Sin resurrección no hay vida eterna

Versión: 22-08-2021

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Muchos creyentes apenas valoran la resurrección, porque ellos se sienten satisfechos y autosuficientes con su creencia de la inmortalidad del alma; no necesitan ejercer fe en aquella, que parece lejana e improbable, y se consuelan pensando que, al morir, su alma sobrevive y es llevada directa e inmediatamente al Paraíso Celestial con Dios. ¿Para qué precisarían ellos que sus cuerpos fueran resucitados?

Sin embargo, los citados creyentes ignoran que la Palabra de Dios no dice que sus cuerpos serán resucitados, sino que se refiere a que la resurrección será del individuo entero, porque Dios no resucita cuerpos sino personas. Tal es así, que el apóstol San Pablo atestigua que la vida eterna solo será posible gracias a que Cristo ha resucitado: “Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; (17) y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. (18) Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron.(1 co. 15:16-18).

Notemos, en primer lugar, que la Palabra de Dios representa a la primera muerte –la natural que alcanza a todo ser humano– como “un estar dormido”, figura o símbolo que quiere dar a entender el estado inconsciente al que pasan todos los muertos; y, en segundo lugar, que la vida eterna o inmortalidad, no es inherente a las criaturas humanas, sino que depende totalmente de que Cristo haya resucitado, porque “si Cristo no resucitó…Entonces también los que durmieron [murieron] en Cristo perecieron.” (1 co. 15:16-18). Leamos con un poco más de contexto:

1 Corintios 15:16-19: Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; (17) y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. (18) Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. (19) Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.

El vocablo perecer según el Diccionario RAE significa “fenecer o dejar de ser” (1). Por tanto, sin resurrección no existiría ningún tipo de vida después de la muerte; y en absoluto nadie recibiría el don de Dios de la vida eterna o inmortal. Según la Biblia, pues, es totalmente falsa la doctrina de la inmortalidad del alma. Véase el apartado Bibliografía al final de este artículo. (2)

Por tanto, la resurrección no es una alternativa a la inmortalidad del alma, ni un sucedáneo, sino que es la única posibilidad de obtener la vida eterna; “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.” (1 Co. 15:53). Leámoslo también en su contexto:

1 Corintios 15:50-54: Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. (51) He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, (52) en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. (53) Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (54) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

Como creyentes cristianos, nuestra fe se fundamenta en la Encarnación, nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesucristo, y en las Sagradas Escrituras, que testifican de Él (Jn. 5:39; cf. Lc. 24:25-27,44-47).

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;

Lucas 24:25-27, 44-47: Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! (26) ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? (27) Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. […] (44) Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. (45) Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; (46) y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; (47) y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

Los salvos irán con Jesús al Paraíso cuando Él vuelva en gloria y los lleve consigo a ese Reino (1 Co. 15:50-1ª Ts. 4:13-18), “preparado desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34).

1 Tesalonicenses 4:13-18: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. (14) Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. (15) Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. (16) Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. (17) Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. (18) Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

Mateo 25:34: Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.

En lo que sigue de este estudio bíblico abordaré los siguientes puntos, que se relacionan con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, y que son el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza de vida eterna, la cual se nos otorgará cuando se efectúe la primera resurrección de los muertos, al fin del mundo, cuando Él vuelva en gloria para arrebatar a Su Iglesia al Cielo (1 Co. 15:50-54; 1 Ts. 4:13-18).

  • Jesús es un personaje histórico mundialmente reconocido
  • Hechos históricos relacionados con la muerte de Jesús, acaecidos el 11 de Nisán –viernes, 7 de abril– del año 30 d.C.
  • Evidencias o pruebas de la resurrección de Jesús

2. Jesús es un personaje histórico mundialmente reconocido

La existencia de Jesucristo como personaje histórico es probada no solo por las fuentes bíblicas sino también por historiadores no cristianos.

Hoy día, no existe nadie mínimamente documentado que no reconozca que Jesucristo es un personaje histórico. Incluso los ateos e incrédulos han tenido que reconocer Su historicidad, porque, además de la Biblia, que es la fuente histórica principal y más importante para los creyentes, han existido historiadores no cristianos que se refirieron a Él, p. ej., los que enumera Wikipedia.org:

“Jesús aparece mencionado en repetidas ocasiones en obras de escritores romanos como Tácito, Suetonio, Flavio Josefo y Plinio el Joven. The New Encyclopaedia Britannica (1995) afirma: «Estos relatos independientes demuestran que en la antigüedad ni siquiera los opositores del cristianismo dudaron de la historicidad de Jesús, que comenzó a ponerse en tela de juicio, sin base alguna, a finales del siglo XVIII, a lo largo del XIX y a principios del XX».” (3)

Sin embargo, todavía es necesario echar mano de la fe para creer en el significado teológico que tiene la muerte de Jesús para todo cristiano: expiación de nuestros pecados (Ro. 5:8; 1 Co. 15:3; Heb. 1:1-3; 2:17; 1 Jn. 2:2; 4:10; etc.).

Romanos 5:8: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

1 Corintios 15:3: Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;

Hebreos 2:14-18: Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él [Cristo] también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, (15) y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. (16) Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. (17) Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. (18) Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

1 Juan 2:1-2: Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. (2) Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

1 Juan 4:10: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

Por otra parte, en primer lugar, hace falta mucha más fe, aún si cabe, para creer que el Hijo de Dios se encarnó, mediante la Virgen María, engendrado por el Espíritu Santo (Mt. 1:20; cf. Lc. 1:26-38), nació como cualquier ser humano, llevó una vida sin pecado, murió en una cruz, resucitó y ascendió al Cielo; y, en segundo lugar, creer que Su vida, muerte expiatoria, y, específicamente, Su resurrección de entre los muertos, son el único fundamento de la vida eterna, que nos será otorgada en el día del fin del mundo (1 Co. 15; 1 Ts. 4:13-18), si vivimos coherentemente con esa esperanza. Pero Dios, en Su Palabra, nos ha dado muchas pruebas de la veracidad de Su Hijo, Su doctrina y Su Evangelio, como, por ejemplo, las siguientes:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.” (Hebreos 1:1-3)

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; (20) entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, (21) porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:19-21).

Fiabilidad histórica de los escritos del Nuevo Testamento

Por otro lado, los Evangelios y las Epístolas del Nuevo Testamento son obras consideradas históricas por una mayoría de eruditos imparciales, creyentes y no creyentes. No obstante, los creyentes no dudan de que toda la Biblia es inspirada por Dios a los santos hombres que la escribieron (2 Ti. 3:15-17); y ellos registraron los hechos que, para todo creyente, son históricos, e infalibles, que prueban suficientemente toda la verdad de lo que ocurrió. Incluso, los no creyentes tienen que reconocer que las fuentes bíblicas citadas tienen mucha más credibilidad histórica que muchas obras históricas no cristianas.

Existen muchos argumentos que prueban esta afirmación; uno de los más importantes, por ejemplo, es que los Evangelios Sinópticos fueron redactados antes del año 70 d.C., y las Epístolas del apóstol Pablo, a partir del año 52 d.C. Y una mayoría de eruditos admite que “los cuatro evangelios canónicos cumplen los principales criterios de la fiabilidad histórica” (4). Por tanto, no tenemos motivos para dudar de su veracidad.

3. Hechos históricos relacionados con la muerte de Jesús, acaecidos el 11 de Nisán –viernes, 7 de abril– del año 30 d.C.

  1. Apresamiento de Jesucristo: “la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, (13) y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año” (Jn. 18:12-13). Luego, “Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio” (Jn. 18:28), ante Pilato, que no encontró en Él “ningún delito” (Jn. 18:38), por lo que ofreció al pueblo soltarle, pero los judíos, prefirieron que Pilato dejara libre a Barrabás (Jn. 18:40); luego, empezaron a torturar a Jesús (Jn. 19), y poco después, los soldados romanos le crucificaron (Jn. 19:23,30).
  2. Jesús murió en la cruz; fue una muerte muy cruel e ignominiosa; nadie podía salir vivo de ella; no obstante, “cuando [los soldados] llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. (34) Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua” (Jn. 19:33-34). ¿Puede alguien aún dudar que Jesucristo no murió en la cruz? Pues sí, hay muchos que han creído la historia de que Jesús aún estaba vivo cuando lo pusieron en el sepulcro, y que sus discípulos, o sus amigos, se lo llevaron y le curaron, ¡y apareció en Cachemira! ¡Increíble que haya personas que crean esto!
  3. Jesús fue sepultado: “en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno” (Jn. 19:41). José de Arimatea, “miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios” (Mr. 15:43) junto con Nicodemo se encargaron de recoger el cuerpo/cadáver de Jesús y llevarlo a “un sepulcro nuevo labrado/ cavado / abierto en una peña” (Mt. 27:57-61; Mr. 15:43-47; Lc. 23:50-56), con permiso de Pilato (Jn. 19:38-42). Según el evangelista San Mateo, el sepulcro pertenecía a José de Arimatea (Mt.27:59-60). Además de las citadas dos personas, que se encargaron de colocar el cuerpo en el sepulcro, hubo dos mujeres que fueron testigos presenciales de la sepultura de Jesús: “María Magdalena, y la otra María” (Mt. 27:61); San Marcos nos concreta algo más: “Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponían” (Mr. 15:47). A pesar de todos los detalles que registran los cuatro Evangelios, de forma independiente, pero muy coherentemente –¡ya quisiéramos poseer muchos otros relatos históricos de la Antigüedad tan detallados y coherentes como los de estas fuentes bíblicas!– existen personas que creen que el cadáver de Jesús no fue sepultado sino dejado que fuera despedazado por fieras, o bien, que fue enterrado en una fosa común.
Hechos históricos relacionados con el tiempo que estuvo Jesús en su sepultura, que fue un día sábado 12 de Nisán (8 de abril) completo, y parte de la noche del sábado al domingo.

La sepultura de Jesús tuvo que realizarse obligatoriamente antes de la puesta de sol del viernes 11 de Nisán (7 de abril), porque, en ese momento, se iniciaba oficialmente el sábado y la obligación de cumplir con el precepto del reposo sabático. Como veremos más abajo, este día es nombrado “de la preparación” (Mt. 27:62), “era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo (Mr. 15:42); porque en él debían realizarse tareas preparatorias que permitían entrar adecuadamente en el día de reposo (sábado). Puesto que la ley del reposo sabático (Éx. 20:8-11; cf. Dt, 5:12-15) prohibía a los judíos realizar cualquier tipo de trabajo, fue necesario descolgar de la cruz el cadáver de Jesús y llevarlo al sepulcro antes de que oscureciese: “Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas” (“compuesto de mirra y de áloes”) (Jn. 19:38-42); todo ello antes de la puesta de sol de ese viernes, pues a continuación empezaba el día de reposo sábado, además, “aquel día de reposo era de gran solemnidad” (Jn. 19:31)–, porque coincidió con la fiesta de la Pascua y de los Panes ácimos (Éx. 12:14-19; 23:15; Nm. 28:16-18; Dt. 16:1-8), y con más razón, si cabe, se debía cumplir todo lo establecido en la Ley de Moisés.

El evangelista San Mateo registra los siguientes detalles importantes e interesantes: “Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, (63) diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. (64) Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. (65) Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. (66) Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mateo 27:62-66).

Esto sucedió al día siguiente de la sepultura del cuerpo/cadáver de Jesús, es decir, después de la puesta de sol del día sábado (12 de Nisán/8 de abril); pues tuvieron necesariamente que dejar pasar el día de reposo, porque a los judíos les estaba prohibido hacer tareas seculares y, por tanto, tampoco podían haber realizado esta gestión ante Pilato. La tumba de Jesús estuvo, pues, sin vigilancia unas veinticuatro horas, es decir, el día de reposo sábado entero, desde la puesta de sol del viernes hasta la puesta de sol del sábado, que a partir de ese momento ya pertenecía al domingo, primer día de la semana para los judíos. No obstante, nadie en el pueblo judío se hubiera atrevido a profanar la tumba en el día de reposo, porque la ley establecía serias sanciones.

Hechos históricos relacionados con la resurrección de Jesús sucedidos el 13 de Nisán –domingo, 9 de abril– del año 30 d.C.

Los Evangelios Sinópticos narran que, “al amanecer del primer día de la semana” (Mt. 28:1), fueron también unas mujeres, las primeras en visitar el sepulcro, donde Jesús fue sepultado hacía dos días, y vieron que la tumba estaba vacía. San Mateo registra que “vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro” (Mt. 28:1). San Marcos concreta algo más: “Cuando pasó el día de reposo [sábado], María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. (2) Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol (Mr. 16:1-2).

Es decir, las mismas mujeres que, el sábado a la puesta de sol, “compraron especias aromáticas para ir a ungirle” fueron las que “muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol” (Mr. 16:1-2). San Marcos añade, pues, a Salomé.

San Lucas se refiere a que fueron varias las mujeres que “hallaron removida la piedra del sepulcro; (3) y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús” (Lc. 24:1-2); y, unos versículos más adelante, nos dice: “Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles” (Lc. 24:10). Con “estas cosas” se refiere a los versículos anteriores: “Y hallaron removida la piedra del sepulcro; (3) y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. (4) Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; (5) y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? (6) No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, (7) diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. (8) Entonces ellas se acordaron de sus palabras, (9) y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás. (Lc. 24:2-9).

Sin embargo, el apóstol San Juan, en su Evangelio, centra su relato refiriéndose solo a María Magdalena: “El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. (2) Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (Jn. 20:1-2).

Notemos que las narraciones de los cuatro Evangelios no son contradictorias sino complementarias. María Magdalena es la que aparece nombrada en primer lugar en los cuatro Evangelios, y la protagonista, en este episodio de la resurrección, en el Evangelio de San Juan. Es común a los cuatro Evangelios, que todas o, al menos, una de las mujeres citadas fueron las primeras en visitar el sepulcro, al amanecer del primer día de la semana; y se encontraron la piedra, que cerraba el mismo, quitada, y la tumba vacía; en San Mateo y San Marcos se nos habla de que fue un ángel el que les dio explicaciones, a dichas mujeres, de que Jesús había resucitado; y San Lucas y San Juan relatan que fueron dos ángeles los que las informaron de la maravillosa noticia de la resurrección de Jesús.

San Marcos nos especifica que: “Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. (10) Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando. (11) Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron.” (Mr. 16:9).

En cambio, San Mateo nos dice que Jesús se aparece, a la vez, a “María Magdalena y la otra María” (Mt. 28:1), poco después que ellas hubieran salido del sepulcro, cuando iban corriendo a dar las nuevas a los discípulos de Jesús: “Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, (9) he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. (10) Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.” (Mt. 28:8-10).

Todas estas diferencias son normales que existan cuando los testimonios son abundantes, porque no proceden de una sola fuente, y son prueba que no ha existido manipulación alguna con la intención de hacer que todo encaje, sino que más bien demuestran la veracidad histórica del hecho fundamental de la resurrección de Jesús.

4. Evidencias o pruebas de la resurrección de Jesús

Primera, el hecho de que el sepulcro, donde pusieron a Jesús, estaba vacío; su cadáver había desaparecido completamente, solo quedaron “los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (Jn. 20:7). Estos detalles, que demuestran orden, cuidado y delicadeza, son tan importantes que el “otro discípulo, aquel al que amaba Jesús” (Jn. 20:2), es decir, el propio apóstol Juan “vio, y creyó” (Jn. 20:8); luego, el autor del cuarto Evangelio nos da razón de por qué no fueron capaces los discípulos de creer, en un primer momento, en la resurrección de Jesús: “Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos” (Jn. 20:9).

Son pocos y nada creíbles los que plantean la posibilidad de que fueron los discípulos u otros, los que habrían sustraído el cadáver de Jesús para ocultarlo, y así poder anunciar que Él había resucitado.

A este respecto, San Mateo registra que los soldados romanos –que componían la guardia que vigiló el sepulcro, y que precisamente fueron puestos allí para evitar que robaran el cadáver de Jesús– fueron a informar a “los principales sacerdotes y ancianos de los judíos” (Mt. 28:11), de que el cadáver había desaparecido del sepulcro, y, entonces, éstos trataron de sobornar a esta guardia, instándola a que divulgara la falsa noticia siguiente: “Sus discípulos [los de Jesús] vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos [los soldados romanos que formaron la guardia del sepulcro] (Mt. 28:11-13); con todo ello pretendieron que poca gente creyese en la resurrección de Jesús. Comprobémoslo:

El informe de la guardia

Mateo 28:11-15: Mientras ellas [María Magdalena y la otra María] iban [a dar las nuevas de la resurrección de Jesús a sus hermanos], he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. (12) Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, (13) diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. (14) Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. (15) Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.

Segunda, otro evidencia incontrovertible que prueba la resurrección de Jesús son los muchos testigos a los que nuestro Señor se apareció: en primer lugar a María Magdalena, seguramente acompañada de la otra María, y otras mujeres, si reunimos la información que dan los cuatro Evangelios.

San Marcos nos dice: “Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. (13) Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron. (14) Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado” (Marcos 16:12-1).

San Lucas registra que mientras dos de sus discípulos iban camino de Emaús, “Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos” (Lc. 24:13-14). Y, el mismo domingo, al anochecer (Lc. 24:21,29) después de que los citados discípulos de Emaús se reunieran con los once para informarles de que habían visto a Jesús, “Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros” (Lc. 24:36). Lo que nos relata San Lucas a continuación es muy interesante. Leámoslo:

Lucas 24:36-49: Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. (37) Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. (38) Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? (39) Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. (40) Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. (41) Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? (42) Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. (43) Y él lo tomó, y comió delante de ellos. (44) Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. (45) Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; (46) y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; (47) y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. (48) Y vosotros sois testigos de estas cosas. (49) He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

San Juan registra: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros” (Jn. 20:19). “Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. (25) Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. (26) Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. (27) Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. (28) Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! (29) Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Jn. 20:24-29).

Jesús se aparece a siete de sus discípulos

“Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: (2) Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.” (Juan 21:1-2)

San Pablo testifica también de la resurrección de Cristo

“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; (2) por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. (3) Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; (4) y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; (5) y que apareció a Cefas, y después a los doce. (6) Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. (7) Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; (8) y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. (9) Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.” (1 Corintios 15:1-9).

5. Conclusión

Como resumen y conclusión de las evidencias de la resurrección de Jesucristo presento a continuación una breve relación que una hermana me sugirió que publicara en mi web, una vez adaptada adecuadamente a mi criterio:

Breve resumen de las evidencias de la resurrección de Jesucristo
  • La historicidad de Jesucristo es hoy día reconocida mundialmente, porque ha sido probada no solo por los testimonios de las fuentes bíblicas sino también por varias fuentes históricas no cristianas. Como, por ejemplo, Flavio Josefo y otras fuentes judías, y romanas: Tácito Suetonio, etc.
  • Los autores, que compusieron los escritos del Nuevo Testamento, fueron testigos de los hechos que relatan y los escribieron en una fecha muy cercana a los hechos (unos treinta años). Las biografías de ciertos personajes históricos, como, por ejemplo, las del emperador romano César Augusto, Alejandro Magno o Buda se escribieron cientos de años después de que murieran. Sin embargo, los Evangelios Sinópticos se completaron pocos años después de la muerte de Jesús, antes del 70 d.C.; y la mayoría de las Epístolas antes del 60 d.C.
  • Los cuatro Evangelios componen distintas versiones de los mismos hechos, como corresponde a la diversidad de estilos y experiencias personales de sus distintos autores y de las fuentes en las que se basaron. No obstante, la diversidad, independencia y complejidad de las cuatro narraciones evangélicas, el conjunto de las mismas conforma una composición armoniosa, exenta de contradicciones y de reiteraciones inútiles, de manera que los cuatro relatos se complementan casi perfectamente, como corresponde a obras inspiradas por Dios, el Espíritu Santo, en colaboración con los seres humanos.
  • La resurrección de Jesucristo es el acontecimiento más importante para la humanidad: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1 Co. 15:20). Lo que antecede se evidencia especialmente en las distintas versiones complementarias que proporcionan los cuatro Evangelios para describir los hechos más maravillosos de la historia de este planeta que son: la encarnación, vida, muerte y resurrección, y ascensión del Hijo de Dios al Cielo (Hch. 1:9-11), el cual “se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:3).
  • Debemos destacar que las cuatro versiones citadas evidencian que sus autores no pretendieron manipular los hechos, ni hacer arreglos para que todo encajase, sino que los describieron tal y como sucedieron, partiendo de las descripciones de los distintos testigos oculares que vieron, en primer lugar, que Jesús fue crucificado, muerto y sepultado, y, en segundo, que el sepulcro, donde fue sepultado, estaba vacío, y aportaron los siguientes detalles:

Primero, “la piedra de la entrada del sepulcro removida” (Mr. 16:3), “que era muy grande” (Mr. 16:4); “un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. (3) Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. (4) Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. (5) Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. (6) No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.” (Mt. 28:2-6; cf. Mr. 16:5-8)

Segundo, [las mujeres que fueron las primeras en ir al sepulcro] “y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús” (Lc. 24:3). Notemos que los testimonios de las mujeres en la época del AT no se consideraban válidos; por tanto, si los discípulos hubieran querido hacer más creíble la historia de que Jesús resucitó, deberían haberla manipulado y ponerse ellos mismos como testigos. También a ellas se les apareció Jesús en primer lugar (Mt. 28:1-10; cf.Mr. 16:1; 9-10; Jn. 20:1, 11-18).

Tercero, los apóstoles Pedro y Juan vieron que, en el sepulcro donde fue sepultado Jesús, solo quedaron “los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (Jn. 20:7). Estos detalles, que demuestran orden, cuidado y delicadeza, son tan importantes que el “otro discípulo, aquel al que amaba Jesús” (Jn. 20:2), es decir, el propio apóstol Juan “vio, y creyó” (Jn. 20:8).

  • La trama que los judíos elaboraron– pretendiendo sobornar a la guardia romana para que divulgase que “Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron [el cadáver de Jesús], estando nosotros dormidos [los soldados romanos que formaron la guardia del sepulcro] (Mt. 28:13)–, es difícil que se hubiera llevado a la práctica por los citados soldados romanos, porque, en primer lugar, hubiera podido suponer para ellos la condena de muerte, por no cumplir su misión de vigilancia debidamente. Además, esta pretensión es absurda, pues si toda la guardia se durmió, nadie habría podido ser testigo de lo ocurrido.
  • Lo que sucedió realmente lo registra San Mateo: “un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. (3) Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos.” (Mt. 28:2-4). Por eso, el ángel se dirige solo a las mujeres – “María Magdalena y la otra María”–; y les dijo: “No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. (6) No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. (7) E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho. (8) Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, (9) he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. (10) Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán”. (Mt. 28:5-10).
  • Puesto que hubo realmente una guardia romana vigilando constantemente el sepulcro –solicitada expresamente por los judíos a Pilato, desde la puesta del sol del sábado santo hasta la madrugada del domingo (primer día de la semana), momento, en que el ángel removió la piedra que cerraba el sepulcro (Véase Mt. 27:62-66)–, ni los seguidores de nuestro Señor Jesús, ni otras personas, habrían podido hacer desaparecer su cadáver.
  • Por otro lado, si los discípulos hubieran hecho desaparecer el cadáver de nuestro señor Jesús, no existiría resurrección de muertos, porque tampoco Cristo habría resucitado: “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. (14) Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. (15) Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. (16) Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; (17) y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. (18) Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. (19) Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.” (1 Corintios 15:13-19)
  • “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.” (1 Co. 15:20); y este es el fundamento de la fe cristiana, que causó ese gran cambio en sus vidas, transformando a sus discípulos, de personas timoratas, bloqueadas por el miedo, a tener arrojo y bravura, llegando a ser capaces de entregar sus vidas en martirio por dar testimonio de su fe en Cristo. Un magnífico ejemplo es el del apóstol San Pablo, que de cruel y tenaz perseguidor de la Iglesia, por la visión de Cristo resucitado en el Cielo, se convirtió en el gran Apóstol de los gentiles, que predicó el Evangelio por casi todo el mundo conocido en su época, y sufrió en su carne todo tipo de agresiones, persecuciones y penurias, hasta entregar su vida por Cristo.
  • San Pablo, en su Epístola citada arriba, nos dice: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; (4) y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; (5) y que apareció a Cefas, y después a los doce. (6) Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. (7) Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; (8) y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. (1 Co. 15:3-8).

¿Son necesarias más pruebas de que Cristo es el Hijo de Dios, que se encarnó, vivió como Hombre, haciendo la voluntad del padre, fue crucificado, muerto, sepultado, resucitado y ascendido al Cielo, y ahora está sentado “a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:3); y “tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, (2) ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (heb. 8:1-2). Él es el mediador de un Nuevo Pacto porque, “por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”. (Heb. 9:12).

Esperando haberme hecho entender, quedo a disposición del lector, en todo lo que pueda servirle.

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Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

AP = Antiguo Pacto

NP = Nuevo Pacto

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan «parte primera, central o última del mismo».

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.

BTX: Biblia Textual

Jünemann: Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman

N-C: Sagrada Biblia- Nacar Colunga-1994

JER 2001: *Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001

BLA95, BL95: Biblia Latinoamericana, 1995

BNP: La Biblia de Nuestro Pueblo

NVI 1999: Nueva Versión Internacional 1999

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

Bibliografía citada

(1) Diccionario de la Real Academia Española (RAE). Significado vocablo perecer

(2) Aracil, Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>. Artículos relacionados con el tema en cuestión:

¿Cuál es la naturaleza del ser humano?

<Estudio 1. Sobre el estado de los muertos>

<1. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos>

<2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.>

<3. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: el rey Saúl y la pitonisa de Endor>

<Cuando Jesucristo murió, ¿fue su espíritu al Hades a predicar a los espíritus encarcelados de los días de Noé?>

<¿Fue Jesús al paraíso el mismo día que murió en la cruz o fue al Hades?>

<¿Existe vida humana consciente fuera del cuerpo después de la muerte>

<¿Qué es el Infierno, el Seol o Hades y la segunda Muerte?>

<¿Los que mueren pasan a mejor vida?>

<¿Fue el espíritu de Jesús al Paraíso el día que murió en la cruz?>

<¿Quiénes son los “espíritus encarcelados”?>

<¿Es una parábola el relato de Jesús sobre el Rico y Lázaro?>

<¿Jesús mintió al buen ladrón en la cruz?>

<¿Es el alma humana inmortal?>

<Las tres dimensiones del ser humano: espíritu, alma y cuerpo>

<La verdad sobre las apariciones marianas y de espíritus de difuntos>

<¿Apoya la Biblia que hay vida consciente después de la muerte?>

<¿Viven los espíritus de los muertos en el Seol?>

<¿Existe un lugar en el fondo de la tierra de tormentos?>

<¿Están siendo torturados los malvados en el Hades?>

<¿Están los fieles muertos viviendo en el cielo?>

<¿Bajó Jesús al Hades cuando murió?>

<¿Dónde está el infierno?>

<¿Por qué se abrieron los sepulcros cuando Jesús murió?>

<¿Reinarán Cristo y sus santos un Milenio en la Tierra restaurada?>

(3) Referencias históricas no cristianas sobre Jesús de Nazaret – Wikipedia, la enciclopedia libre

(4) Fiabilidad histórica de los Evangelios – Wikipedia, la enciclopedia libre

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