¿Está vigente el Decálogo para los cristianos?
¿Es bíblico clasificar la Ley veterotestamentaria en moral y ritual?
Versión: 23-03-2023
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Con el artículo que publiqué el pasado mes de febrero titulado ¿Deben los cristianos guardar un reposo semanal? (1), había abrigado cierta esperanza, quizá con algo de ingenuidad de mi parte, de haber ayudado a mi amigo adventista a subsanar sus dudas sobre la ley de Dios del Antiguo Testamento, en cuanto a si la misma seguía vigente para los cristianos en el Nuevo Pacto en Cristo, incluido su cuarto mandamiento que obligaba a guardar el reposo en día sábado de acuerdo a las normas establecidas por Dios para esa Ley.
Mi amigo, que sigue aceptando como ciertos los argumentos de los adventistas del séptimo día, me ha enviado, en cuatro mensajes, un breve resumen de los mismos. Ellos sostienen que en los cinco primeros libros de la Biblia –Génesis (Gn), Éxodo (Ex), Levítico (Lv), Números (Nm) y Deuteronomio (Dt), conocidos por los cristianos como “la Ley” o el Pentateuco, y por los judíos como “la Torá”–, se distinguen perfectamente dos leyes: “la Ley ceremonial” o ritual y “la ley moral”. (2)
Sin embargo, lo incoherente de los argumentos adventistas es, en primer lugar, que ellos identifiquen “la ley moral”, contenida en el Pentateuco, exclusivamente con los Diez Mandamientos de “las tablas de piedra” (Ex. 24:12; 31:18; 32:15-19; 34:1,4,28,29; Dt 4:13; 5:22; 9:9,10,11,15,17; 10:1-5; 1 R 8:9; 2 Cr. 5:10; 2 Co. 3:3; Heb. 9::4), las cuales fueron entregadas por Dios al pueblo de Israel, en el monte Sinaí, mediante Moisés, hace más de 3.500 años.
Pero realmente toda la Ley –el Pentateuco– es Revelación y Palabra de Dios, y como tal es también “moral” (véase Lv. 18; 19; 20; Dt. 6:5; etc.).
Más abajo citaré algunos textos de los libros de Levítico y Deuteronomio, contenidos en “el libro de la Ley” (Dt. 31:26; Jos. 1:8; etc.), el cual, para los adventistas, pertenece a la ley ritual/ ceremonial. Debemos saber, que dicho libro –que contiene el Pentateuco– la Biblia lo identifica además con los nombres siguientes:
- Libro de la Ley de Moisés (Jos. 8:31; etc.)
- Libro de la Ley de Dios (Jos. 24:26; Neh. 8:8; etc.)
Los textos que voy a transcribir a continuación, al no formar parte del Decálogo –“los Diez Mandamientos grabados en tablas de piedra por el dedo de Dios” (Éx. 31:18; Dt. 4:13; etc.), única ley moral que los adventistas reconocen como la ley eterna de Dios –, pertenecerían, a criterio de ellos, a la ley ritual que fue abolida en el Nuevo Testamento (Ef. 2:15; etc.). Ahora, pues, juzgue el lector si los siguientes pasajes deben considerarse mandamientos rituales o, por el contrario, entrarían en la categoría de ley moral, lo que contradiría la aseveración adventista de que solo el Decálogo es ley moral eterna:
Levítico 18:20-30: Además, no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella. (21) Y no des hijo tuyo para ofrecerlo por fuego a Moloc; no contamines así el nombre de tu Dios. Yo Jehová. (22) No te echarás con varón como con mujer; es abominación. (23) Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer alguna se pondrá delante de animal para ayuntarse con él; es perversión.
Levítico 19:11-12: No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro. (12) Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.
Levítico 19:18: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.
Levítico 19: 31, 35-37: No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios. […]. (35) No hagáis injusticia en juicio, en medida de tierra, en peso ni en otra medida. (36) Balanzas justas, pesas justas y medidas justas tendréis. Yo Jehová vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto. (37) Guardad, pues, todos mis estatutos y todas mis ordenanzas, y ponedlos por obra. Yo Jehová.
Deuteronomio 6:4-9: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. (5) Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
El segundo aspecto débil de la interpretación adventista es que defiendan, “a capa y espada”, que la citada “ley moral”, –el Decálogo, tal como fue escrito, por “el dedo de Dios” en “dos tablas del testimonio, tablas de piedra” (Ex. 31:18; Dt. 21:20)– sigue vigente para los cristianos, porque ellos sostienen que dicha Ley es eterna, y norma universal suprema por la que todos los cristianos deben regir sus vidas, en estricta obediencia, incluido su cuarto mandamiento, que consiste en lo siguiente:
Éxodo 31:12-18: Habló además Jehová a Moisés, diciendo: (13) Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo [sábados]; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. (14) Así que guardaréis el día de reposo [sábado], porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. (15) Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo [sábado], consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo [sábado], ciertamente morirá. (16) Guardarán, pues, el día de reposo [sábado] los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. (17) Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó. (18) Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.
Obsérvese que el reposo del sábado o séptimo día de la semana, además de ser el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí –porque ocupaba el cuarto lugar en las tablas de piedra (Ex. 20:8-11;cf. Dt. 5:12-15)– era la señal del Antiguo Pacto que Dios estableció con Israel. Por otra parte, la observancia del citado mandamiento implicaba cumplir un riguroso reglamento que incluía las siguientes prohibiciones:
- Realizar obra alguna, o requerir el trabajo de otros (Éx. 20: 9-10, cf. Dt. 5:14).
- Encender fuego (Éxodo 35:2,3: “Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo [sábado] para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá. (3) No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo.[ sábado]”)
- Recoger leña (Núm. 15:32-36)
- Preparar o cocinar comida (Éxodo 16: 22-26)
- Viajar (Éxodo 16: 29,30), nadie debía salir de su casa; en tiempos de Jesucristo, estaba establecido lo que era “el camino de un día de reposo” (Hch. 1:12 úp), es decir, el recorrido máximo que era licito viajar en sábado, era de unos 1.080 metros (3) [p. 1272, La Santa Biblia, versión 1960, Editorial Vida 1984, Miami, Florida 33167]
- Llevar carga, comprar y vender (Neh. 15: 15-19).
La sanción por transgredir este mandamiento era mayor que por cualquier otro, pues consistía en la pena de muerte (Éx. 31:14; cf. Núm. 15:32-36).
Podemos ver claramente que guardar el reposo sabático del Antiguo Pacto, conforme lo exige la ley del sábado, en nuestros días sería prácticamente imposible, máxime cuando se requería que los límites del sábado fueran de la puesta del sol del viernes a la puesta del sol del sábado. No obstante, según la ley mereceríamos la muerte, y no podríamos salvarnos si no lo guardásemos, y como dice Santiago 2:10 “Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en un punto es hecho culpable de todos” o también lo que refiere Pablo en Gálatas 3:10: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.”.
La ley del Sinaí fue dictada por Dios exclusivamente para los judíos –el pueblo de Israel–, en especial el cuarto mandamiento que es la señal del Pacto Antiguo (Éxodo 31:13-17; Deuteronomio 5:2-3). Antes de Moisés no existía esta ley sino únicamente la ley moral escrita en las conciencias humanas (Ro. 2:12-16).
Romanos 2:12-16: Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; (13) porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. (14) Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, (15) mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, (16) en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
Ningún gentil tuvo nunca la obligación de cumplir con el cuarto mandamiento que ordena reposar de todo trabajo secular, de acuerdo a las normas que hemos desglosada arriba. Aunque esta ley, en lo que respecta a sus otros nueve mandamientos, fue siempre un buen ejemplo o modelo moral para todos los gentiles, porque pudo servir para avivar muchas conciencias dormidas, embrutecidas o cauterizadas, ellos siempre dependieron de sus conciencias, pues la ley de los judíos no les concernía en absoluto. Además, notemos que el versículo 16 afirma que los cristianos no serán juzgados por su obediencia al Decálogo, sino por su obediencia al Evangelio, entendiendo con ello toda la Palabra de Dios contenida en el Nuevo Testamento.
Por todo lo citado arriba, hemos podido comprobar que el sábado es una ley ceremonial o ritual, señal del Antiguo Pacto, que como toda ley ceremonial prefigura a Cristo (2 Co. 3:2-18: Ef. 2:13-16; Gá. 3:7-29; 4:9-11; Col. 2:14,16-17; etc.), y tiene su fin o terminación en la cruz de Cristo (Col. 2:14,16-17; etc.), cuando se inicia el Nuevo Pacto; porque entonces dejó de tener efecto el Antiguo (Heb. 8:13):, y por tanto, ya no tiene sentido alguno la señal del Pacto Antiguo, el reposo del sábado, porque en el Nuevo Pacto en Cristo, nuestro reposo es nuestra fe en Cristo (Heb. 4:3-11).
En lo que sigue del cuerpo de este estudio bíblico, me limitaré a presentar y comentar los argumentos contenidos en el primero de los mensajes recibidos, titulado La ley de Dios y el Nuevo Pacto; y dejo quizá para otra ocasión comentar los restantes mensajes, cuyos títulos presento en el apartado de Bibliografía (4).
Los argumentos adventistas contenidos en el primer mensaje La ley de Dios y el Nuevo Pacto, los comentaré en dos partes bajo los siguientes epígrafes titulados:
- Qué son el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto y en qué se diferencian
- ¿Está vigente el Decálogo para los cristianos?
Expongo a continuación mi interpretación con suficientes argumentos bíblicos para demostrar el error que comenten los adventistas del séptimo día.
2. Qué son el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto y en qué se diferencian
Argumentos adventistas que me envió mi amigo
La ley de Dios y el Nuevo Pacto (primera parte)
Tal y como te dije, te envío este mensaje con el que intentaré, aunque sea sucintamente (no podría ser completo por su amplitud) explicar el significado del «Nuevo Pacto» (La Ley en la «dispensación evangélica») que, por lo que entiendo, es lo que te ha hecho dudar de la biblicidad del sábado.
¿Qué es el «Nuevo pacto», y qué es el «Antiguo pacto»? Dicho muy sucintamente: el Antiguo seria los cinco primeros libros de la Biblia (La Torá), y el Nuevo seria el Nuevo Testamento en el que Jesucristo abole la Ley ritual o elemento ceremonial («…la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas») (Efesios 2:15) Observa que dice la ley, como si hubiera otra ley. (5)
No es cierto que los cinco primeros libros de la Biblia –lo que los cristianos llamamos Pentateuco y los judíos “la Torá”– sean reconocidos e identificados por la misma Sagrada Escritura como el Antiguo Pacto.
Desde mi perspectiva bíblica, los conceptos expresados en los dos párrafos de arriba son confusos, por las siguientes razones:
En el primer párrafo parece identificarse “Nuevo Pacto” con “la Ley en la dispensación evangélica”. Sin embargo, en el segundo párrafo, se consideran equivalentes “Nuevo Pacto” y “Nuevo Testamento”, y se define el Antiguo Pacto como “los cinco primeros libros de la Biblia (La Torá)”. Si aceptamos esa lógica, el Antiguo Pacto sería equivalente a Antiguo Testamento.
La confusión procede de muy antiguo, desde que se formó lo que es conocido como Canon alejandrino, que es la traducción más antigua al griego de la Biblia hebrea (ca. siglo III a.C.), y fue llamada la Septuaginta, o versión de los Setenta (LXX). Y esto fue debido a que el vocablo “pacto” en griego se puede traducir correctamente con la palabra “pacto” en sentido de “alianza, contrato”, lo que requiere un compromiso por ambas partes intervinientes en el mismo, o con el vocablo “testamento”, cuyo significado difiere esencialmente, pues todo depende de la voluntad del testador hacia los beneficiarios elegidos por él mismo, y, además, es preciso la muerte del testador para que sus herederos obtengan la herencia.
A este respecto, la Biblia Reina-Valera, versión 1960, nos da una pista con una nota a pie de página, referida a los versículos 15 y 16 del capítulo 9 del libro de Hebreos. Transcribo abajo los citados textos y a continuación dicha nota:
Hebreos 9:15-22: Así que, por eso [Cristo] es mediador de un nuevo pacto [a], para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. (16) Porque donde hay testamento [b], es necesario que intervenga muerte del testador. (17) Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive. (18) De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre. (19) Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, (20) diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado. (21) Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio. (22) Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.
Nota citada: La misma palabra griega significa tanto [a] pacto, como [b] testamento. (6)
Observemos que el autor de Hebreos distingue entre los dos significados del vocablo “pacto”, y les da ambos sentidos según le conviene, para apoyar su argumentación. El pacto no es un testamento, pero “los llamados” [no] recibirían “la promesa de la herencia eterna” (Heb. 9:15), si antes no hubiera habido la muerte del “Testador”, el cual es Cristo, que murió no solamente por todas las transgresiones que hubo durante el Antiguo Pacto/Primer Pacto, sino que también murió por todos los pecados de los creyentes del Nuevo Pacto.
A fin de completar y apoyar mis palabras anteriores cito abajo del Comentario del libro de Hebreos, tomo IV, de Luis Bonnet y Alfredo Schroeder, 1952, Rosario (Argentina).
Se observará que si hasta aquí el autor ha opuesto el pacto antiguo al nuevo (He. 7:22; 8:6-10; 9:1-4), en los v.16 y 17 emplea el mismo vocablo griego en el sentido de testamento.
Algunos exégetas han querido, es verdad, reivindicar para este vocablo [pacto], aun en los v.16 y 17, el sentido de pacto. Mas sus esfuerzos son vanos; esa interpretación es inadmisible. El hecho es que el término griego designa toda disposición auténtica, ora sea establecida entre dos partes, comprometidas así la una para con la otra (pacto, contrato, alianza), ora provenga de uno solo, que declare así su voluntad, sus intenciones (disposición testamentaria, testamento). Teniendo el vocablo ambas acepciones, el autor pasa de la una a la otra por las necesidades de su argumentación. El procedimiento puede justificarse si no se detiene uno en la lógica formal, sino que se considera la naturaleza misma de la institución designada por este término de dos sentidos. Pues si, por una parte, las relaciones de Dios con su pueblo, principalmente en la antigua economía, tienen los caracteres de un pacto, con sus condiciones mutuas (véase, por ejemplo, 8:8-10); no es menos evidente que, de más en más, esas relaciones, basadas en la gracia pura y gratuita de Dios, en su obra de misericordia que Él realiza por completo, se tornan, de su parte, en una declaración auténtica de su voluntad misericordiosa, en un testamento. (Véase también 8:10: Ga. 3:15-17; cf. Mt. 26.28, y la Introducción general al NT, tomo I). (7)
2.1. ¿Qué entendemos, pues, por Antiguo y Nuevo Pactos?
De lo que antecede, debe de haber quedado claro, que el Antiguo Pacto no es el Antiguo Testamento entero (la Biblia hebrea), que se compone de 39 libros; como, de la misma manera, el Nuevo Pacto no es todo el Nuevo Testamento, formado por 27 libros. Antiguo Testamento y Nuevo Testamento se complementan y configuran lo que llamamos la Biblia cristiana. El Nuevo Testamento es el cumplimiento de las promesas de salvación del Antiguo Testamento, el cual prepara el camino para el nacimiento de Jesucristo, y da testimonio de Él (Jn. 5:39).
Por tanto, no es bíblico identificar los Pactos –Antiguo y Nuevo– con sus respectivos Testamentos que los registran; porque aquellos están contenidos en la Biblia, formando solo una parte, aunque fundamental, de la misma. Los Pactos son los que configuran el tipo de relación que Dios establece con su pueblo. El Pacto divino es una Alianza o transacción entre dos partes desiguales –Dios y sus criaturas–, basada en unas condiciones que Él –como Creador y Redentor y Rey del universo– estipula, y las criaturas, a su vez, si quieren formar parte del mismo, deben comprometerse a obedecer y a cumplir sus términos.
Los Pactos contienen las promesas de Dios de salvación de la humanidad, y también los requisitos que deben cumplir los seres humanos que se acogen a ellos. Los Pactos son, pues, una parte esencial de la Palabra de Dios, porque en ellos se vislumbra el Plan de Dios de Salvación y Redención de los seres humanos mediante “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13 úp).
No es, pues, correcto afirmar que los cinco primeros libros de la Biblia –lo que los cristianos llamamos Pentateuco y los judíos “la Torá”– sean reconocidos e identificados por la misma Sagrada Escritura como el Antiguo Pacto. Por el contrario, la Biblia los identifica con “la Ley” (véase: Mt. 5:17, 7:12; 11:13; 22:36-40; Lc. 10:26;16:16-17; 22:40; 24:44; Jn. 7:19; 12:14; 19:7; Hch. 7:53; etc.). Selecciono de estos textos solo unos pocos pasajes, para que el lector compruebe mi afirmación anterior, y los transcribo abajo.
Mateo 5:17-18: No penséis que he venido para abrogar la ley [el Pentateuco no solo el Decálogo] o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. (18) Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley [el Pentateuco no solo el Decálogo], hasta que todo se haya cumplido.
Mateo 7:12: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley [el Pentateuco no solo el Decálogo] y los profetas.
Mateo 22:36-40: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? [el Pentateuco no solo el Decálogo] (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley [el Pentateuco no solo el Decálogo] y los profetas.
[“La ley y los profetas” es la forma simplificada que tiene la Biblia para designar a todo el Antiguo Testamento]
Como veremos en el epígrafe nº 3, siguiente, donde me extenderé más sobre esto mismo, los adventistas defienden que la Ley es ceremonial/ritual, excepto la ley del Sinaí grabada en “las tablas de piedra por el dedo de Dios” (Éx. 31:18; Dt. 4:13), que hemos dado en llamar el Decálogo. Es decir, ellos sostienen que a la muerte y resurrección de Cristo es abolida toda la Ley, que era ritual, y solo preservan la letra de los Diez Mandamientos. Dividen la Ley en Ley de Moisés, que es la ritual, y Ley de Dios que es –según los adventistas– la única ley moral que está vigente en el Nuevo Pacto en Cristo.
Sin embargo, la realidad bíblica desmiente esa interpretación simplista, porque la Biblia registra que toda la Ley veterotestamentaria, sin excepción es Ley de Dios, la cual también es designada, por la Palabra de Dios, como la ley de Moisés (Hch.13:39; 15:5; etc.); es decir, esta Ley –que comprende los cinco primeros libros de la Biblia–, toda la Ley –no solo el Decálogo– es llamada la Ley de Dios/la Ley de Jehová (Éx. 13:9; 2 R. 10:31; 1 Cr. 16:40; 22:12-13; 2 Cr. 12:1; 17:9; 31:4,14; 35:26; etc.). El Pentateuco –los cinco primeros libros de la Biblia– es el libro de la Ley de Dios/libro de la ley de Jehová (Jos. 24:26; Neh. 8:8; 2 Cr. 17:9; etc.). En el siguiente epígrafe nº 3, presentaré más textos y argumentos que corroboran esta interpretación.
En el Antiguo Testamento se registran los pactos de Dios con la humanidad, mediante ciertas personas que Él elige, hasta la formación del pueblo israelita mediante Jacob en Egipto y el liderazgo de Moisés.
En primer lugar, Dios establece varios pactos sucesivos con personas que pertenecen a la humanidad en general y recién creada: Adán (Gn. 1:28-31, 2:15-17; cf. 3:15-24) y Noé (Gn 9:1, 9). “Algunos teólogos y eruditos” (8) (Wikipedia) denominan a las palabras que Dios dirigió a Adán y Eva, antes de su caída en el pecado (Gn. 1:28-30), “el Pacto edénico”; y a las que les dirigió después de la caída, “el Pacto adámico” (Gn. 3:14-19); en el que Dios les promete que “la simiente de la mujer” [Cristo] “herirá a la cabeza de la serpiente”, que simboliza la victoria de Cristo sobre el diablo (Gn- 3:15; cf. Ap. 12:7-12; 20:2-3).
En segundo lugar, después del Pacto con Noé (Gn 9:1, 9), Dios instituye los pactos con Abraham (Gn. 12:1-3; 15:13-14,18; 17:1-16; 22:17-18) y los patriarcas descendientes del mismo, por medio de Isaac (Gn. 17:19; 26:3); le sigue Jacob –el hijo de Isaac (Gn. 28:13, cf. Ex. 2:24; 1 Cr. 16:15-17)–, al que Dios le dio el nombre de Israel (Gn. 32:28); etc.
En tercer lugar, cuatrocientos años más tarde del Pacto con Abraham (Gn. 15:13-16), Dios pacta con los descendientes de Jacob, que se habían multiplicado en Egipto, encargándole después a Moisés (ca. 1500 a.C.), liberar a los israelitas –los hijos de Israel (Éx. 6:4-9)– de la esclavitud que aún sufrían en Egipto; luego, Dios manda a Moisés que les recuerde a ellos, para ayudarles a soportar la dureza de su esclavitud, la cercana esperanza del cumplimiento de las promesas del pacto que Dios había establecido con Abraham, Isaac y Jacob, pacto que ahora iba a ser renovado a sus descendientes en Egipto (Éx. 6:2-9), bajo la Ley del Sinaí.
Éxodo 6:2-9 Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVÁ. (3) Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos. (4) También establecí mi pacto con ellos, de darles la tierra de Canaán, la tierra en que fueron forasteros, y en la cual habitaron. (5) Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mi pacto. (6) Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; (7) y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto. (8) Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo JEHOVÁ. (9) De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel; pero ellos no escuchaban a Moisés a causa de la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre.
Concentrémonos de momento en el Antiguo Pacto.
2.1.1. ¿Qué entendemos, pues, por Antiguo Pacto?
El Antiguo Pacto es, pues, el que Dios establece exclusivamente con los israelitas, en el monte Sinaí, cuando les entrega la Ley, una vez que fueron liberados de la esclavitud de Egipto, y para convertirlos en su pueblo elegido y en una nación.
(Véase Éx. 24:1-18; 31:12-17; Éx. 31:12-17; Lv 26:44-46; Dt. 5:1-7; 9:8-12; 26:16-18; 29:1-29).
A fin de no cansar al lector extraeré, de entre los textos citados arriba, unos pocos para transcribirlos a continuación:
La misma Biblia identifica el Pacto Antiguo (Lv. 26:45) con el que Dios estableció “entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés” (Lv. 26:46); después que “Dios los sacó de la tierra de Egipto” (Lv. 26:46)
Levítico 26:44-46: Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. (45) Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová. (46) Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés.
Fue el pueblo de Israel, y no otro el que se comprometió con Dios a cumplir “todas las palabras de Jehová, y todas las leyes” (Éx. 24: 3).
“Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho.” (Éx. 24: 3).
Moisés reitera varias veces que el Pacto Antiguo, que es el Pacto de la Ley de las Tablas de piedra (Dt. 9:9), fue establecido exclusivamente con los israelitas liberados de Egipto, no con sus padres: “Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. (3) No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. (4) Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego.” (Dt. 5: 2-4).
Éxodo 34:27-28: Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. (28) Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.
Deuteronomio 9:8-12: En Horeb provocasteis a ira a Jehová, y se enojó Jehová contra vosotros para destruiros. (9) Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua; (10) y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. (11) Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto. (12) Y me dijo Jehová: Levántate, desciende pronto de aquí, porque tu pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido; pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho una imagen de fundición.
El Pacto Antiguo fue sellado con la sangre de “becerros como sacrificios de paz a Jehová.” (Éx. 24: 3).
Éxodo 24:4-8: Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. (5) Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. (6) Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. (7) Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. (8) Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.
La sangre del Pacto Antiguo era símbolo y figura del sacrificio expiatorio de Cristo con el que reconcilió a los creyentes con Dios, mediante el cual fue propicio para darles la vida eterna. Así lo confirmó el autor del libro de Hebreos “…ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre” (Heb. 9:18).
Hebreos 9:12-22: y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, [Cristo] entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. (13) Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, (14) ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
2.1.2. ¿En qué consiste el Nuevo Pacto?
El Nuevo Pacto es el cumplimiento de las promesas del Plan de Salvación anunciadas por Dios, contenidas en el Antiguo Testamento, y que son cumplidas con el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
Jesucristo nace y vive bajo la Ley (Gá. 4:4) –recordemos que la Ley se identifica con los cinco primeros libros de la Biblia, el Pentateuco– del Pacto Antiguo o Primer Pacto. Él cumplió la realidad que prefiguraba la citada Ley: los corderos y otros animales se sacrificaban en lugar de los pecadores que reconocían sus pecados, para ser salvados al ejercer fe en el futuro “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, el cual es Cristo (Jn. 1:29,36); que se ofreció a Dios Padre, mediante “el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Heb. 9:26,28).
Por tanto, en el Nuevo Pacto, Jesucristo cumple todo lo que “la Ley y los Profetas” predecían acerca de Él mismo, y lleva a cabo la realidad de lo que prefiguraba la Ley, porque da cumplimiento a todas las promesas de salvación del Antiguo Testamento, con su vida sin pecado, de obediencia a todos los mandamientos de Dios, muerte expiatoria en la cruz y resurrección, asume la paga del pecado (Ro. 6:23) que corresponde a todas las transgresiones de los seres humanos, y con ello obtiene la redención y la vida eterna para todos los que crean en Él y obedezcan su Palabra.
Como vimos arriba, el autor de Hebreos llama Primer Pacto al Pacto Antiguo –el Pacto de la Ley del Sinaí–, y al Nuevo Pacto lo denomina “Segundo Pacto” (Heb. 8:7), por ser el que sucede al Primer Pacto.
Hebreos 8:6-13: Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto [el Nuevo], establecido sobre mejores promesas. (7) Porque si aquel primero [el Antiguo Pacto] hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo [el Nuevo Pacto]. (8) Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; (9) No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. (10) Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. (13) Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.
El Nuevo Pacto tomó el lugar del Antiguo Pacto porque Cristo lo cumple y ya no tiene razón de seguir existiendo el Primer Pacto.
“Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero [el Antiguo Pacto]; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.” (Heb. 8:13)
En los anteriores textos (Heb. 8:8-13) se haya el cumplimiento del anuncio que Dios le dio al profeta Jeremías (véase más abajo: Jer. 31:31-34), en el que Dios le comunicaba el futuro establecimiento de un Nuevo Pacto, y le explicaba: “No como el pacto [el Antiguo Pacto] que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto” (Heb. 8:9); es decir, el Nuevo Pacto tomaría el lugar del Antiguo Pacto, pero sería muy diferente a éste, por muchas razones, primera y principal porque el Antiguo era temporal y con el único objetivo de preparar al pueblo elegido Israel para la recepción de Jesús el Mesías, el Salvador del mundo (Jn. 4:42; 1 Jn. 4:14); el cual debía cumplir todas las condiciones del Pacto Antiguo, incluidas en la Ley. En segundo lugar, el Nuevo Pacto es eterno (Heb. 13:20); en tercer lugar, por “cuanto [Jesús] es mediador de un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas” (Heb. 8:6), y, en cuarto lugar, porque “por el sacrificio de sí mismo” (Heb. 9:26-28), “con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Heb. 10:10-14), etc., lo que la Ley era incapaz de realizar.
Jeremías 31:31-34: He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto (véase Mt. 26:28; Mr. 14:24; Lc. 22:20; 1 Co. 11:25; 2 Co. 3:6) con la casa de Israel y con la casa de Judá. (32) No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. (33) Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón;(cf. Heb. 10:16) y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. (34) Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado
Los que formarán parte del Nuevo Pacto son todos los “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo…” (1 Pedro 1:2, p.p.). Es decir, son todos aquellos que, al reconocerse pecadores, se arrepienten de sus pecados, los confiesan a Dios, admiten que no pueden salvarse a sí mismos mediante sus propios méritos u obras buenas, y aceptan “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3); y a partir de ese momento, Él mora en cada cristiano por medio de Su Santo Espíritu, y escribe su ley de amor –todos los mandamientos que Él nos ha dado en Su Palabra– en nuestra mente y corazón (o sea, en lo profundo de nuestra consciencia); nos transforma en “una nueva criatura” en Cristo (2 Co. 5:17), y nos santifica (2 Ts. 2:13; cf. Heb. 10:10), dándonos poder para obedecer Su Palabra, no la letra grabada en “las tablas de piedra”, sino el espíritu o esencia de la Ley: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley [el Pentateuco no solo el Decálogo] y los profetas” (Mt. 22:37-40).
Institución de la Cena del Señor
Jesucristo instituyó el rito de la Santa Cena, para vincular el Nuevo Pacto con su sangre que sería derramada por muchos para remisión de los pecados” (Mt. 26:26-28; Mr. 14:22-24; Lc. 22:19-20; cf. 1 Co. 11:23-26). Todo ello a fin de que apreciemos, y nunca olvidemos, su meritorio sacrificio por el que le debemos la vida eterna, de manera que “todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Co. 22:26).
Mateo 26:26-29: Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. (27) Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; (28) porque esto es mi sangre (cf. Éx, 24: 6-8) del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
Lucas 22:19-20: Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. (20) De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
1 Corintios 11:23-26: Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; (24) y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. (25) Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. (26) Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
Observemos que cuando Jesús dijo “esto es mi sangre del Nuevo Pacto” estaba anunciando que su sacrificio expiatorio en la cruz –del día siguiente viernes, 7 de abril del año 30 d.C.– sellaría el Nuevo Pacto, y con ello la salvación de los creyentes, de la misma manera que la sangre derramada de animales, que prefiguraba su cruel muerte, selló el Antiguo/Primer Pacto: “Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. (7) Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. (8) Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.” (cf. Éx, 24: 6-8). Recordemos también algo de su contexto:
Éxodo 24:4-8: Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. (5) Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. (6) Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. (7) Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. (8) Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.
Ahora podemos comprender que así como el símbolo y figura que usó Moisés, al rociar con la sangre de animales a Israel, significaba comprometerse con las condiciones del Antiguo Pacto, igualmente ocurre con el símbolo hecho realidad en el sacrificio del Cordero de Dios; por tanto, “ser rociados con la sangre de Jesucristo” significa entrar en el Nuevo Pacto, aceptar y obedecer sus condiciones que se encuentran en todo el Nuevo Testamento, y ejerciendo nuestra fe en que la muerte expiatoria de Cristo en la cruz, sustituye a la muerte que merecemos como pecadores, y todo ello debe afectar nuestro cotidiano vivir de manera que “hagamos morir lo terrenal” (Col. 3:5), nuestro ser carnal; por lo que no debemos dudar que Cristo en su crucifixión consiguió “que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.” (Ro. 6:6); ello supone haber sido nacidos de nuevo por el Espíritu Santo (Jn. 3:3-6), para que Él more en nosotros (1 Co. 6:19-20; cf. 1 Co. 3:16-17); e implica no limitarse a obedecer la ley de los Diez Mandamientos grabada en tablas de piedra, sino la ley del amor escrita en nuestros corazones, “con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Co. 3:3). Por tanto, es poder decir como San Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20).
Todo ello es el Nuevo Pacto anunciado por Dios al profeta Jeremías, y cumplido en Cristo (Jer. 31:31-34; cf. Heb. 8:10-13;10:14-18).
3. ¿Está vigente el Decálogo para los cristianos?
Analizaré también si es bíblico considerar que la Ley del Antiguo Pacto es ritual excepto el Decálogo, como sostienen los adventistas.
Argumentos adventistas (enviados por un amigo)
La ley de Dios y el Nuevo Pacto (segunda parte)
En efecto. En la TORÁ encontramos DOS elementos que se diferencian con absoluta claridad: El primero es la ley CEREMONIAL. Esta parte de la TORÁ tenía que ver solamente con el pueblo hebreo. Pero Cristo daría a su doctrina una función universal, por tanto la ley ceremonial tenía que desaparecer. Ef.2:15; Col. 2:14. Al ignorar esta circunstancia, algunos interpretan ciertos textos que hablan de la abolición de la ley como si se tratara de los Diez Mandamientos. Al mismo tiempo, presentan ciertos textos con los que pretenden demostrar la biblicidad del domingo: La resurrección de Jesús el domingo: Luc. 23:56; 24:1. La reunión de Troas: Hechos 20:7,11. La colecta el primer día de la semana: 1 Cor. 16:2. La reunión de los discípulos en el Aposento Alto, Juan 20:19. etc.
El segundo elemento que encontramos en la TORÁ es la Ley moral o Diez Mandamientos. Juan 14:21. Veamos las pruebas bíblicas de los dos elementos:
La ley ceremonial |
La Ley moral o Diez Mandamientos |
1. Una: Escrita por Moisés: Dt. 31:9. |
Otra: Escrita por Dios, Éxodo 31:18 |
2. Colocada fuera del arca: Dt. 31:26 |
Colocada dentro del arca, Dt. 10:5 |
3. Denominada ley de Moisés, Neh. 8:1 |
Denominada Ley de Dios, Sal. 19:7 |
4. Escrita en un libro, Dt. 31:24 |
Escrita en tablas de piedra, Dt. 4:13 |
5. No era perfecta, Heb. 7:19 |
Es perfecta, Rom. 7:12: Sal. 19:7 |
6. Era yugo de esclavitud, Gal. 5:1 |
Es Ley de libertad, Sant. 2:12 |
7.Impuesta por un tiempo, Heb. 9:9,10 |
Para siempre, Sal. 119:152 |
8. No obliga al cristiano, Gal. 5:2-4 |
Obliga al cristiano, 1 Cor. 7:19 |
[…].
Ambos grupos de pasajes no pueden referirse a la misma ley, de lo contrario, la Biblia es un galimatías. Como ya he dicho, el elemento ceremonial fue abolido. (9)
El autor de estos argumentos adventistas prefiere emplear el vocablo “Torá”, que según el Diccionario RAE, significa: “Libro de la ley de los judíos, que se corresponde con los cinco que forman el Pentateuco en el Antiguo Testamento.” (10).
Sin embargo, el uso del citado término “Torá” puede inducir a error a los lectores, pues pueden pensar que se refiere a un concepto distinto al que emplea la mayoría de las versiones de la Biblia en idioma español, que es sencillamente “Ley”. Seguramente, el citado autor evita usar este último vocablo a fin de no incurrir en redundancia con la artificiosa y típica distinción adventista entre “Ley ceremonial” y “Ley moral”.
Puesto que la Sagrada Escritura jamás asigna a “la Ley” ninguno de esos calificativos o apellidos, nadie debería arrogarse la potestad para hacerlo, máxime porque ello desvirtúa la esencia de la Ley, que no distingue entre “ley ritual” y “ley moral”. Toda “la Ley” –el Pentateuco o cinco primeros libros de la Biblia– es Ley de Dios, Palabra y Revelación divinas; por tanto, siempre se trata de una Ley moral, aunque tenga elementos rituales, pero en ningún caso será factible separar los elementos morales de los rituales para formar dos bloques, uno, con leyes ceremoniales o rituales y otro, solo con leyes estrictamente morales. Pongamos algunos ejemplos, para probar lo que antecede, pero sin pretender ser exhaustivo.
¿Son los cinco primeros libros de la Biblia ley ritual/ceremonial?
Los cinco primeros libros de la Biblia –Génesis (Gn), Éxodo (Éx), Levítico (Lv), Números (Nm) y Deuteronomio (Dt)– son lo que la Biblia identifica con “la Ley”, o también son denominados por la Escritura como “el libro de la Ley” (Dt. 31:26; Jos. 1:8; etc.), el libro de la Ley de Moisés (Jos. 8:31; etc.), llamado también Libro de la Ley de Dios (Jos. 24:26; Neh. 8:8; etc.); todos estos distintos nombres son varias formas bíblicas de nombrar al Pentateuco, que es el libro de la Ley del Antiguo Pacto, y que los adventistas califican como la ley ritual/ceremonial, exceptuando los Diez Mandamientos grabados en tablas de piedra. Ahora, juzguemos si al Pentateuco se le puede calificar como ley ritual:
Levítico 18:20-23: […] no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella. (21) Y no des hijo tuyo para ofrecerlo por fuego a Moloc; no contamines así el nombre de tu Dios. Yo Jehová. (22) No te echarás con varón como con mujer; es abominación. (23) Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer alguna se pondrá delante de animal para ayuntarse con él; es perversión.
Levítico 19:11-12: No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro. (12) Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.
Levítico 19:18: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.
Levítico 19: 31, 35-37: No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios. […]. (35) No hagáis injusticia en juicio, en medida de tierra, en peso ni en otra medida. (36) Balanzas justas, pesas justas y medidas justas tendréis. Yo Jehová vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto. (37) Guardad, pues, todos mis estatutos y todas mis ordenanzas, y ponedlos por obra. Yo Jehová.
Deuteronomio 6:4-9: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. (5) Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
Como hemos podido comprobar, no se ajusta a la Biblia sostener – como hacen los adventistas con sus citados argumentos – que la Ley se divide en ley ritual, contenida en el libro de la Ley, que “tiene que ver solo con el pueblo judío” (11), y en ley moral –los Diez Mandamientos escritos en tablas de piedra–, que afectaría y obligaría a toda la humanidad.
En el epígrafe nº 2 anterior, explicaba que la Biblia no identifica, ni denomina a sus cinco primeros libros dándoles el título o nombre de “Antiguo Pacto”, sino que los reconoce como la Ley; y ahora vamos a aportar más pruebas bíblicas al respecto, para demostrar que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento, identifican a los cinco primeros libros de la Biblia –llamados el Pentateuco o la Torá–, con los siguientes títulos:
En el Antiguo Testamento
- “La Ley” (‘Ex. 24:12; Dt. 17:18-19; 28:58; etc.)
- “La ley de Moisés” (Dt. 4;44-45; 1 R. 2:3; 23:25; Esd. 3:2, 7:6)
- “La ley de Jehová Dios” (2 R. 10:31; 1 Cr. 16:40; 22:12-13; 2 Cr. 12:1; 17:9; 31:4,14; 35:26; etc.)
- “El libro de la Ley” (Dt. 17:18-19; 29:21; 30:10; 31:9, 24-26; Jos. 1:7-8; etc.)
- “El libro de la ley de Moisés” (Jos. 8:30,31; 23:6; 2 R. 14:6)
- “El libro de la ley de Dios” (Jos. 24:26; etc.)
En el Nuevo Testamento (Palabras de Jesucristo y de sus apóstoles)
- “La Ley”, (Mt. 5:17-18; 7:12; 22:36-40; 23:23; Hch. 13:15; 24:14; 25:8; etc.)
- La ley y los profetas. (Mt. :7:12; 22:40; Hch. 13:15; 24:14; etc.)
- La ley de Moisés (Lc. 2:22-24; 24:44; Jn. 7:23; Hch. 15:5; 28:23)
- “La Ley del Señor (Lc. 1:6; 2:23-24; 2:39; etc.)
A fin de facilitar la lectura la mejor comprensión del lector transcribo a bajo los pasajes citados arriba:
Textos en la Palabra de Dios que son pruebas irrefutables.
En el Antiguo Testamento
“La Ley”, (‘Ex. 24:12; Dt. 17:18-19; 28:58; etc.) |
Éxodo 24:12: Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles.
Deuteronomio 17:18-19: Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; (19) y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra…
Deuteronomio 28:58-61: Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS, (59) entonces Jehová aumentará maravillosamente tus plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, y enfermedades malignas y duraderas; (60) y traerá sobre ti todos los males de Egipto, delante de los cuales temiste, y no te dejarán. (61) Asimismo toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en el libro de esta ley, Jehová la enviará sobre ti, hasta que seas destruido.
La ley de Moisés (Dt. 4;44-45; 1 R. 2:3; 23:25; Esd. 3:2, 7:6) |
Deuteronomio 4:44-45: Esta, pues, es la ley que Moisés puso delante de los hijos de Israel. (45) Estos son los testimonios, los estatutos y los decretos que habló Moisés a los hijos de Israel cuando salieron de Egipto…
1 Reyes 2:3 (cf. 2 R. 23:25): Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas
2 Crónicas 23:18; (cf. 30:16): Luego ordenó Joiada los oficios en la casa de Jehová, bajo la mano de los sacerdotes y levitas, según David los había distribuido en la casa de Jehová, para ofrecer a Jehová los holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés, con gozo y con cánticos, conforme a la disposición de David.
Esdras 3:2: Entonces se levantaron Jesúa hijo de Josadac y sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel hijo de Salatiel y sus hermanos, y edificaron el altar del Dios de Israel, para ofrecer sobre él holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés varón de Dios.
Esdras 7:6: este Esdras subió de Babilonia. Era escriba diligente en la ley de Moisés, que Jehová Dios de Israel había dado; y le concedió el rey todo lo que pidió, porque la mano de Jehová su Dios estaba sobre Esdras.
Daniel 9:13: Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad.
Malaquías 4:4: Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel.
La ley de Jehová Dios (2 R. 10:31; 1 Cr. 16:40; 22:12-13; 2 Cr. 12:1; 17:9; 31:4,14; 35:26; etc.) |
2 Reyes 10:31: Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón, ni se apartó de los pecados de Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel.
1 Crónicas 16:40: para que sacrificasen continuamente, a mañana y tarde, holocaustos a Jehová en el altar del holocausto, conforme a todo lo que está escrito en la ley de Jehová, que él prescribió a Israel;
1 Crónicas 22:12-13: Y Jehová te dé entendimiento y prudencia, para que cuando gobiernes a Israel, guardes la ley de Jehová tu Dios. (13) Entonces serás prosperado, si cuidares de poner por obra los estatutos y decretos que Jehová mandó a Moisés para Israel. Esfuérzate, pues, y cobra ánimo; no temas, ni desmayes.
2 Crónicas 12:1: Cuando Roboam había consolidado el reino, dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él.
2 Crónicas 35:26: Los demás hechos de Josías, y sus obras piadosas conforme a lo que está escrito en la ley de Jehová,
“El libro de la Ley” (Dt. 17:18-19; 29:21; 30:10; 31:9, 24-26; Jos. 1:7-8; etc.) |
Deuteronomio 29:21: y lo apartará Jehová de todas las tribus de Israel para mal, conforme a todas las maldiciones del pacto escrito en este libro de la ley.
Deuteronomio 30:10-11: cuando obedecieres a la voz de Jehová tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos escritos en este libro de la ley; cuando te convirtieres a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. (11) Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos.
Deuteronomio 31:9,24-26: Y escribió Moisés esta ley, y la dio a los sacerdotes hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto de Jehová… (24) Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, (25) dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, diciendo: (26) Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti.
Josué 1:7-8: Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. (8) Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
El libro de la ley de Dios (Jos. 24:26; etc.) |
Josué 24:26: Y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios; y tomando una gran piedra, la levantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehová.
2 Crónicas 17:9: Y enseñaron en Judá, teniendo consigo el libro de la ley de Jehová, y recorrieron todas las ciudades de Judá enseñando al pueblo.
El libro de la ley de Moisés (Jos. 8:30,31; 23:6; 2 R. 14:6) |
Josué 8:30-31 (cf. 2 R. 14:6): Entonces Josué edificó un altar a Jehová Dios de Israel en el monte Ebal, (31) como Moisés siervo de Jehová lo había mandado a los hijos de Israel, como está escrito en el libro de la ley de Moisés.
Josué 23:6: Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra;
Veamos ahora como igualmente el Nuevo Testamento identifica a los cinco primeros libros de la Biblia –llamados el Pentateuco o la Torá– con “la Ley”. A veces junto a la Ley se citan los profetas, para referirse de forma simplificada al resto del Antiguo Testamento.
En el Nuevo Testamento
Palabras de Jesucristo y de sus apóstoles:
“La Ley”, (‘Mt. 5:17-18; 7:12; 22:36-40; 23:23; Hch. 13:15; 24:14; 25:8; etc.) |
Mateo 5:17-18: No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. (18) Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
Mateo 7:12: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
Mateo 22:36-40: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Mateo 23:23: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino,(G) y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer.
Hechos 13:15: Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.
Hechos 24:14: Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas;
Hechos 25:8: alegando Pablo en su defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.
La ley de Moisés (Lc. 2:22-24; 24:44; Jn. 7:23; Hch. 15:5; 28:23) |
Lucas 2:22-24: Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (23) (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor, (24) y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
Lucas 24:44: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Juan 7:23: Si recibe el hombre la circuncisión en el día de reposo, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo sané completamente a un hombre?
Hechos 15:5: Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.
Hechos 28:23: Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.
La ley del Señor (Lc. 1:6; 2:23-24; 2:39; etc.) |
Lucas 1:6: Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
Lucas 2:22-24: Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (23) (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor, (24) y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
Lucas 2:39: Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
Cuando Jesús o sus apóstoles hablan de la ley y/o los profetas se están refiriendo, como es evidente, al Pentateuco y/o restantes Escrituras que conforman el AT, cuyo canon ya se había formado en su tiempo del siglo I d.C.
Con lo que antecede, se ha hecho evidente, que el Antiguo Testamento emplea varios términos que son equivalentes porque expresan, designan o se refieren al mismo conjunto de los cinco primeros libros de la Biblia –conocidos como el Pentateuco /la Ley por los gentiles y la Torá por los judíos.
Continúo comentando lo que para los adventistas son pruebas bíblicas que demuestran que la Biblia se refiere realmente a dos leyes distintas: una la ley ceremonial/ritual y una ley moral.
¿Son realmente dos leyes distintas – ley ceremonial/ritual y ley moral–, de tal manera que sea factible bíblicamente, separar la una de la otra?
Ya hemos visto que para los adventistas la única ley moral que existe en el Pentateuco es la de los Diez Mandamientos de las tablas de piedra. Y, sin embargo, el Pentateuco contiene innumerables leyes morales, además del Decálogo; y también demostramos que la Biblia llama la Ley de Dios, no solo a la ley de las tablas de piedra, sino que los cinco libros son la ley de Dios, o libro de la Ley de Dios.
En los argumentos adventistas citados al principio de este epígrafe, se citan, en forma de tabla, una serie de textos bíblicos que muestran unas diferencias aparentemente muy notables, entre la supuestamente ley ceremonial y la ley moral, según los interpretan ellos. Vamos pues a analizar cada uno de los textos bíblicos aportados por ellos, y darles nuestra explicación desde una perspectiva bíblica imparcial.
Comentario al primer elemento de la lista de argumentos adventistas (12):
Ley ceremonial/ritual |
Ley moral/ Diez Mandamientos |
1. Escrita por Moisés (Dt. 31:9) [Realmente Ley de Dios y Ley moral] |
Escrita por Dios (Éx. 31:18) [Las tablas del Pacto Antiguo] |
Deuteronomio 31:9: Y escribió Moisés esta ley, y la dio a los sacerdotes hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto de Jehová, y a todos los ancianos de Israel. |
Éxodo 31:18: Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios. |
Como se ha probado arriba tan ley de Dios es la que escribió Moisés como la que escribió Dios con su dedo, puesto que Moisés no escribió nada por su propia cuenta, sino que todo lo que escribió fue Palabra de Dios, es decir, revelada por Él. Si como hemos demostrado, tanto la Ley escrita por Moisés como la escrita por Dios son ley de Dios, pertenecientes ambas al Autor Divino, y por tanto igualmente morales, ¿en qué se distinguen? O ¿Por qué parece que Dios enfatiza una más que la otra al escribirla en tablas de piedra?
Sencillamente, porque los Diez Mandamientos escritos en tablas de piedra conforman un resumen de las condiciones o requerimientos fundamentales del Pacto Antiguo (Éx. 34:27,28; Dt. 4:13; 9:9-11; Jer. 31:31,32), exigidos por Dios exclusivamente a su pueblo Israel, de lo que depende toda la Ley (Mt. 22: 36-40). De tal manera esto es así que la Palabra de Dios denomina a “las dos tablas de piedra, las tablas del Pacto” (Dt: 9:9-11; cf. Dt. 4:13); porque esas tablas contenían lo fundamental del Pacto Antiguo o Alianza, que el pueblo hebreo, recién liberado de Egipto, debía cumplir para pertenecer a su Pacto con Dios; leamos dichos textos, y lo comprobaremos:
“Jehová… escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos” (Éx. 34:28). “…Él [Jehová Dios] os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra” (Dt. 4:13). Veamos los textos en su contexto:
Éxodo 34:27-28: Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. (28) Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.
Deuteronomio 4:12-14: y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, mas a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis. (13) Y él [Jehová Dios] os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra. (14) A mí también me mandó Jehová en aquel tiempo que os enseñase los estatutos y juicios, para que los pusieseis por obra en la tierra a la cual pasáis a tomar posesión de ella.
Deuteronomio 9:9-11: Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua; (10) y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. (11) Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto.
Según nuestro Señor Jesucristo, toda la Ley se fundamenta en, o depende de, dos mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mt. 22: 37-40). Estos mandamientos que son la esencia de la Ley, precisamente se registran en el libro de la Ley –el Pentateuco–, lo que los adventistas identifican con la Ley ceremonial o ritual, lo que demuestra el error de interpretar que solo es ley moral el Decálogo, y el resto es ley ritual.
La razón de que se distinga especialmente al Decálogo del resto de la Ley, se debe, al parecer, a que en las transacciones antiguas solía incluirse un documento que recogía lo fundamental del pacto o alianza de ambos intervinientes del mismo. Y esto mismo es la función que cumplen los Diez Mandamientos escritos en las tablas de piedra: configuran las normas esenciales del Pacto, que debían cumplir los israelitas, que fueron los que aceptaron el Pacto que Dios les ofreció; de ahí que la Palabra de Dios denomina también a este documento: “tablas del testimonio” (Éx. 31:18).
La letra de los Diez Mandamientos, escritos en tablas de piedra, puesto que estaba vinculada al Pacto Antiguo –ya que son las tablas del Pacto (Éx. 34:27,28; Dt. 4:13; 9:9-11; Jer. 31:31,32)–, dejaría de tener vigencia cuando se cancelase el Pacto Antiguo, con el establecimiento del Nuevo Pacto, que cumple el anuncio/promesa que Dios da al profeta Jeremías:
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. (32) No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. (33) Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón;(E) y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. (34) Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:27-40).
Como comprobamos en el epígrafe anterior, el autor del libro de Hebreos nos confirma el cumplimiento de la profecía de Jeremías (Heb. 8: 6-13; 10:14-18):
Hebreos 8:6-13: Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto [el Nuevo], establecido sobre mejores promesas. (7) Porque si aquel primero [el Antiguo Pacto] hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo [el Nuevo Pacto]. (8) Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; (9) No como el pacto que hice con sus padres El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. (10) Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.(C) (13) Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.
Por tanto, el Nuevo Pacto, puesto que es distinto al Antiguo Pacto, no se basa en la letra de las tablas de piedra, sino en “la sangre de Cristo” (Mt. 26:28; etc.). Y en él no se necesita la letra de la Ley Antigua, porque Dios, cuando aceptamos el sacrificio expiatorio en Cristo, nos da el nuevo nacimiento, que implica una transformación en “nueva criatura” o regeneración, que hace que seamos guiados por el Espíritu Santo (Ro. 8:14-17); cuando entramos en el Nuevo Pacto en Cristo, Dios cumple la promesa que hizo al profeta Jeremías: “Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré” (Heb. 10:16 up). Si leemos su contexto comprenderemos, que es la ofrenda de Cristo, de sí mismo, al Padre la que nos hace perfectos ante Él, y no el cumplir externamente una ley moral (el Decálogo), que nos haría caer en un legalismo frio carente de amor.
Hebreos 10:14-18: porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. (15) Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: (16) Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, (17) añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. (18) Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
Sin embargo, estas leyes que Dios graba en nuestra mente no se corresponden con la letra de las tablas de piedra, sino con su espíritu, es decir, la ley del amor a Dios y al prójimo como a uno mismo. Sería totalmente absurdo, como creen los adventistas, que Dios nos grabase una ley externa como la de los Diez Mandamientos, que fue una adaptación apropiada para el pueblo del Pacto Antiguo, en la que mediante diez normas, que jamás pueden alcanzar la esencia del amor de Dios, se bosquejan unos principios elementales suficientes para aquella época, pero que nunca pueden expresar ni alcanzar el amor, como fundamento del carácter de Dios, que “es amor” (1 Jn. 4:6,16). Por eso la ley del amor expresada en mandamientos nunca puede ser perfecta, por la limitación implícita que conlleva la expresión del Amor mediante un determinado número de normas, que jamás podrán abarcar lo que es el amor verdadero, que procede de Dios.
Además, la Palabra de Dios nos confirma que, en el Nuevo Pacto en Cristo, servimos “bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Ro. 7:6). Y, en otra de sus epístolas, San Pablo añade: Dios… nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. (7) Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, (8) ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? (9) Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. (2 Co. 3:6-9). Pero mejor es leer su contexto entero:
2 Corintios 3:3-18: siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra,(A) sino en tablas de carne del corazón. (4) Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; (5) no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, (6) el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto,(B) no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. (7) Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro,(C) la cual había de perecer, (8) ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? (9) Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. (10) Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. (11) Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece. (12) Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; (13) y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro,(D) para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. (14) Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. (15) Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. (16) Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. (17) Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. (18) Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
No hay pues una ley moral el Decálogo, que pueda separarse de su contexto que es el Pacto Antiguo, que abarca toda la Ley, la cual no puede calificarse de ritual porque contiene innumerables preceptos morales fuera de las tablas de piedra, aunque también contenga leyes rituales, pero todo la Ley es moral y ritual a la vez, y Ley de Dios puesto que Dios es su autor.
Comentario al segundo elemento de la lista de argumentos adventistas (13).
2. Colocada fuera del arca (Dt. 31:26) [El libro de la Ley es también Ley de Dios] |
Colocada en el arca (Dt. 10:5) [Las tablas del Pacto Antiguo] |
Deuteronomio 31:9: Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti |
Deuteronomio 10:5: Y volví y descendí del monte, y puse las tablas en el arca que había hecho; y allí están, como Jehová me mandó. |
Observemos que al lado del Arca del Pacto se coloca el “libro de la Ley”, que como hemos comprobado es la Ley de Dios, el Pentateuco; y las tablas de piedra, con los Diez Mandamientos, que representan el resumen de los requisitos básicos que Dios exige a su pueblo Israel para pertenecer al Pacto Antiguo, son introducidas en el Arca por Moisés, como un documento singular y separado, para recordar a los israelitas sus obligaciones y deberes que conllevaba su Pacto; pero realmente esto no establece ninguna diferencia esencial, pues el libro de la Ley es la totalidad de la Ley de Dios y las tablas designan las normas básicas resumidas del Pacto Antiguo.
Por otra parte, notemos, además, que las palabras con las que Dios escribió los Diez Mandamientos, no son más perfectas y eternas que las palabras inspiradas por Él a Moisés para que escribiera “el libro de la Ley de Dios”. Los Diez Mandamientos no conforman una Palabra de Dios especial como más pura y excelsa, que el libro de la Ley de Moisés/libro de la Ley de Dios.
Los adventistas han mitificado dos hechos: 1) Que Dios escribiera con “su dedo en tablas de piedra”, dándole a esto un valor superior a las palabras que escribió Moisés, que fueron totalmente inspiradas por Dios; y 2) al detalle de colocar las tablas de la Ley dentro del Arca del Pacto, ellos también lo han sobrevalorado, pensando que ello podía significar que dichos mandamientos tienen cualidades eternas e imposibles de perfeccionar; cuando realmente lo único que es eterno e imposible de perfeccionar es el principio de la Ley del Amor de Dios, fundamento de su carácter (1 Jn 4:6,16).
Comentario al tercer elemento de la lista de argumentos adventistas (14):
3. Denominada ley de Moisés (Neh. 8:1) [El libro de la Ley es también Ley de Dios] |
Llamada Ley de Dios (Sal. 19:7) [Las Ley de Dios es Su Palabra entera, no solo sus mandamientos] |
Nehemías 8:1: y se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel. |
Sal. 19:7: La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo |
Otro craso error de los adventistas consiste en identificar la palabra “ley”, casi siempre, con los Diez Mandamientos de las tablas de piedra. Para ellos es la única ley moral de Dios por la que deben regir sus vidas; y no se han dado cuenta que con eso se han empobrecido, dejándose guiar por la letra muerta de la ley, cuando realmente los cristianos debemos ser guiados por “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” ((Ro. 8:2; cf. 8:14); y que es, también, toda la Palabra de Dios la que debe dirigir la vida cristiana en total obediencia a la misma, y no limitarse a la Ley del Sinaí, que era solo para el Pacto Antiguo, para la relación de los israelitas con Dios.
La Ley de Dios es perfecta en tanto que toda su Palabra también lo es; ya hemos dicho, por activa y por pasiva, que la Ley de Dios no es solo los Diez Mandamientos, sino, al menos, todo el libro de la Ley, o bien toda Su Palabra contenida en el Antiguo y Nuevo Testamentos (véase, p.e.: 1 P. 1:23-25; cf. Stgo. 1:19-25). Comprobémoslo:
Santiago 1:19-25: Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; (20) porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. (21) Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. (22) Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. (23) Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. (24) Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. (25) Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
Fijémonos que la Palabra, toda la Palabra contenida, especialmente en el Nuevo Testamento (el Evangelio y Epístolas) se identifica o se considera equivalente a la perfecta ley, la de la libertad (Stgo. 1:21,22; cf. 1:25). Porque el Nuevo Pacto, consiste en la obediencia a la Palabra de Dios, y no limitarse, como hacen los adventistas a la letra del Decálogo, que nunca se puede separar de la Ley donde está inserto, porque contiene los requisitos y normas del Pacto Antiguo, exclusivamente para los israelitas.
1 Pedro 1:23-25: siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (24) Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; (25) Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Queridos hermanos adventistas, siento mucho que os aferréis a la Ley del Pacto Antiguo, cuando tenéis a vuestro alcance “la palabra implantada, [“la perfecta ley, la de la libertad] la cual puede salvar vuestras almas” (Stgo. 1:21 úp; cf. 1:25); “Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” (1 P. 1:25 úp); No podéis esperar que la Ley del Pacto Antiguo realice en vuestros corazones y mentes algo que sería imposible que hiciera, porque pertenecemos al Nuevo Pacto en Cristo y lo que nos salva es Cristo por Su Santa y perfecta Palabra, y por medio del Espíritu Santo, que mora en cada cristiano.
Comentario al cuarto elemento de la lista de argumentos adventistas (15)
4. Escrita en un libro (Dt. 31:24) [El libro de la Ley es también Ley de Dios] |
Escrita en tablas de piedra (Dt.4:13) [El Pacto Antiguo solo se vincula con los Diez Mandamientos] |
Deuteronomio 31:24: Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse… |
Deuteronomio 4:13: Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra |
Este cuarto argumento no añade nada al que ya expuse en el comentario primero de la lista, que se refería a que había una ley escrita por Moisés en un libro, que se contraponía a la ley escrita por Dios en tablas de piedra. Se trata de la misma refutación a la que me he referido: El libro de la Ley es de Dios, porque por Él ha sido inspirado en su totalidad, ni más ni menos que lo que escribió con su dedo en las tablas de piedra: Sirven, por tanto, los mismos razonamientos y pruebas bíblicos que presenté allí. Las tablas de piedra no se pueden separar del libro de la ley de Dios, porque están ligadas al Pacto Antiguo.
Comentario al quinto elemento de la lista de argumentos adventistas (16):
5. No era perfecta (Heb. 7:19) [La Ley del Pacto Antiguo no pudo perfeccionar a nadie] |
Es perfecta (Ro.7:12; Sal. 19:7) [Claro que la ley es santa, y perfecta, porque es Palabra de Dios] |
Hebreos 7:19: (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. |
Romanos 7:12: De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. Sal. 19:7-9: La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. |
El versículo del libro de Hebreos (7:19) no afirma que la Ley del Pacto Antiguo no era perfecta, sino que “no pudo perfeccionar nada o a nadie”; o “hacer perfecta a la gente” (Heb. 7:19; versión BLS); “la Ley no llevó nada a la perfección” (Heb. 7:19; versión Biblia de Jerusalén 2001). “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan” (Heb. 10:1). Es decir, el pueblo de Israel cuando transgredía alguno o varios de los mandamientos de la Ley, debía sacrificar un animal previsto en la ley, y ofrecerlo a Dios por medio del sacerdote, a fin de que sus pecados fuesen perdonados, pero su fe no debía estar puesta en el animal sacrificado, –“porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Heb. 10:4)– sino en el futuro “Cordero de Dios que quita el pecado mundo” (Jn. 1:29,36).
Hebreos 7:19 en las tres siguientes versiones de la Biblia
(Jer 2001*) ya que la Ley no llevó nada a la perfección, como introducción a una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.
(LBLA) (pues la ley nada hizo perfecto), y se introduce una mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a Dios.
(DHH L 1996*) pues la ley de Moisés no perfeccionó nada, y en su lugar tenemos una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.
“La ley nada hizo perfecto” porque esa no era la función de la Ley; “porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Ro. 3:20 úp).
Gálatas 3:24-26: De manera que la ley ha sido nuestro ayo [tutor, pedagogo], para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. (25) Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, (26) pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús…
Sin embargo, la Ley (no solo los Diez Mandamientos) sino toda la Ley es tan santa y perfecta como es la Palabra de Dios. En cuanto a lo demás, los argumentos que expuse para el tercer elemento de la lista, pueden aplicarse igualmente; pues la conclusión es siempre la misma: la Ley no se puede dividir en ritual y moral, porque tan perfecta es la Ley de Moisés como la Ley de Dios, pues ambas proceden de Dios, que es su Autor.
Comentario al sexto elemento de la lista de argumentos adventistas (17):
6. Era yugo de esclavitud, (Gal. 5:1) [La Ley del Pacto Antiguo] |
Es Ley de libertad, (Stgo. 2:12) [“La Palabra que por el Evangelio es anunciada.” (1 P. 1:25 úp] |
Gálatas 5:1: Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud |
Santiago 2:12: Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. |
Aquí vuelven a equivocarse los adventistas pues confunden la Ley del Pacto Antiguo, Ley obsoleta, con la nueva ley evangélica, la Ley de la libertad, que la sustituye, que es la Palabra de Dios. Cuando comenté el tercer argumento adventista demostré que la ley de libertad es el Evangelio o toda la Palabra de Dios:
Santiago 1:19-25: Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; (20) porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. (21) Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. (22) Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. (23) Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. (24) Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. (25) Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
1 Pedro 1:23-25: siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (24) Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; (25) Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
El texto de la epístola a los Gálatas (5:1) contrapone no la Ley ceremonial con la ley moral (el Decálogo), sino la Ley del Antiguo Pacto con la Ley de la libertad, que no son los Diez Mandamientos como creen los adventistas, sino que es el Evangelio o toda la Palabra de Dios contenida en el Nuevo Testamento. Pero los hermanos adventistas cuando ven el vocablo “ley” no pueden dejar de identificarlo con el Decálogo, porque para ellos no hay otra ley moral que los Diez Mandamientos. Es penoso que voluntariamente se sujeten al yugo de esclavitud (Gá. 5:1) que significaba la Ley del Pacto Antiguo, cuando tienen su alcance “la palabra implantada, [“la perfecta ley, la de la libertad] la cual puede salvar vuestras almas” (Stgo. 1:21 úp; cf. 1:25); “Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” (1 P. 1:25 úp); ellos no deberían esperar que la Ley del Pacto Antiguo realice algo en sus corazones y mentes que sería imposible que hiciera, porque pertenecemos al Nuevo Pacto en Cristo, que es el cumplimiento de toda la Ley Antigua; y lo que nos salva es Cristo por Su Santa y perfecta Palabra, y por medio del Espíritu Santo, que mora en cada cristiano.
Comentario al séptimo elemento de la lista de argumentos adventistas (18):
7. Impuesta por un tiempo, (Heb. 9:9,10) [La Ley del Pacto Antiguo] |
Para siempre, (Sal. 119:152) [“La Palabra que por el Evangelio es anunciada.” (1 P. 1:25 úp] |
Hebreos 9:9-10: Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, (10) ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas. |
Salmos 119:152: Hace ya mucho que he entendido tus testimonios, Que para siempre los has establecido. |
Naturalmente que la Ley del Antiguo Pacto –incluidos los Diez Mandamientos que no se pueden separar de la Ley, porque están vinculados al Pacto Antiguo–, fue impuesta por un tiempo, hasta que entró en vigor el Nuevo Pacto con el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesucristo, porque con Él se cumplió todo lo que prefiguraba la Ley, que es “la sombra de los bienes venidero…” (véase Heb. 10:1,10-14). Lo que es para siempre no son los Diez Mandamientos como creen los adventistas, sino la Palabra de Dios, –“El cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lc. 21:33; cf. 1 P. 1:23,25).
El texto aportado de Salmos 119:52, no prueba, en primer lugar, que “tus testimonios” [los de Dios] se refieran al Decálogo, y, en segundo lugar, que éste sea “para siempre”, eternamente, como les gusta creer a los adventistas. El contexto de este Salmo habla de la Palabra de Dios en varios versículos, como, por ejemplo: “Lámpara es a mis pies tu palabra, [la de Dios] y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105); y “La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia” (Sal. 119:160).
La Ley del Pacto Antiguo era temporal porque era “sombra de los bienes venideros” (véase Heb. 10:1-9, que representan todos los beneficios de salvación eterna que se cumplen en Cristo con “el sacrificio de sí mismo” (Heb. 9:26), satisfaciendo así la totalidad de la Ley. Comprobémoslo:
Hebreos 10:1-5: Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. (2) De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. (3) Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; (4) porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. (5) Por lo cual, [el Hijo de Dios, Jesucristo] entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo…
“El Verbo fue hecho carne” (Jn.1:14), para que pudiera sufrir la muerte y ofrecer su sacrificio a Dios, para hacer “perfectos para siempre a los santificados” (Heb. 10:10-14).
Hebreos 10:6-9: Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. (7) Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí. [Cristo, el Hijo de Dios] (8) Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), (9) y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero [el Antiguo Pacto y sus leyes], para establecer esto último [Cristo se ofrece a Dios para cumplir la ley y salvarnos, como el sacrificio de sí mismo].
Es decir, Jesucristo “quita lo primero” [el Antiguo Pacto y sus leyes], “para establecer esto último” [o sea, inaugura el Nuevo Pacto, porque es el único que cumple la ley, y con “el sacrificio de sí mismo” (Heb. 9:26), toma el lugar del pecador que acepta y obedece su Palabra, y se ofrece a Dios (Heb. 10:10,12,14) librando así al pecador de sus pecados, lo que significa salvación y vida eterna.
Hebreos 10:10-14: En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. (11) Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; (12) pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, (13) de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; (14) porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
Se demuestra una vez más que lo que “permanece para siempre” no es el Decálogo como defienden los adventistas sino la Palabra de Dios.
1 Pedro 1:23-25: siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (24) Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; (25) Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Comentario al octavo elemento de la lista de argumentos adventistas (19):
8. No obliga al cristiano, Gal. 5:2-4: [La Ley del Pacto Antiguo] |
Obliga al cristiano, 1 Cor. 7:19: [“La Palabra que por el Evangelio es anunciada.” (1 P. 1:25 úp] |
Gálatas 5:2-4: He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. (3) Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. (4) De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. |
1 Corintios 7:19: La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios. |
Los textos de la Epístola a los Gálatas (5:2-4) están diciendo que los que se acogen al Pacto Antiguo deben guardar toda la Ley, con lo cual se desvinculan de la salvación que solo se produce en Cristo, y eso significa caer de la gracia de Dios, cuya única fuente proviene del sacrificio de su Hijo Jesucristo.
Es evidente que la Ley del Pacto Antiguo no obliga al cristiano (Gá. 5:2-4); por tanto, el Decálogo tampoco obliga al cristiano porque aquél está incluido en la Ley, no solo porque forma parte integrante de la misma, sino porque, los Diez Mandamientos son las condiciones del Pacto Antiguo (Éx. 34:27-28; Dt:4:13; 9:9-11), y, además, guardar su cuarto mandamiento es la señal de pertenencia al mismo (Éx. 31:16-17). ¿Qué sentido tiene guardar el cuarto mandamiento, que es la señal del Pacto Antiguo, cuando estamos en el Nuevo Pacto en Cristo?
Con la presentación del texto de la Primera Epístola a los Corintios (7:19), los adventistas vuelven a cometer su típico error: identificar el vocablo “mandamientos” con el Decálogo de las tablas de piedra que, como hemos probado en todo este estudio, no rige en su letra en el Nuevo Pacto, aunque se mantiene el espíritu del mismo que es el amor a Dios y al prójimo.
También en lo que antecede hemos probado que los mandamientos de Dios son su Palabra entera (véase, por ejemplo, 1 Jn. 2:3-7; cf. Stgo. 1:21,22,25).
1 Juan 2:3-11: Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. (4) El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; (5) pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. (6) El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. (7) Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. (8) Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. (9) El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.(10) El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. (11) Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
Por otro lado, la ley que Dios ha prometido grabar en nuestras mentes y corazones no es la letra grabada en tablas de piedra, sino que es la ley del amor a Dios y al prójimo, “porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gá. 5:14); y, en ningún caso, en absoluto los cristianos estamos bajo la Ley Antigua sino que estamos bajo la Ley de Cristo (1 Co. 9:20-21; cf. Gá. 6:2), cuyos mandamientos no se limitan a diez, sino que son muchos más los que no aparecen en la letra de las tablas de piedra
En el Nuevo Testamento no aparece mención alguna respecto a guardar el reposo sabático, porque era un mandamiento ritual, que se cumple en Cristo, y simboliza el reposo que los cristianos gozan cuando aceptan a Cristo y su Palabra, como declara el autor del libro de Hebreos, “los que hemos creído entramos en el reposo” (Heb. 4:3). San Pablo, afirma claramente que el reposo sabático no está vigente para los cristianos, porque es “sombra de lo que ha de venir”, y “el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2:16,17; Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11; cf. Hch. 15).
En el Nuevo Pacto en Cristo se recogen los restantes nueve principios morales que estaban en la ley del Sinaí. Cambia la letra de la Ley Antigua, pero el espíritu es el mismo. (20)
Antiguo Testamento |
Nuevo Testamento |
Decálogo en tablas de piedra |
Principio moral vigente |
1. No tendrás dioses ajenos delante de mí. Éx. 20: 3 |
1. Os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra y el mar. Hech. 14: 15, Gál 4:8, Ro. 1:23ss |
2. No te harás imágenes. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás. Éx. 20: 4, 5 |
2. Hijitos, guardaos de los ídolos. I Juan 5: 21, 1 Cor. 8:4, 10:19 |
3. No tomarás el nombre de Dios en vano. Éx. 20: 7 |
3. Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento. Santiago 5: 12 |
4. Acuérdate del día de sábado, para santificarlo. Éx. 20: 8 |
4. No hay mandamiento en todo el Nuevo Testamento para que se guarde el sábado. |
5. Honra a tu padre y a tu madre. Éx. 20: 12 |
5. Hijitos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Efe. 6: 1 |
6. No matarás. Éx. 20: 13 |
6. No matarás. Rom. 13: 9 |
7. No cometerás adulterio. Éx. 20: 14 |
7. Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros… heredarán el reino de Dios. I cor. 6: 9-10 |
8. No hurtarás. Éx. 20: 15 |
8. El que hurtaba, no hurte más. Efe. 4: 28 |
9. No hablarás falso testimonio. Éx. 20: 16. |
9. No mintáis. Col. 3: 9 |
10. No codiciarás. Éx. 20: 17 |
10. Pero la codicia, ni aún se nombre entre vosotros. Efe. 5: 3 |
4. Conclusión (21)
En el Nuevo Pacto en Cristo no solo se recogen los nueve principios morales que estaban en la ley del Sinaí; sino esencialmente el principio del amor, que como vimos en lo que antecede se registra en el Libro de la Ley y aparte de los Diez Mandamientos, por ejemplo, en Levítico 19:18 y en Deuteronomio 6:5; y Jesús confirmó que toda la Ley dependía de, o se fundamentaba en, estos dos mandamientos citados en la Ley : “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley [el Pentateuco no solo el Decálogo] y los profetas” (Mt. 22:37-40).
Abolido el Pacto Antiguo (Heb. 8:13), “Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (19) (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.” (Heb. 7:18-19); “Porque cambiado el sacerdocio [el humano por el divino del Hijo de Dios], necesario es que haya también cambio de ley;” (Heb. 7:12).
Nada en el Nuevo Testamento apoya el empecinamiento adventista de mantener a toda costa vigente la Ley del Sinaí escrita en tablas de piedra, cuando, además, el apóstol Pablo afirma rotundamente que Jesucristo, “mediante la cruz” [reconcilió] con Dios a ambos [pueblos] en un solo cuerpo” (Ef. 2:16), “aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas,(Col. 2:14) para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre” (Ef. 2:15; cf. Hch. 15).
Los mandamientos de Cristo son Su Palabra:
“Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio”. (1 Juan 2:7-17)
Jesús mantuvo los principios morales que hay detrás de cada mandamiento de la ley del Sinaí –excepto el cuarto– pero no en su letra sino en su espíritu, pues guardar la ley formalmente, es decir, de forma legalista atendiendo solo a la letra, es lo que hacían los fariseos. Pero eso no es lo que manda Jesús sino que la ley se guarde internamente, desde lo más profundo de las intenciones y motivaciones del corazón, no solo de cara al exterior. Por ejemplo, yo puedo tener odio en mi corazón a las personas, pero disimulo y guardo la ley, porque no mato, ni robo, ni hago daño a nadie. Sin embargo Jesús exige que la ley moral debe cumplirse internamente, y eso es algo que solo se puede hacer desde un corazón renovado y convertido (Juan 3:5), mediante la obra del Espíritu Santo (Romanos 8:9-17).
Eso mismo es lo que se deduce de las palabras que Jesús pronunció en el Sermón del monte, quien –como Legislador Divino que es– estableció un fuerte contraste con varios preceptos de la ley del Antiguo Pacto, y cuál debía ser su entendimiento espiritual: “Oísteis que fue dicho… Pero yo os digo…” (Mt. 5:21,27,31,33-34, 38-39, 43-44): A dicha Ley se refirió Él en el Evangelio de San Mateo (5:21-46), cuando citó algunos de sus mandamientos.
Sin embargo, lo que caracteriza a la Ley de Cristo (1 Co. 9: 20-21; Gá. 6:2) es el amor que Él nos expresó cuando dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).
Como también declaró el mismo San Pablo: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gá. 5:14; cf. Ro. 13:9-10). Los Diez Mandamientos del Antiguo Pacto, si exceptuamos el de guardar el sábado –que es una ley ritual–, el resto conforman una ley moral básica.
Comprobaremos más abajo que los mandamientos del Nuevo Testamento, Cristo y su Palabra, van mucho más lejos. Por ejemplo, fijémonos en la cantidad de mandamientos que nos da San Pablo en los textos que siguen, y todos son Palabra de Dios y de obligado cumplimiento, porque son los mandamientos de Dios:
Romanos 13:1-10: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. (2) De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. (3) Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; (4) porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. (5) Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. (6) Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.
Sin embargo, los adventistas, para los que no existe más ley que la del Sinaí, consideran que el mandamiento del reposo sabático es el corazón de la ley, porque su profetiza, Ellen G. White, recibió una visión en la que el citado mandamiento resaltaba sobre todos los demás, con una especie de halo luminoso (22), y, posiblemente, no le dan mucha importancia a los mandamientos de Dios del Nuevo Pacto, que no están contenidos en la Ley del Sinaí, como, por ejemplo:
Romanos 13:7-8: Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. (8) No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
Ahora bien, los adventistas necesitan tener la Ley del Sinaí –los Diez Mandamientos–, porque muchos, de los que he conocido, creen que, si dicha Ley estuviese abolida, sería lícito, por ejemplo, “matar y robar”; no les basta que la ley de Cristo declare “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14), y que el mismo Cristo afirmase que no basta con “no matarás” sino que Él también prohíbe enojarse con nuestros semejantes, ofenderlos o aborrecerlos (Mt. 5:21-26). Si la ley Antigua hubiese sido perfecta habría sido innecesario que Jesús la ampliara y la perfeccionase para que fuera una ley moral universal, que sirviera para todos los seres humanos.
Parecería que si no existiese una ley que prohibiera expresamente cada acto o conducta inmoral, los adventistas podrían sentirse libres de cometerlo, pues son tan legalistas que necesitan que haya una ley externa que les restrinja de obrar inmoralmente. Pues bien, los cristianos, sin necesidad de recurrir al Decálogo, disponemos de todos los mandamientos que se recogen en el NT, que son muchos y más elevados o espirituales que los Diez citados del AT. Pero, además, el cristiano está bajo “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, [que le] ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). Es decir, de nada nos servirían todas las leyes del mundo incluidas las del Antiguo y Nuevo Testamento si no tenemos a Cristo morando en nosotros mediante el Espíritu Santo; si no tenemos un corazón regenerado, si no hemos nacido de nuevo, no tendremos el Espíritu Santo morando en nosotros para capacitarnos para no pecar, o sea, para no transgredir la ley moral.
Romanos 13:9-10: Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
“El cumplimiento de la ley es el amor”, es decir, “toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14); porque si no adulteras, no matas, no hurtas, no levantas falso testimonio, no codicias, has cumplido la letra de la Ley Antigua, pero, si en tu corazón, no tienes amor a Dios y a tus semejantes, entonces no has cumplido la Ley de Cristo.
Y, según el apóstol Juan, no basta con no matar sino que, si uno aborrece a alguien, ya ha transgredido la ley de Cristo, veamos:
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. (15) Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. (16) En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Juan 3:14-16).
Nadie podrá negar que la Ley de Cristo va mucho más allá que la del Sinaí y que es mucho más perfecta, porque no legisla solo sobre las conductas o actos externos sino también sobre los deseos e intenciones del corazón humano.
El apóstol Santiago (1:25-27; 2:8) la denomina “la ley de la libertad”, y la describe igual que los otros apóstoles. No hay duda; nadie puede confundirla con la Ley del Sinaí, que está abolida en el Nuevo Pacto en Cristo, aunque sus principios morales, en los que se basaba, permanecen, porque también está fundamentada en el amor (Mateo 22:35-40), y Dios es amor (1ª Juan 4:8,16), y Su Ley de amor es eterna. Pero este principio eterno del amor de Dios se puede plasmar mediante uno o muchos mandamientos, porque es imposible legislar todos los pensamientos, deseos, sentimientos y actos. Esta es la razón por la cual los cristianos no son guiados por ninguna ley moral externa sino por la que Dios ha implantado en sus corazones regenerados, “porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Ro. 8:14).
Observemos en los siguientes textos, como los adventistas confunden la Ley del Pacto Antiguo, Ley obsoleta, con la nueva ley evangélica, la Ley de la libertad, que la sustituye, que es la Palabra de Dios. Cuando comenté el tercer argumento adventista demostré que la ley de libertad es el Evangelio o toda la Palabra de Dios:
Santiago 1:19-25: Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; (20) porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. (21) Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. (22) Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. (23) Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. (24) Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. (25) Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
Fijémonos que la Palabra, toda la Palabra contenida, especialmente en el Nuevo Testamento (el Evangelio y Epístolas) se identifica o se considera equivalente a la perfecta ley, la de la libertad (Stgo. 1:21,22; cf. 1:25). Porque el Nuevo Pacto, consiste en la obediencia a la Palabra de Dios, y no limitarse, como hacen los adventistas a la letra del Decálogo, que nunca se puede separar de la Ley donde está inserto, porque aquél contiene los requisitos y normas del Pacto Antiguo, exclusivamente para los israelitas.
1 Pedro 1:23-25: siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (24) Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; (25) Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Queridos hermanos adventistas, siento mucho que os aferréis a la Ley del Pacto Antiguo, cuando tenéis a vuestro alcance “la palabra implantada, [“la perfecta ley, la de la libertad] la cual puede salvar vuestras almas” (Stgo. 1:21 úp; cf. 1:25); “Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” (1 P. 1:25 úp); No podéis esperar que la Ley del Pacto Antiguo realice en vuestros corazones y mentes algo que sería imposible que hiciera, porque pertenecemos al Nuevo Pacto en Cristo y lo que nos salva es Cristo por Su Santa y perfecta Palabra, y por medio del Espíritu Santo, que mora en cada cristiano.
¿Entendemos ahora que “los mandamientos” a que se refieren los textos de Apocalipsis (12:17 y 14:12) no se corresponden con la Ley del Antiguo Pacto, sino con la Ley de Cristo y su Palabra?
¿Quieres conocer más mandamientos de la ley de Cristo? Lee, por ejemplo, los siguientes textos:
Primer mandamiento: no solo “No matarás” –como se limitaba prohibir la Ley Antigua– sino “no te enojes”, “no ofendas a tu hermano”, “reconcíliate con él”, “no le aborrezcas o no le odies” (Mateo 5:21-26).
Si los adventistas o cualesquiera personas se conformasen con solo cumplir el mandamiento de “No matarás”, no estarían cumpliendo la Ley de Cristo, que al ser más perfecta, legisla también los sentimientos y pensamientos de nuestro ser:
Mateo 5:21-26: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. (22) Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. (23) Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, (24) deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (25) Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. (26) De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Segundo mandamiento: No solo no cometerás adulterio sino que no mires a una mujer o a un hombre para desearlo (Mateo 5:27-32):
Mateo 5:27-32: Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. (28) Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. (29) Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. (30) Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. (31) También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. (32) Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
Los que se conforman con la Ley del Sinaí y rigen sus vidas solo con la misma, no tienen en cuenta que la Ley de Cristo, al contrario que aquella, prohíbe el divorcio excepto “por causa de fornicación”. Por tanto la Ley de Cristo es más perfecta y exigente que la Ley Antigua, que permitía el divorcio.
Tercer mandamiento (Mateo 5:33-37): “No juréis en ninguna manera”.
Igualmente, Jesús, con este mandamiento, amplifica el tercer mandamiento de la Ley de las tablas de piedra, que solo prohibía tomar el nombre de Dios en vano.
Mateo 5:33-37: Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. (34) Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; (35) ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. (36) Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. (37) Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Cuarto mandamiento (Mateo 5:38-42): “No resistáis al que es malo”.
Este mandamiento ni siquiera lo contempla el Decálogo. Pero es inútil tratar de convencer a los adventistas que deben regirse por la Ley de Cristo y no por la Ley Antigua, porque para ellos los Diez Mandamientos es la única y más perfecta y eterna Ley de Dios. Se acomodan a la sencillez básica de la Ley del Sinaí, y con ello se conforman; prefieren aquella simpleza y ley elemental básica, que la perfección y amplitud de la Ley de Cristo, que “discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb. 4:12).
Mateo 5:38-42: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. (39) Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; (40) y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; (41) y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos. (42) Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
Quinto mandamiento (Mateo 5:43-48): “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.
Este mandamiento tampoco está contemplado en la sencilla Ley de las tablas de piedra, que fue muy adecuada y adaptada para la época en que se promulgó. Pero con Cristo la ley moral se actualiza, amplifica y espiritualiza hasta alcanzar la máxima perfección de la Ley eterna de Dios; porque la revelación de Dios es progresiva y se adapta al ser humano, según su estado de evolución y conocimiento de Él.
Mateo 5:43-48: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo,) y aborrecerás a tu enemigo. (44) Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45) para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (46) Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (47) Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? (48) Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Más mandamientos:
Mateo 18:1-6: En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? (2) Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, (3) y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. (4) Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. (5) Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. (6) Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.
Cómo se debe perdonar al hermano
Mateo 18:15-20: Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. (16) Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. (17) Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. (18) De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. (19) Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. (20) Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Perdonar siempre a todos “hasta setenta veces siete”, es decir, un infinito número de veces, o sea siempre.
Mateo 18:21-35: Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? (22) Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.(I) (23) Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. (24) Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. (25) A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. (26) Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. (27) El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. (28) Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. (29) Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. (30) Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. (31) Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. (32) Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. (33) ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? (34) Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. (35) Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
No acaban aquí los mandamientos de la Ley del Nuevo Testamento, pues todo en él es Buenas Nuevas y también es ley para todo cristiano; por ejemplo, y sin pretender ser exhaustivo, veamos más mandamientos y prescripciones:
“Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19-20).
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. (2) Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 5:1-2):
Queridos adventistas del séptimo día, por favor, admirad la belleza de la Ley de Cristo, y no os conforméis con los Diez Mandamientos. Mirad que mandamientos más hermosos nos sigue dando el gran apóstol Pablo, que no están contenidos en vuestra admirada Ley Antigua:
“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; (4) ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. (5) Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:3-5).
Si de verdad os gusta tanto la Ley de Dios ¿por qué no predicáis también la Ley de Cristo? ¿Acaso sois antes judíos que de Cristo? Atended a la Palabra de Dios: “Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo. (15) Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, (16) aprovechando bien el tiempo porque los días son malos. (17) Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Efesios 5:14-16).
¿Queréis más mandamientos de Dios? Aquí están algunos más:
“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, (19) hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; (20) dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:18-20).
“Someteos unos a otros en el temor de Dios. (22) Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; (23) porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Efesios 5:21-23).
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, (26) para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, (27) a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (28) Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. (29) Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, (30) porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. (31) Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. (32) Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. (33) Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efesios 5:25-33).
“Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. (19) ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (20) Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:18-20).
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. (17) Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. (18) Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gálatas 5:16-18).
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, (20) idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, (21) envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21)
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, (23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).
“Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).
“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25).
“No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas 5:26).
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).
“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. (10) Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10).
“Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:21).
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. (2) En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; (3) y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 4:1-3).
Para completar este tema de la Ley de Dios y los dos Pactos y las diferencias que existen entre ellos, recomiendo leer, especialmente, entre los artículos seleccionados en el apartado de la Bibliografía el artículo titulado: La ley moral cristiana y los dos Pactos .
En cualquier caso, quedo a la entera disposición del lector, para todo lo que pueda servirle.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Referencias bibliográficas
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas frecuentemente empleadas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
AP = Antiguo Pacto
NP = Nuevo Pacto
Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)
pp, pc, úp referidas a un versículo bíblico representan «parte primera, central o última del mismo».
Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:
DHH L 1996: Biblia Dios Habla Hoy de 1996
NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.
BTX: Biblia Textual
Jünemann: Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman
N-C: Sagrada Biblia- Nacar Colunga-1994
JER 2001: *Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001
BLA95, BL95: Biblia Latinoamericana, 1995
LBLA: La Biblia de las Américas
BNP: La Biblia de Nuestro Pueblo
NVI 1999: Nueva Versión Internacional 1999
Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)
Bibliografía citada
(1) Aracil Orts, Carlos, 2023. Párrafo extraído de https//amistadencristo.com: ¿Deben los cristianos guardar un reposo semanal?
Otros artículos que abordan la misma temática
Aracil Orts, Carlos, 2016. https//amistadencristo.com: ¿El reposo sabático es un mandamiento de Dios?
Aracil Orts, Carlos, 2011. https//amistadencristo.com: La ley moral cristiana y los dos Pactos
Aracil Orts, Carlos, 2014. https//amistadencristo.com:¿Es la Ley del Sinaí inmutable y eterna?
Aracil Orts, Carlos, 2014. https//amistadencristo.com:¿Es el amor la base del Nuevo Pacto en Cristo?
(2) Argumentos adventistas, 2023. La ley de Dios y el Nuevo Pacto (primera parte)
(3) La Santa Biblia, Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), Revisada por Cipriano de Valera (1602). Y cotejada posteriormente con diversas traducciones, y con los textos hebreo y griego, Versión 1960, Editorial Vida, 1984, Miami, Florida 33167); p. 1272.
(4) Argumentos adventistas, 2023. Títulos de los mensajes recibidos.
- La ley de Dios y el Nuevo Pacto.
- ¿Es el mandamiento del sábado parte de la ley ceremonial?
- ¿Cuál es el propósito de Dios al ordenar el reposo sabático?
- Propósitos por los que Dios instituyó el sábado como día de reposo
(5) Argumentos adventistas, 2023. La ley de Dios y el Nuevo Pacto (primera parte)
(6) La Santa Biblia, Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), Revisada por Cipriano de Valera (1602). Y cotejada posteriormente con diversas traducciones, y con los textos hebreo y griego, Versión 1960, Editorial Vida, 1984, Miami, Florida 33167); p. 1206.
(7) Bonnet y Schroeder, Luis y Alfredo, Comentario del libro de Hebreos, tomo IV, 1952, Rosario (Argentina).
(8) Pacto bíblico – Wikipedia, la enciclopedia libre
(9) Argumentos adventistas, 2023. La ley de Dios y el Nuevo Pacto (segunda parte)
(10) Torá | Definición | Diccionario de la lengua española | RAE
(11) Argumentos adventistas, 2023. La ley de Dios y el Nuevo Pacto (segunda parte párrafo primero).
(12) Ibíd.
(13) Ibíd.
(14) Ibíd.
(15) Ibíd.
(16) Ibíd.
(17) Ibíd.
(18) Ibíd.
(19) Ibíd.
(20) Aracil Orts, Carlos, 2013. Párrafos extraídos de https//amistadencristo.com:
¿Por qué los cristianos no guardan el reposo sabático?
(21) Aracil Orts, Carlos, 2023. Párrafos extraídos de https//amistadencristo.com: ¿Deben los cristianos guardar un reposo semanal?
(22) White G. Ellen, Primeros Escritos (Extraído del prólogo del citado libro). La negrilla y el subrayado son añadidos por mí y no están en el original.
“El primer sábado de abril, en 1847, siete meses después que ella [Elena G. White] y su esposo principiaran a guardar el sábado, el Señor dio a la Sra. de White, en Topsham, Maine, una visión en la cual se recalcó la importancia del sábado. Elena vio las tablas de la ley en el arca del santuario celestial, y notó que el cuarto mandamiento estaba rodeado de una aureola de luz. En Primeros Escritos, Págs. 32-35, puede leerse el relato de esa visión que confirmó las conclusiones impuestas por el estudio de la Palabra de Dios. En visión profética, la Sra. de White fue trasladada al fin de los tiempos y vio que, por su actitud hacia la verdad del sábado, los hombres demostrarán si deciden servir a Dios o a una potencia apóstata. En 1874, ella escribió: «Creí la verdad acerca del sábado antes de haber visto cosa alguna en visión con referencia al día de reposo. Después que comencé a observar el sábado transcurrieron meses antes que se me mostrase su importancia y su lugar en el mensaje del tercer ángel.»-E. G. de W., carta 2, 1874.”
Visiones subsiguientes de Ellen G. White; “Primeros Escritos”; (págs. 32-35)
El Señor me dio la visión que sigue en 1847, mientras los hermanos estaban reunidos el sábado, en Topsham, Maine.
Sentimos un extraordinario espíritu de oración, y mientras orábamos el Espíritu Santo descendió sobre nosotros. Estábamos muy felices. Pronto perdí el conocimiento de las cosas terrenas y quedé arrobada en una visión de la gloria de Dios. Vi un ángel que con presteza volaba hacia mí. Me llevó rápidamente desde la tierra a la santa ciudad, donde vi un templo en el que entré. Antes de llegar al primer velo, pasé por una puerta. Levantóse ese velo, y entré en el lugar santo, donde vi el altar del incienso, el candelabro con las siete lámparas y la mesa con los panes de la proposición. Después que hube notado la gloria del lugar santo, Jesús levantó el segundo velo y pasé al lugar santísimo.
En él vi un arca, cuya cubierta y lados estaban recubiertos de oro purísimo. En cada extremo del arca había un hermoso querubín con las alas extendidas sobre el arca. Sus rostros estaban frente a frente uno de otro, pero miraban hacia abajo. Entre los dos ángeles había un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban los ángeles, una gloria en extremo esplendorosa que semejaba un trono en que moraba Dios. Junto al arca estaba Jesús, y cuando las oraciones de los santos llegaban a él, humeaba el incienso del incensario, y Jesús ofrecía a su Padre aquellas oraciones con el humo del incienso. Dentro del arca estaba el vaso de oro con el maná, la florida vara de Aarón y las tablas de piedra, que se plegaban la una sobre la otra como las hojas de un libro. Abriólas Jesús, y vi en ellas los diez mandamientos escritos por el dedo de Dios. En una tabla había cuatro, en la otra seis. Los cuatro de la primera brillaban más que (33) los otros seis. Pero el cuarto, el mandamiento del sábado, brillaba más que todos, porque el sábado fue puesto aparte para que se lo guardase en honor del santo nombre de Dios. El santo sábado resplandecía, rodeado de un nimbo de gloria. Vi que el mandamiento del sábado no estaba clavado en la cruz, pues de haberlo estado, también lo hubieran estado los otros nueve, y tendríamos libertad para violarlos todos así como el cuarto. Vi que por ser Dios inmutable, no había cambiado el día de descanso; pero el papa lo había transferido del séptimo al primer día de la semana, pues iba a cambiar los tiempos y la ley.
También vi que si Dios hubiese cambiado el día de reposo del séptimo al primer día, asimismo hubiera cambiado el texto del mandamiento del sábado escrito en las tablas de piedra que están en el arca del lugar santísimo del templo celestial, y diría así: El primer día es el día de reposo de Jehová tu Dios. Pero vi que seguía diciendo lo mismo que cuando el dedo de Dios lo escribió en las tablas de piedra, antes de entregarlas a Moisés en el Sinaí: «Mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios.» Vi que el santo sábado es, y será, el muro separador entre el verdadero Israel de Dios y los incrédulos, así como la institución más adecuada para unir los corazones de los queridos y esperanzados santos de Dios.
Vi que Dios tenía hijos que no reconocen ni guardan el sábado. No han rechazado la luz referente a él. Y al empezar el tiempo de angustia, fuimos henchidos del Espíritu Santo, cuando salimos a proclamar más plenamente el sábado.* Esto enfureció las otras iglesias y a los adventistas nominales,* pues no podían refutar la verdad sabática, y entonces todos los escogidos de Dios, comprendiendo claramente que poseíamos la verdad salieron y sufrieron la persecución con nosotros. Vi guerra, hambre, pestilencia y 34 grandísima confusión en la tierra. Los impíos pensaron que nosotros habíamos acarreado el castigo sobre ellos, y se reunieron en consejo para raernos de la tierra, creyendo que así cesarían los males.
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Alicante, 23 marzo de 2023