocas –desde Adán hasta Cristo, y desde Él hasta la eternidad– el cumplimiento perfecto de Su Ley moral.
Por eso, Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17). Ni antes ni después de Cristo nadie ha podido cumplir la Ley moral a la perfección exigida por Dios. Ya hemos visto “que todos están bajo pecado…”, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:9-12; 23).
Jesús nos explicó que la Ley moral no se puede cumplir de forma externa tratando de satisfacer solo los requerimientos de la letra de la Ley. No se trataba solo de no matar sino también de no enojarse u odiar o tener rencor al hermano (Mateo 5:22). La letra de la ley dice simplemente “No cometerás adulterio”, pero Jesús va mucho más lejos: “pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró en su corazón” (Mateo 5:27-28).
Y así sucesivamente; pues el cumplimiento externo de cada mandamiento de la ley moral no significa que haya amor en el corazón y que las intenciones de este sean puras. Esto es lo que les ocurría a los fariseos, y también a todos los que se rigen por la letra, intentando cumplirla en la forma, pero no en el fondo. Tanto el Padre como el Hijo nos piden: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Y eso incluye: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).
Mateo 5:38-48: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. (39) Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; (40) y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; (41) y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos. (42) Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. (43) Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. (44) Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45) para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (46) Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (47) Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? (48) Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Todo esto es imposible de cumplir sin una transformación del corazón. Si el Espíritu Santo no nos hace nacer de nuevo todo intento de cumplir la ley por nosotros mismos conduce a un legalismo frío y falto de amor. En cualquier caso, en este mundo nunca seremos perfectos. Además tenemos que tener muy claro que “si por la ley fuese la justicia por demás murió Cristo.” (Gálatas 2:21). Jesús dijo: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5:20). Muy apropiadamente mi querido hermano Mario se pregunta y se responde lo siguiente:
“Pero ¿cómo hacemos que nuestra justicia sea mayor que la de los escribas si ellos procuraban cumplir la justicia de Dios?
“La única forma de superar esa justicia es la justicia que nos da el Espíritu del Señor Jesús,» El Espíritu Santo», si tenemos al Espíritu de Justicia tenemos a Dios (Padre, Hijo y Espíritu) en nosotros, esa justicia no la da la ley”. (Mario)
Así es, querido hermano, solo por la fe obtenemos la justicia, la única que existe, la de Cristo, porque “todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Isaias 64:6);
Filipenses 3:7-11: Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. (8) Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, (9) y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; (10) a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, (11) si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
Esta es la razón, por la que el apóstol Pablo insiste tantas veces en que los cristianos “ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6). Esta es la clave: “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 7:6). “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14). Los cristianos no somos guiados por la ley sino por el Espíritu Santo que mora en nuestros corazones (1ª Corintios 3:16; 6:19; Efesios 1:13-14). “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9).
En los siguientes textos San Pablo sigue reiterando “que nuestra competencia proviene de Dios, (6) el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:5-6; leer hasta el final del capítulo). Esto es lo mismo que vimos antes: Dios nos hace nacer en el Espíritu y purifica nuestros corazones para hacerlos capaces de amar; este es el único cumplimiento de la ley moral que tiene valor para Dios, el que procede de un corazón convertido en el que habita el Espíritu Santo (Ezequiel 36:26-27).
Ezequiel 36:26-27: Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. (27) Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
Si Dios exige un cumplimiento perfecto de la Ley moral ¿cómo alguien puede salvarse? ¿Cómo puede ser Él, justo y a la vez misericordioso? Solo mediante la fe en Jesús, que “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25; ver además Romanos 5:1-2; Salmos 85:10). Jesús cumplió la Ley perfectamente, y esa perfecta Justicia que obtuvo se nos atribuye o imputa cuando lo aceptamos como nuestro Salvador y Sustituto. Él paga la penalidad de nuestras transgresiones, con Su vida perfecta, muerte y resurrección.
Romanos 5:1-2: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; (2) por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Salmos 85:10: La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.
Segundo. Por lo tanto, no es el cumplimiento de la ley –el amor– lo que nos salva, –pues si así fuera nadie sería salvo– sino “la sangre del pacto eterno” (Hebreos 13:20-21).
Hebreos 13:20-21: Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, (21) os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
¿A la sangre de quién y a qué pacto eterno se refiere el citado texto?
Dejemos que sea la sola Palabra de Dios la que responda: “la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, (20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 Pedro 1:19,20); pero mejor si leemos algo más de contexto:
1 Pedro 1:18-23: sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, (19) sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, (20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, (21) y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. (22) Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; (23) siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
¿A qué “pacto eterno” se refiere el citado texto?
¿Se está refiriendo al Antiguo Pacto, al Nuevo, ambos, o a ninguno de los dos?
Si el pacto es eterno es porque Dios lo estableció desde la eternidad cuando Dios, el Hijo – “como de un cordero sin mancha y sin contaminación, (20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo” (1 Pedro 1:19,20)– se ofreció a Dios, el Padre, para mediante Dios, el Espíritu Santo, salvar a la humanidad rebelde. Esta es la mayor prueba de amor: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (9) Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (10) Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:8-10).
Este Pacto con toda seguridad no es el Antiguo Pacto o también llamado Primer Pacto (Hebreos 9:15), sino que es el Pacto de la Promesa de salvación, que fue hecho a Adán (Génesis 3:15), ratificado a Noé y más tarde a Abraham (Génesis 22:17-18), del que vendría “la Simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16). Este Pacto se consuma con la muerte de Cristo en la cruz, resurrección y ascensión al Cielo, donde “se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:12-14): “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28).
Hebreos 10:12-14: pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, (13) de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; (14) porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
El Pacto eterno está incluido, pues, en el Plan redentor de Dios, que consistiría en el derramamiento de la sangre de Su Hijo a cambio de las vidas de los pecadores, era conocido por Noé, pues fue comunicado a Adán, inmediatamente a su caída (Génesis 3:15); y transmitido oralmente de generación en generación; recordemos que Abel sacrificó “de los primogénitos de sus ovejas, de los más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Génesis 4:4).
Dios mismo sacrificó los primeros animales para hacer “al hombre –Adán– y a su mujer – Eva– túnicas de pieles, y los vistió” (Génesis 3:21). Lo que claramente simboliza el vestirlos de la justicia del “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). En la Santa Biblia no hay más que dos tipos de vestido, el que procede de las manos del hombre que siempre es vil (Zacarías 3:3) –símbolo de nuestra propia justicia–, o el que nos proporciona Dios que son las “vestiduras blancas” de la justicia de Cristo que es lo único que puede cubrir “la vergüenza de tu desnudez” (Apocalipsis 3:18: Cf. 3:4,5; 6:11; 7:13; Ro. 13:14).
Apocalipsis 3:18: Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
Romanos 13:14: sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
Ningún ser humano, de cualquier época del mundo, jamás ha podido cumplir la ley moral de Dios. Por eso dice el apóstol Pablo “…todos están bajo pecado, […] No hay justo, ni aun uno; […] (23) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” (Romanos 3:9,10,23).
¿Cómo se salvaban, entonces, los que vivieron antes de Cristo?
De la misma manera que se salvan después de Cristo, mediante la fe en Él. Los primeros miraban hacia el futuro, cuando vendría el Redentor del mundo, y lo segundos miramos al pasado, cuando se manifestó la justicia de Dios por medio de Cristo. (Romanos 3:22,26). Job, (c. 2000 a.C) ya tenía puesta su esperanza en su Redentor (Job 19:25-27). Nadie se hubiera salvado si Cristo no se hubiera hecho carne, y cargara con los pecados de todos (Isaías 53:5,10). Por eso Cristo es el postrer Adán, “porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. Pero ¡cuidado! Todos los que son de Cristo, en su venida: 1ª Corintios 15:22,23). De ahí la lógica de la justificación (perdón de los pecados = salvación). “…Por la transgresión de uno solo reinó la muerte, […] (18) vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.” (Romanos 5:17pp, 18) ¡Mucha atención!: en ese “todos” están incluidos sólo “…los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.” Romanos 5:17úp) Lo que quiere decir, que los que no reciben ese don porque lo rechacen no serán salvos: Juan 1:12. Todos igualmente somos salvos por la fe en Dios que es el único que puede salvarnos.
El propósito de la ley no es salvar sino denunciar el pecado, para que nadie tenga excusa cuando sea presentado ante el Juicio final de Dios (Apocalipsis 20:11-15), para que pueda recocer sus pecados, y si se arrepiente, y se acoge a Cristo es salvado, porque se le atribuye la justicia de Cristo.
1 Timoteo 1:5-11: Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida, (6) de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, (7) queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman. (8) Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; (9) conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, (10) para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, (11) según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.
Romanos 1:16-17: Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. (17) Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
Romanos 3:21-28: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; (22) la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, (23) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, (24) siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, (25) a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, (26) con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. (27) ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. (28) Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
Quedo a tu entera disposición en lo que pueda servirte.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts.
Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto son nuestros.
Abreviaturas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
Las abreviaturas de los libros de la Biblia son las consignadas por la versión Reina-Valera, 1960.